Economia

2024: un año de lecciones invaluables para los inversionistas

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Hace casi un año, el consenso de analistas de mercado proyectaba un precio objetivo del índice S&P 500 para finales de 2024 de 4.860 puntos. Esta estimación anticipaba un tímido beneficio del 2% respecto al nivel de cierre de 2023 (4.770 puntos). Considerando dividendos, fue un beneficio de poco más del 3%.

“Será el año de la renta fija”, pronosticaron algunos, considerando el potencial de ganancias de capital ante el inminente inicio del ciclo de recortes de tipos por parte del Banco de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos. Esto, sumado al atractivo devengo de tasas de interés, en niveles no vistos desde 2007.

Por su parte, los depósitos a plazo, los fondos del mercado monetario o los bonos del Tesoro (T-bills) a corto plazo ofrecían un tipo de interés superior al 5% anual, con un riesgo muy limitado y un ratio de Sharpe (retorno esperado sobre la unidad de volatilidad) inmejorable.

Para aquellos inversores que son asiduos a la sincronización del mercado, que privilegian el posicionamiento táctico u oportunista sobre el posicionamiento estratégico, parecía obvio prepararse para afrontar con cautela el año 2024. Un año electoral, en el que más de la mitad de la población mundial votaría para elegir a sus nuevos líderes. También un año en el que, según las proyecciones de los analistas, había un 50% de posibilidades de que la economía global cayera en recesión.

Al observar los flujos de inversionistas hacia las distintas clases de activos, destacan los ingresos de aproximadamente USD 1 billón (millón de millones) al mercado de dinero en lo que va del año, un movimiento de magnitud similar al de 2023. Con ello, la cantidad de dinero en este tipo de inversiones supera la barrera de los 7 billones de dólares, un nivel sin precedentes.

Dado que durante el año también se observan flujos positivos hacia acciones, bonos y commodities, se puede entender que ese dinero proviene de cuentas bancarias y depósitos a plazo, en un movimiento de inversionistas que anticipan el riesgo de reinversión con tasas de interés que comienzan a aumentar. moverse hacia abajo y buscar, desde la liquidez del mercado monetario, el momento oportuno para tomar inversiones con más riesgo y, por supuesto, mayor rentabilidad esperada.

¿Qué ha pasado en términos de rentabilidad? Habiendo transcurrido ya gran parte del año, vemos que la clase de activos con mejor rendimiento, contra todas las previsiones, son las acciones. Destaca la rentabilidad del 28% del índice norteamericano S&P 500, que acumula una rentabilidad del 57% en los últimos 24 meses y se sitúa actualmente por encima de los 6.000 puntos, dejando atrás la estimación de 5.400 puntos que proyectó el analista más optimista hace 12 años. meses. Sí, impresionante. Esto se ha visto respaldado por el sólido crecimiento de la economía y las ganancias corporativas en Estados Unidos, que son vistos con envidia y admiración por el resto del mundo y sus respectivos mercados.

Por su parte, la renta fija de buena calidad crediticia (deuda soberana y Investment Grade) va camino de cerrar el año con un incremento inferior al 5%. Algo mejor ha sido el comportamiento de la deuda tipo high yield, de menor calidad, que registró una ganancia superior al 10%. Todo ello en un año en el que, finalmente, la temida recesión no llegó.

Los fondos del mercado monetario deberían alcanzar el 5% esperado, que, aunque atractivo en términos absolutos y libre de riesgo, no es tan competitivo en comparación con el rendimiento de las acciones.

¿Qué lecciones nos deja el 2024? En primer lugar, las estimaciones de los analistas de mercado tienen una capacidad predictiva muy limitada. Estas proyecciones no deberían primar a la hora de tomar decisiones, especialmente para inversores con un horizonte de largo plazo. Lo ocurrido este año lo hace evidente.

El principal aprendizaje es cuán compleja e ineficiente es la sincronización del mercado como filosofía de inversión, incluso cuando parece haber fundamentos que respaldan un determinado posicionamiento en las carteras de los inversores.

Lo más importante a la hora de definir e implementar una cartera de inversiones es la disciplina. Es decir, una asignación estratégica optimizada según los objetivos de cada inversor, teniendo en cuenta su tolerancia al riesgo, horizonte de inversión y necesidades de liquidez.

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