Economia
Carlos Peña: “Lagos fue el último Presidente en Chile post dictadura que logró disciplinar a su coalición”
Lleva más de 20 años escribiendo su punzante columna dominical en El Mercurio. Desde allí, ha hecho una cruda radiografía semanal de Presidentes como Ricardo Lagos, Michelle Bachelet, y Sebastián Piñera. Hoy hace lo mismo con el actual mandatario, Gabriel Boric. Lagos parece no haber resentido los duros juicios que muchos domingos le dedicó Carlos Peña plantado en su influyente sitial. Peña, al menos, jamás ha recibido señales de ello.
El abogado y rector de la UDP desde 2007, con columnas, libros e, incluso, con cartas que se publican en el diario en que colabora, es un referente en el análisis político, humano, sociológico y hasta filosófico de los chilenos y del poder.
Es el caluroso último día antes de cerrarse -por el mes de febrero- la universidad que dirige. En su oficina del Palacio Piwonka habla sobre el legado de Lagos en un día repleto de pendientes de última hora.
– Ricardo Lagos puso fin a su vida política y ha surgido una avalancha de homenajes a su figura. ¿Hubo algo en que quedó al debe?
– ¿A la luz de qué criterio uno juzga a un político como Lagos? Ha sido un personaje que combina pasión y mesura; que está encendido por sus ideales, pero que sabe que no los va a poder alcanzar todos. Lagos tuvo la capacidad de retroceder y de inclinarse frente a la realidad, de ser responsable en lo que hacía.
– Pero, en general, los que llegan al poder se moderan. El más reciente ejemplo es el caso del Presidente Boric…
– A algunos les cuesta más y porfían con la realidad a cualquier costo. Bajo este criterio, Lagos es uno de los políticos más brillantes de la historia moderna de Chile.
– ¿Qué le faltó a Lagos bajo este ideal de político?
– Sin duda, le faltó cierto carisma. Sustituyó el carisma, esta conexión inmediata con la gente, por una conexión simbólica con la tradición republicana. Lagos tuvo el carisma de la razón, no el carisma emocional que es tan propio del demagogo.
– Pero él fue un líder carismático al oponerse a Pinochet y durante la lucha por la recuperación de la democracia…
– Lagos era un político para tiempos difíciles. Eso funciona muy bien en contextos dictatoriales donde lo que vale es la capacidad de oponerse al poder. Distinto es cuando uno tiene que construir proyectos políticos y hay que ser capaz de concitar también la adhesión de la ciudadanía. Se requiere del carisma en el sentido más vulgar de la expresión, que es la capacidad de conectar emocionalmente con las masas. Este fue un recurso que Lagos tuvo en menor medida que Bachelet, pero que él suplió con su conexión racional con los grandes valores de la tradición republicana.
Lagos estuvo a la altura del proyecto que lideró. El gran proyecto de la Concertación hacia fines del Gobierno de Eduardo Frei fue la modernización y consolidar la recuperación de la democracia.
– Ese era el proyecto desde el principio de la administración de Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
– Pero Frei restringió la modernización a la justicia penal e inició la internacionalización de la economía chilena. Eso lo consolidó Lagos de manera brillante. Cambió radicalmente las condiciones materiales de la existencia de la mayoría de los chilenos a través de políticas públicas que lograron modernizar Chile. Cambió el rostro de la infraestructura. Logró incorporar la economía chilena al circuito capitalista internacional. Consiguió erigir a Chile en un actor relativamente relevante en la escena internacional a propósito de la guerra entre EEUU e Irak y, sin duda alguna, muy relevante en América Latina. Fue el político que logró contener a su propia coalición y fue el último Presidente en Chile post dictadura que logró disciplinar a su coalición. Con Bachelet eso no fue posible y con Piñera tampoco.
Cuando los historiadores del futuro miren para atrás, van a ver en el momento de la Presidencia de Lagos la culminación de un ciclo muy exitoso de la política chilena.
Que hubo defectos, desde luego. Todos recordamos el caso MOP Gate, que supo resolver bastante bien. Demostró su capacidad de hacer, como solía decir, “que las instituciones funcionen”.
