Son las cuatro de la tarde de un jueves y ya no quedan mesas disponibles para nuevos feligreses en Las Lanzas; en la barra apenas hay sitio para pedir un bocadillo de marraqueta, un italiano completo, una cazuela de ave o de ternera, o uno de los platos característicos del lugar, como los callitos a la madrileña.
El ruido de las conversaciones no cesa durante la tarde. No pasan muchos minutos entre que se vacía una mesa y llegan nuevos clientes para sentarse a su alrededor; algunos con ropa formal, otros con un estilo más relajado; todos de diferentes edades, acompañados de amigos y otros más solitarios que van acompañados de la música que suena a través de sus auriculares. En el medio, diferentes platos, diferentes bebidas y diferentes historias resuenan en el local.
Luego de casi un año y medio en que las puertas estuvieron cerradas, el ritmo frenético ha regresado desde hace siete meses a la fuente de soda ubicada en Humberto Trucco 25, Ñuñoa.
“Cuando ya sabíamos que no nos iban a encerrar y todo se empezó a aflojar un poco, nos permitió programarnos. Lo primero era andar en monociclo, pero ahora ya estamos en triciclo: sabemos que no vamos a avanzar mucho, pero no nos vamos a caer. Podemos planificar semana a semana, ver los fondos, saber que podemos pagar la compra de cervezas, la compra de verduras, vinos, carnes. Antes no sabía si iba a tener dinero para el día siguiente”, narra Manuel Vidal (52), dueño de Las Lanzas, sentado en la mesa justo al lado del palco, donde suele ubicarse a diario.
La reducción de restricciones y la reapertura del local ha permitido que este recinto vuelva paulatinamente a la normalidad con la que funcionaba hace dos años; por ejemplo, volver al trabajo de lunes a sábado. Durante 2021 tuvieron que abrir de martes a domingo para poder recuperarse.
“Pasó lo que nunca se había hecho, que era trabajar un domingo. Empezó a cerrar los lunes para trabajar los domingos y así tratar de vender un poco más”.
A raíz del confinamiento, Las Lanzas pasó de tener 22 trabajadores a seis que se quedaron trabajando en reparto, mientras que otros 11 quedaron amparados por la Ley de Protección al Empleo.
“Les dije que no iba a echar a nadie; A algunos los tuve que despedir porque se portaron mal con el negocio y otros decidieron montar un negocio, pero los demás están aquí, me aguantaron y me creyeron. Eso te levanta el ánimo”, dice Vidal.
Actualmente cuenta con 20 trabajadores dentro del local, pero, a diferencia de años anteriores, hoy solo laboran en un turno, ya que el horario se limitó desde el mediodía hasta las 22:00 horas. No hay días hasta la 1 de la mañana, ni hasta las 03:00 horas del día. Sábados. ¿La razón? Abaratar costes y saldar las deudas que mantienen los locales.
“¿Hay ingresos para pagar dos turnos? Sí, pero si trabajo un poco menos, tengo que priorizar ese saldo mientras consolido las deudas. No sé si puedo volver al formato anterior, porque puede que tenga que contratar a más gente”, explica Manuel Vidal sentado a la mesa donde hay dos jarrones con tres rosas que acompañan una foto de sus padres, Manuel Vidal. y Nancy Flores.
El local ubicado frente a la Plaza Ñuñoa abrió sus puertas en 1964 con Julio Vidal -tío de Manuel- y fue adquirido en 1981 por Manuel Vidal Sr., quien había llegado a Chile en 1955 procedente de Galicia a los 21 años. Aunque desde 1972 estaba en manos de otro dueño, siempre se ha caracterizado por ser un punto de encuentro de actores, escritores, músicos y docentes. Allí acudirían políticos de la sede del partido a plantear candidaturas, estudiantes de universidades vecinas y cientos de personas construirían una historia en torno a ellos.
