Desde finales de 2019, nuestro país ha estado sujeto a una serie de choques internos y externos que han generado un aumento significativo de la incertidumbre, así como un deterioro económico, financiero y social, cuyos efectos nos acompañarán por un largo tiempo. tiempo. Entre estos choques, el aumento de la violencia, la pandemia, la guerra en Ucrania, los cambios políticos e institucionales que enfrenta el país y la implementación de políticas públicas enormemente dañinas, como las que permitieron el retiro anticipado de más de US$50, destacar. mil millones de ahorros para pensiones.
El Banco Central, en el Informe de Estabilidad Financiera (IEF) recientemente publicado, señala que la combinación de una mayor incertidumbre política, los desequilibrios macroeconómicos generados en 2021 y la pérdida de profundidad en el mercado de capitales generada por el retiro de fondos de pensiones, medianos y medianos las condiciones de financiamiento a largo plazo se han deteriorado, por ejemplo, para vivienda e infraestructura. Al mismo tiempo, se ha reducido la capacidad de la economía para responder a perturbaciones adversas.
La salida de capitales ha sido masiva y la dolarización de nuestra economía va en aumento, algo que, hasta hace poco, veíamos en los países vecinos, pero era una realidad muy lejana para Chile. Las empresas y el gobierno han tenido que incrementar su exposición a moneda extranjera dado el idiosincrático aumento del costo del financiamiento interno y la menor disponibilidad de recursos, mientras que aquellos agentes que han tenido la oportunidad han sacado sus ahorros del país. Más de US$19 mil millones han salido del país en los últimos 12 meses y el número de cuentas bancarias en dólares de hogares y empresas se ha multiplicado por más de tres desde finales de 2019. Los recursos que han salido de nuestro país no están disponibles para el financiamiento de inversiones financieras y reales en Chile, con evidentes impactos negativos en nuestra economía. Traerlos de vuelta requeriría recuperar la confianza perdida, lo que requiere cambios muy significativos. Por otro lado, según el IEF, al gobierno le costará US$12 mil millones más que en septiembre de 2019 refinanciar su deuda actual, principalmente por el aumento de las tasas de interés.
La incipiente dolarización que se está produciendo es, a su vez, un claro reflejo de la pérdida de confianza en nuestra economía -y consecuentemente en nuestra moneda-, confianza construida a lo largo de décadas de fortalecimiento institucional, política económica y financiera responsable y prudente y que, dado el daño que se ha generado desde finales de 2019, no será fácil de recuperar. Los hogares hoy ven más lejano el sueño de la vivienda propia, con mayores tasas de interés, mayores exigencias para obtener un crédito y están expuestos a mayor riesgo, dado el creciente predominio de la financiación a tasa variable o mixta, sobre las tasas que saben que eran normales. antes, hace apenas dos años y medio.
La situación financiera de las empresas se ha mantenido estable a nivel agregado, la morosidad es baja y los bancos enfrentan niveles de riesgo acotados, mientras que su liquidez y solvencia es adecuada incluso en escenarios de estrés. Sin embargo, algunos sectores, agentes o instituciones son hoy más vulnerables ante la posibilidad de materialización de escenarios de riesgo negativos. En el sector público, si bien la deuda se encuentra en niveles sostenibles, ha aumentado sostenidamente desde hace más de una década y la pandemia obligó a utilizar una parte relevante de los ahorros acumulados.
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Actualmente nos enfrentamos a diversas amenazas externas que podrían generar un deterioro significativo de la liquidez global -subidas de tipos en EE. UU., desaceleración en China, guerra en Ucrania, por citar algunas-, lo que podría implicar subidas bruscas de los tipos de interés y aumentos de las primas de riesgo . Internamente, nos enfrentamos a un proceso de ralentización, por el momento moderado, pero que podría acentuarse, con efectos negativos sobre el empleo y la situación financiera de familias y empresas.
Dos años y medio de violencia, incertidumbre y algunas malas políticas públicas han transformado a nuestro país en algo más parecido a un país latinoamericano promedio, han debilitado parte de nuestras fortalezas institucionales, económicas y financieras construidas durante décadas y nos han vuelto más vulnerables ante futuros escenarios adversos.
En este contexto, es importante no insistir en iniciativas que profundicen los desequilibrios económicos, pero, además, es necesario que las políticas públicas que impulse el gobierno en el futuro no sigan aumentando la incertidumbre y, por el contrario, contribuyan a generando certidumbre y recuperando la confianza en la economía.
Coordinador del área de macroeconomía de Clapes UC.
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