Aunque SIMCE es una medida limitada del aprendizaje escolar, sus resultados de 2024 nos dan un mensaje claro: la educación chilena está en movimiento y ha mostrado una notable capacidad de recuperación postpandemia. A pesar de las visiones negativas que generalmente predominan en el debate público, la evidencia muestra que nuestro sistema escolar, principalmente gracias al trabajo profesional de sus comunidades, no solo resistió bien los efectos de la crisis, sino que está mejorando. En la sala básica, se registró el mejor resultado ya que hay mediciones comparables, tanto en lectura como en matemáticas. Además, este avance se explica principalmente por el progreso del aprendizaje en los sectores más vulnerables, por lo que las brechas se acortan por nivel socioeconómico. En el segundo medio también hay una tendencia ascendente, inédita en la última década.
Otro hecho de que este Simce salga es que la educación a cargo de Slep (Servicios de Educación Pública Local) muestra nuevamente un progreso importante. Las escuelas y las escuelas secundarias bajo esta nueva institucionalidad han mejorado más que el promedio del sistema municipal en casi todas las medidas. Las cohortes Slep 2018 y 2019, allí donde esta reforma está más consolidada, mostraron aumentos significativos en su desempeño en todas las evaluaciones (excepto la lectura media). En la habitación básica, los aumentos obtenidos de LIP que les permitieron revertir la caída experimentada con la pandemia y superar los niveles de aprendizaje antes de la crisis. En la educación secundaria, la tendencia también es generalmente positiva. Con estos datos sobre la tabla, no tiene sentido continuar sembrando la desconfianza con respecto a una reforma que avanza en la dirección correcta, por lo que el esfuerzo debería concentrarse en perfeccionar su diseño y mejorar su implementación.
Por supuesto, estos avances no deberían llevarnos a ninguna complacencia, ya que los desafíos son muchos y obvios; Entre ellos, el mantenimiento o expansión de las brechas de género, que deben abordarse con una mayor decisión; También es necesario monitorear la generación que pagó la sexta prueba básica y que aparentemente es una de las más afectadas con la pandemia; Y, lo más importante, los niveles de aprendizaje (donde la recuperación ha sido insuficiente y hay una larga historia de dificultad mejorada) deben leerse como el síntoma de un problema más estructural de la educación secundaria y su capacidad para responder de manera pertinente a la realidad de nuevas generaciones de jóvenes. Las políticas de los próximos años deben centrarse en estos y otros nudos críticos, ajustando reformas recientes y priorizando nuevas estrategias, nacionales y enfocadas, que mejoran la experiencia escolar y el aprendizaje esencial de los estudiantes. En un año en el que el país discutirá nuevamente su futuro, es esencial que la educación se recupere, con suerte bajo un diálogo constructivo, un lugar prioritario en la agenda pública.
Por Gonzalo Muñoz StuardoFacultad de Educación, Universidad de Diego Portales