En más de cinco décadas de historia, la empresa familiar nunca había atravesado un período tan oscuro como el que vivió desde el 17 de marzo de 2020, cuando hubo que bajar el telón y la quiebra, a consecuencia de las deudas, estuvo a la vuelta de la esquina. la esquina. desde la esquina
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Sin poder asistir, los ingresos desaparecieron. Dejó de pagar el alquiler del inmueble y llegó un momento en que los dueños del inmueble reclamaron el local. Lo mismo sucedió con las deudas de créditos anteriores, lo que llevó a que el banco del que era cliente cerrara su cuenta. El Banco del Estado apareció allí con una Cuenta Pyme para que pudiera manejar el dinero.
Sin embargo, Manuel Vidal, quien está al frente de Las Lanzas desde 2011 y está todos los días, hizo todo tipo de maniobras para poder resistir el temporal: utilizó los ahorros y retiros de las AFP. Su último recurso fue vender la propiedad que heredó de sus padres, pero no pudo porque no había completado los trámites.
El primer tanque de oxígeno llegó con el levantamiento de las cuarentenas a mediados de 2021, lo que permitió la apertura del local, pues hasta entonces las ventas se reducían a las realizadas por delivery. La calma y mayor estabilidad comenzaron a regresar a partir de octubre de 2021; sobre todo porque, además de la flexibilización de las restricciones, el avance del plan de vacunación influyó para que la gente empezara a salir con más confianza y poco a poco volviera a llenar las mesas del recinto. Esto le permitió proyectar con más semanas de anticipación el stock de insumos.
Hoy las ventas han vuelto a ser lo que solía ser la fuente de soda. Las veinte mesas dispuestas en el exterior suelen estar ocupadas durante la tarde, al igual que las distribuidas en el interior.
“La verdad yo no estoy bien, pero podría ser mucho peor, porque está lleno, hay mucha gente todos los días, como ven, es a la hora del almuerzo y de la noche, pero decir que estamos salvados, no. La deuda acumulada de año y medio es grande”, reconoce Vidal.

El dueño del local asegura que pagó sus deudas y mantuvo el control financiero de manera estable durante todos estos años; sin embargo, el confinamiento lo golpeó como a toda la industria y haber tenido ahorros a los que recurrir fue una de las razones para no hundirse. Él también la ayuda de los “feligreses” y amigos. “Lo que estamos haciendo hoy es tapar agujeros mientras aseguramos las operaciones diarias. Quisiera poder pagar todo de una vez, pero no puedo, porque si voy a pedir un préstamo me dirán que no. Vamos bien, pero eso no quiere decir que se acabaron los problemas, las deudas van a estar por lo menos un año más. Hay que ir reordenando semana a semana por ahora, y si no pasa nada raro podemos ir mes a mes.
Vidal se refiere a las deudas por arrendamiento, que según detalles ascienden a $60 millones, más las que tiene con Hacienda y el Servicio de Impuestos Internos.
Como su situación económica se ha rearmado a la fuerza, ha tomado algunos resguardos por si se vuelve a reducir el aforo o se limita el horario. Por ejemplo, detalla que tiene guardados algunos cuadros que le regalaron amigos artistas –como el pintor Rodrigo Zamora– para rematarlos, así como una camiseta de Colo Colo firmada por el equipo profesional, por si la situación se vuelve a complicar.
Manuel Vidal insiste en que la importancia del lugar no es solo porque vende platos de comida y bebida, sino porque hay historia, desde las que protagonizaron sus padres hace décadas hasta la que vivía con una pareja que iba a comer para la primera vez en el local hace una semana y prometieron volver. Ese es el motor de Vidal para luchar contra viento y marea por mantener viva la tradición familiar y seguir cuidando la fuente de soda, donde ha tenido penas y alegrías.
-Después de vivir esto, ¿cómo proyectas Las Lanzas?
-Si no pasa nada raro, espero que algún día alguien celebre los 100 años de Las Lanzas. No voy a ser yo, porque no voy a estar y no tengo hermanos ni hijos.
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