Dicen que un león arruinó una jungla remota. Fauna vivía asediada por el hambre, el miedo, la pobreza, la sequía, la soledad de la vejez. Los animales soportaron sus dificultades con la esperanza de un futuro mejor. De vez en cuando se conocieron en una bulliciosa asamblea, desde el Tucán hasta el rinoceronte y de la rana al elefante, para elegir entre los suyos hasta los que los destinos de esa población pobre estarían a cargo de un nuevo período. El león, en cada ocasión, de una roca imponente que lo destacó en su enormidad, fuerza y esplendor, ordenó silencio y, con rugido atronador, exclamó: “¡Habrá comida para todos los animales, habrá paz! ¡Derrotaremos a los cazadores que asesinan a nuestros cachorros! ¡Habrá cuidado de las paradas viejas y la lluvia permitirá los mejores cultivos! El pueblo, atónito con lo oratorio y convencido de la sinceridad de sus promesas, renovó su mandato como concejal de su destino.
Este año juega chilenos para elegir un presidente. Nadie argumenta que la violencia, el tráfico de drogas, el devastador estancamiento de la economía, el endeudamiento fiscal serio, la corrupción de ciertas autoridades y sus amigos que han robado a las manos llenas. La demagogía ha sido, desde que Aristóteles lo denunció, una herramienta de estrategia política tan siniestra como efectiva, como exalta las emociones, exacerba la ira, estimula los prejuicios y explota los resentimientos. Por eso atrae a las masas. La propuesta de una nueva constitución, por ejemplo, fue la atracción y el entusiasmo por la retórica que reclama con la que se presentó. Sirvió para elegir los reales convencionales que aprovecharon una sensación de injusticia en el tratamiento de personas en salud o pensiones, o en el desacredit de algunos poderes del estado, como el parlamento y la justicia. Si el intento hubiera lanzado, seríamos capturados por una tiranía política que buscaba poder sin contrapesos o saldos democráticos y no la solución de esos problemas.
La historia muestra innumerables ejemplos de líderes demagógicos que aprovecharon su carisma a expensas de gran parte del mundo y que diariamente nos recuerda cuán miserables somos frente a él.
Nuestro país puede ser víctima de este flagelo porque los problemas que lo afectan son de tanta profundidad y las personas han experimentado tanto daño, que las soluciones radicales prometedoras pueden ser un imán para capturar a los cientos de miles de víctimas chilenas de inseguridad, la falta de oportunidades, el retroceso económico, la frustración. Cada fábula deja una enseñanza: no es necesario ser encarnado por falsificadores y mentirosos y menos para aquellos cuyas promesas electorales solo parecen reconocer al cielo como un límite.
Por Álvaro Ortúzarabogado