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Chile Apoya: ¿más de lo mismo?

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Por Gabriela Cabaña Y carolina rojasmiembros de la Red Chilena de Renta Básica Universal

El nuevo panorama político, social y constitucional chileno proclama la voluntad de romper con los fracasos y trampas habituales de los esquemas de previsión social condicionada y subsidiaria. Hoy, cuando escuchamos a la gran mayoría hablar de igualdad política y libertad, entendemos claramente que se refiere a un horizonte diferente: garantizar derechos y decidir la vida que queremos, no la que aparece como la única posible, ni la que se nos impone. .

Por ello, llama la atención que el gobierno, ante el actual escenario inflacionario y el aumento de los costos de los servicios básicos, haya anunciado medidas -como el Programa Apoyo Chile- que continúan con el modelo coyuntural de hiperfocalización y asignación individualizada de beneficios. . Quienes los han apoyado dicen que están en proceso cambios importantes, que una transformación más profunda del sistema de protección debe esperar al desarrollo del nuevo programa de gobierno. Y quienes las critican argumentan que son medidas cuyo fin es político y por lo tanto populista. Pero el debate de fondo, sobre cómo construir un modelo de previsión social justo y solidario, vuelve a quedar pendiente.

Consideramos oportuno, entonces, restituir en la opinión pública la conversación abierta a principios del año 2021 en torno al derecho a la subsistencia. Por un lado, dio origen a la creación del IFE Universal. Con él, el 90% de los hogares chilenos inscritos en el Registro Social de Hogares vivieron la experiencia de recibir una transferencia de monto importante durante casi 12 meses para hacer frente a la crisis económica. Por otro lado, y paralelamente, en comisiones de la Convención Constituyente, se discutió la posibilidad de institucionalizar el derecho a un mínimo vital a través de una Renta Universal o Renta Básica. Recordemos que esta política consiste en una transferencia monetaria incondicional, universal, suficiente, individual y periódica, que es recibida por todas las personas que pertenecen a una comunidad política. Esta medida, trabajada y defendida durante mucho tiempo, es vista como un nuevo derecho humano emergente (Van Parijs, 2004; Raventós, 2015; Standing, 2017).

De la experiencia del IFE Universal, así como de algunos pilotos y pruebas de UBI en diferentes partes del mundo, se puede decir que se trata de permitir el despliegue de nuevas formas de entender la integración social (Cabaña, 2019), y el papel del trabajo. La promesa del pleno empleo y la perspectiva de salir de la pobreza trabajando han mostrado sus límites, y es hora de mirar el problema con nuevos ojos. ¿Y si viviéramos en una sociedad donde todos tuvieran una renta básica? Una módica cantidad que nos permitiría construir nuestra vida sin miedo a la miseria. Sin duda, tal política, que es más que un arreglo económico, desafiará los fundamentos morales y sociales de nuestras relaciones capitalistas. La renta o renta básica permitiría lo que se ha denominado “la capacidad de decir no”. Es decir, la capacidad de rechazar el trabajo abusivo, degradante o ilegal.

La posibilidad de tocar varias dimensiones de nuestras vidas es probablemente la cualidad más atractiva de la RBU, cuestión mucho más compleja que la definición de subsidios temporales individuales como los que se siguen inventando y entregando. Preparémonos para hablar seriamente de justicia social y redistribución de la riqueza creada colectivamente. Hemos ido creando las condiciones para brindarnos una seguridad económica incondicional, permanente, suficiente y universal. Ahora todo lo que tienes que hacer es hacerlo realidad.

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