Comandar a la izquierda
– ¿Usted afirma que Ricardo Lagos es el mejor de los Presidentes de los siglos XIX y XX en Chile?
– Intelectualmente, el único que se le acerca es Eduardo Frei Montalva. Era un hombre con pasión y con mucha inteligencia. Gobernó en un tiempo distinto, pero él fue un gran político.
Si se compara a Lagos con los políticos que hubo antes, pero sobre todo con los que hay hoy día, ¡discúlpeme! La ventaja de alguien como Lagos es sorprendente. Tenemos a políticos en el Parlamento y en la Presidencia que son frívolos y superficiales. Inexpertos, aunque la inexperiencia no es un defecto, es una condición inevitable de la vida humana.
– ¿Se refiere al Presidente Boric?
– Sí, aunque no tengo duda que Boric es un político que tiene virtudes, pero si uno lo juzga por la formación intelectual, por la cultura, por la capacidad de comprender los problemas internacionales, por la profundidad de lo que piensa; evidentemente está muy por debajo de Lagos .
– ¿Qué le pasó a la izquierda chilena con Ricardo Lagos?
– Logró contener a la izquierda chilena durante un tiempo. Consiguió que la izquierda, tradicionalmente anticapitalista, antiimperialista y antioligárquica, fuera una izquierda que aprovechó las fuerzas de la modernización capitalista para mejorar las condiciones de las grandes mayorías. Lagos ayudó a retardar la llegada del izquierdismo superficial que no conduce a ninguna parte.
Matar al padre
– El Frente Amplio es un bloque que se divorció de la figura de Lagos y de los otros Presidentes de los 30 años, pero, tras llegar al poder, han ido redimensionando su figura y ahora le hacen homenajes. ¿Por qué?
– Siempre me llamó la atención que un movimiento de izquierda tuviese como principal rival no a la derecha heredera de la dictadura, sino que a la propia izquierda.
Llegó un grupo de jóvenes talentosos. No hubiesen alcanzado el poder en tan breve lapso si fueran estúpidos. Este grupo eligió efectivamente su propia identidad, como suele ocurrir con grupos generacionalmente jóvenes. No reafirmaron lo que son, se opusieron a aquello que no son.
Esta izquierda generacional hizo un diagnóstico equivocado de lo que ocurrió en Chile en los 30 años. La idea de que esa época en Chile fue una especie de timo, de estafa a las grandes mayorías, desconoce la realidad que gracias a estos 30 años esas mayorías transitaron de ser proletarias, que vivían bajo la línea de la pobreza, sin un horizonte educacional para sus hijos, sin acceso al consumo, a pasar a ser grupos medios que hoy tienen acceso educacional para sus hijos prácticamente asegurado, a bienes de consumo, etc.
– ¿Por qué Lagos, después de toda la odiosidad en su contra del mundo del Frente Amplio, es capaz de mostrar cierta cercanía hacia el Presidente Boric?
– Ricardo Lagos no podía rechazar a Boric. Es un hombre de izquierda, capaz de empatizar con esta generación, con sus ideales y con su forma de ver las cosas. Sabe que las odiosidades personales en política importan poco. La hipocresía, en el buen sentido, es una virtud de la política. Un político transparente, que haga una cuestión pública de sus experiencias íntimas, es un estúpido.
Su camino político
– Lagos asume ya sin la sombra de Pinochet al mando del Ejército, que llegaba derrotado de una prisión de cerca de dos años en Londres y enfrentaba juicios por lesa humanidad. ¿Qué significó para él gobernar sin Pinochet?
– Fue capaz de representar la dignidad de las instituciones frente al poder militar. Logró con su presencia y discurso subordinar al poder militar. Esto se le ha reconocido poco, pero la subordinación es una cuestión también simbólica.
– Con Aylwin fue ministro de Educación y con Frei de Obras Públicas. Aceptó ocupar ministerios sectoriales cuando él sabía que merecía ser Presidente. ¿Cómo esto marca su carrera política?
– Lagos es un hombre ascético en el sentido casi religioso de la expresión. Tiene la capacidad de contener lo que anhela en pos del futuro. El ascetismo es una virtud calvinista de los que ahorran, que son capaces de retener su impulso para esperar el futuro. Lagos aceptó cargos en espera de que se dieran las circunstancias para asumir el poder. Y tuvo la inteligencia para aprovechar sus oportunidades y brillar como ministro.
