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Columna de Javiera Arce Riffo: Repensar las organizaciones políticas
El proyecto de nueva Constitución tiene una breve mención a las organizaciones políticas, lo que ha alertado a los sectores que lo han ocupado para que lo rechacen. Si bien la Constitución de 1980 tiene un mayor detalle, no debemos olvidar que dicho marco legal consideraba a los partidos como organizaciones privadas hasta la reforma de 2015, sin financiamiento público y escaso control. Lamentablemente, ya sabemos que todo terminó con un escaso escándalo de descuido y un concubinato entre la política y el dinero.
Para bien o para mal, la crisis de legitimidad de las organizaciones de intermediación política es mundial, por lo que es necesario repensar los partidos. Yanina Welp afirmó que la democracia no funciona sin partidos, pero tampoco funciona con ellos. Es fundamental mirar la representación política. ¡Los partidos funcionan mal, sin duda! Son cajas negras que no sabemos muy bien cómo funcionan. Estos ahora tienen niveles más altos de financiación y regulación, pero se están volviendo más débiles y menos legítimos, dijeron Katz y Mair.
Introducir una distribución equitativa del poder entre bases y élites; controles verticales; que la propia militancia pueda exigir cuentas a sus líderes se convierte en un desafío que, en el marco de la nueva Constitución, podría ser aprovechado. Asimismo, la descentralización, que las regiones podrían tener un contrapeso al excesivo centralismo, ya que la parlamentarización (patrona parlamentaria del estado) y todas las decisiones tomadas desde Santiago, han profundizado las zonas marrones de la democracia.
Otro aspecto es la paridad. En 2015, a pesar de la indicación introducida por un grupo de parlamentarios, como Clemira Pacheco, se descartaron los cupos en las juntas directivas, quedando solo para órganos intermedios. La nueva Constitución define la democracia como igualitaria, equilibrando el poder interno en todos los niveles. Sin embargo, hay un aspecto siempre olvidado pero crucial, la dimensión deliberativa de los partidos.
La dictadura instauró un vaciado de contenido político e ideológico en la política misma, transformando a los partidos en máquinas electorales y trasladando las decisiones de política pública a la tecnocracia. La militancia quedó en el olvido, y quedó relegada a la disputa del poder interno. Una de las perspectivas que abre este diagnóstico es invitar a la militancia, especialmente a quienes viven la política pública y habitan los territorios, a devolver desde su propia experiencia a sus líderes sus opiniones sobre los hechos que ocurren en las zonas de conflicto. , como La Araucanía, o en las zonas de sacrificio. Este pequeño ejercicio podría significar un realineamiento de los partidos políticos con sus promesas, ideas y programas.
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