Este es el nuevo descubrimiento para enfrentar la sequía

Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, señala que los últimos cuatro años han sido intensamente secos en la zona central, por lo que prácticamente todos los lagos y lagunas de la zona presentan déficit. Casos emblemáticos son la laguna de Aculeo y el embalse de Peñuelas, prácticamente desaparecieron. Sin embargo, la situación es menos mala para los embalses, cuyo nivel depende no solo de las precipitaciones, sino también del uso agrícola. Aunque los embalses de la cuenca del Limarí, en la Región de Coquimbo, se encuentran en una situación crítica con un volumen inferior al 20% de su capacidad”.

Erika Álvarez, directora del Centro Tecnológico Territorio Mayor de la Universidad Mayor, establece que las lluvias del 2022 permitieron la recuperación de los embalses en un 50%, solo en Ñuble se logró una mayor recuperación. “Esta noticia puede sonar bien, pero a nivel nacional la tasa de déficit de derretimiento es alta, lo que condiciona la durabilidad de esta recuperación”.

Francisco Correa, especialista en cambio climático e investigador del Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible de la Universidad Autónoma de Chile, considera que con respecto al estado actual de los lagos y lagunas en Chile, lamentablemente la mayoría se encuentran en la zona mediterránea. , entre Santiago y la Araucanía, “Se encuentran en muy mal estado de conservación.. Son ecosistemas que se encuentran altamente degradados por el uso intensivo del agua para la agricultura, la ganadería y las zonas urbanas, entre otros. Todo ello unido a los efectos del cambio climático”.

A pesar de la dura realidad que afecta a las cuencas hidrográficas del país, existen algunas excepciones a la regla. reservas de agua que mantienen sus reservas con números positivos.

“Otros embalses de la zona central tienen niveles mucho más saludables por encima del 50%. Este es el caso de los embalses de la Región Metropolitana y O’Higgins. Embalse El Yeso presenta niveles superiores al 80% de su capacidad. El embalse Los Aromos, del que depende el abastecimiento de agua del gran Valparaíso, hoy almacena el equivalente al 42% de su capacidad”, explica Cordero.

“Estos niveles son similares a los registrados hace un año, lo que sugiere que no ha habido un deterioro del nivel embalsado, pero también quitan la posibilidad de ver una recuperación pronto, y los lagos y lagunas agotados”, agrega el climatólogo.

Correa señala que las más dañadas son las que se encuentran en la zona mediterránea, donde vive entre el 60% y el 70% de la población del país. “Los que se han secado o disminuido mucho su volumen de agua han sido por la extracción del elemento y los desvíos de los ríos afluentes, que son los que desembocan en estos lagos o lagunas. En consecuencia, los que aún sobreviven son los más alejados de los centros urbanos o de las grandes poblaciones.

El segundo factor para su deterioro son los efectos del cambio climático, que genera mayor evaporación, disminución de las precipitaciones y aumento de la temperatura del agua que provocan daños a la flora y fauna acuática, agrega Correa.

En el caso de Peñuelas y Aculeo, también hay una historia que contar. El primero, por la megasequía, que ya dura más de 14 años en el país, sumado al aumento considerable de los incendios forestales, vio cómo sus espejo de agua comenzó a disminuir. Y rápido. De las 1.700 hectáreas ocupadas por el agua que exhibió Peñuelas en 1997, su máximo histórico, sólo queda una, según una última medición realizada por Conaf.

Las condiciones del agua en la zona han cambiado radicalmente. En 1997, la corporación registró 1.253 milímetros de caída de agua, cifra que ha descendido a 196 mm en los últimos años. Esval, por su parte, estimó el volumen del embalse en 8.000 m3, lo que representa el 0,01% de su capacidad (95.000.000 m3). Así, la cuenca está prácticamente seca. De hecho, en enero de 2021 la sanitaria dejó de utilizarlo como fuente de abastecimiento de la comuna de Valparaíso.

La especialista en cambio climático e investigadora del Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible de la Universidad Autónoma de Chile, establece que específicamente, las pequeñas lagunas o humedales son las que mayor daño han sufrido por parte del ser humano a causa de su explotación. “Los que mejor se han conservado son los que se encuentran en la parte alta de las cuencas y hacia el sur de Chile. En estas zonas hay menos intervención ecosistémica, principalmente en la Patagonia, en la Región de Aysén”.

Incluso las especies que habitaban antiguamente el caudal de agua murieron. Según un informe de seguimiento de Conaf, se registraron más de 100 ejemplares de Cyprinus carpio (o carpas) muertos en la orilla sur del lago, “e incluso más individuos se distribuirían al este del lago”. El bosque, a su vez, cambió de tono, de verde a amarillo, y, actualmente, a plomo. Peumos y quillayes están visiblemente estresados, explica el guardaparque y administrador del recinto.

Todo parecía perdido, pero milagrosamente el lago empezó a recuperar parte de su caudal. Debido a las lluvias registradas en el último invierno, recuperó el 60% del agua total. Las autoridades están atentas a lo que suceda este verano, con la esperanza de que la historia no se repita, y que Peñuelas quede como un lago, y no como un desierto.

Por su parte, Aculeo, ya diferencia de Peñuelas, no vio aumentar su caudal con las lluvias del último invierno, evidenciando un nulo impacto en su dura realidad. Desde 2018 no tiene agua.

Con una altitud de 365 metros sobre el nivel del mar y un área original de 12 km2, surge la duda de si un día podía volver a tener agua o se secaba para siempre. Cordero dice que la laguna de Aculeo desapareció después de una década de lluvias deficientes. “Incluso si tuviéramos un excedente de lluvia este año, y desafortunadamente este no es el caso, tomaría años de excedente para que la laguna se recupere”.

Álvarez señala que esta laguna tiene un origen sedimentario (aluvial), es decir, Es un embalse generado por sedimentos, las que se vuelven impermeables a las infiltraciones subterráneas y por tanto el agua queda dentro de esta depresión. “En este contexto, es relevante considerar que debe existir una masa forestal que permita retener el agua, regular la temperatura y la evapotranspiración, permitiendo así que las aguas desciendan lentamente hacia la laguna”.

Sin embargo, añade Álvarez, “En ausencia de una cubierta vegetal adecuada, el agua es arrastrada junto con los sedimentos, llenándola rápidamente, sin contar los derechos de extracción de agua asociados a este sistema”.

La pregunta sobre la verdadera razón de este fenómeno surge regularmente. Es sobre ¿Causas naturales o intervención humana? Durante las últimas décadas, muchos lo atribuyen a causas climáticas como megasequía u olas de calor, incluso a motivos sísmicos o tectónicos como ocurrió en Caburgua. Otros señalan claramente que el agua ya no está por la intervención del ser humano y sus malas prácticas.

Los últimos estudios realizados sobre el verdadero estado de la laguna, y el motivo de la desaparición total de sus recursos hídricos, aseguran que se debe a la intervención de terceros, a través del desvío de sus cursos de agua y la mala gestión de estos.