– Fue un ministro con carácter y poca obsecuencia ante el poder presidencial. Basta recordar la crisis que provocó como ministro de OOPP cuando se negó a firmar el decreto que autorizaba la edificación de una cárcel para uniformados violadores de derechos humanos. Amotinado, renunció ante el Presidente Frei y se filtró a la prensa ¿Fue una deslealtad?
– Creo que no. Era imprescindible que lo hiciera. Hoy, que está tan de moda la objeción de conciencia, podríamos decir que eso fue lo que hizo. Aceptó que el Presidente Frei tomara la decisión de construir la cárcel especial, que era parte de una negociación con los militares, pero, al mismo tiempo, se restó manifestando una especie de oposición “de principios” a que surgiera.
– En el 2003 se llegó a un acuerdo político transversal entre el Gobierno de Ricardo Lagos y Pablo Longueira, entonces presidente de la UDI, para dar vuelta a la página tras la profunda inestabilidad política que produjeron los casos MOP-Gate y Coimas. ¿Esa “cocina” política es la que salvó a Lagos?
– Se exageró un tanto el papel de Longueira en este acuerdo, se le presentó como el gran salvador de Lagos. Efectivamente, hubo un acuerdo de colaboración que tuvo por objeto salvar a las instituciones. Recuerdo que no fue un acuerdo para ocultar, sino más bien para reformar, fue el comienzo de la modernización, de la mejora de las reglas de la relación entre el dinero y la política. No fue eso una cocina a espaldas de la ciudadanía.
– ¿Un acuerdo como el del 2003 sería tolerable ahora?
– Mirado a la distancia, con un afán moralista, aparece como inaceptable, pero el acuerdo de 2003 fue un acto de responsabilidad política.
– Lagos intentó ser por segunda vez Presidente en 2017. El PS no lo apoyó. ¿Qué perdió Chile? ¿O segundas partes nunca fueron buenas?
– Estábamos en el segundo Gobierno de Bachelet, que fue muy distinto al primero. Había surgido ese sentimiento izquierdista nostálgico de los viejos ideales de los años 60. Se juzgó que lo que se había hecho en Chile los últimos 30 años era un error, una traición hacia la misma izquierda. La coalición más exitosa en la historia política de Chile se arrepentía de sus propios éxitos.
En medio de ese panorama, Lagos quiso hacerse por segunda vez de la Presidencia con el ánimo de corregir esto que él sabía que era un error y creyendo que con su prestigio lograría apagar este izquierdismo que había contagiado todo.
– ¿Le habría ido bien a Lagos en esa segunda parte?
– Creo que no, la corriente en contra era muy fuerte. Un reflejo de la desmesura de ese tiempo es que se haya preferido a Guillier por sobre Lagos como candidato ¿A quién se le pudo ocurrir?
– Al Partido Socialista liderado por Álvaro Elizalde.
– Eso lo hicieron los que hoy están en el Gobierno. Ahí ocurrió lo peor. La política tiene un lado oscuro. Lagos fue desplazado por un equivocado diagnóstico sobre lo que había ocurrido en los últimos 30 años.
– ¿Se puede comparar el de Lagos con un liderazgo como el de Bachelet, que nació de la popularidad ciudadana hasta convertirse en un liderazgo político?
– Lagos tenía el carisma de la racionalidad, no de la mera emocionalidad. Por eso, el liderazgo de Lagos es muy distinto al de Bachelet. Lagos no concitó en torno suyo una adhesión irrestricta ni de parte del Partido Socialista, ni de parte de ninguna de las fuerzas políticas, ni siquiera entre sus colaboradores. Tuvo el carácter, la inteligencia y la voluntad para imponerse. Ese era su gran activo y eso también explica que, cuando salió del poder, muchos tuvieron resentimiento hacia él, más que admiración.
#Carlos #Peña #Lagos #fue #último #Presidente #Chile #post #dictadura #logró #disciplinar #coalición
Si quieres leer el artículo original puedes acceder desde este link:
Artículo Original