Dicen que Churchill, mientras mantenía una reunión con su gabinete en plena Segunda Guerra Mundial, un ministro le preguntó, dada la estrechez fiscal, cómo pensaba equilibrar el gasto militar con las necesidades de gasto social. El líder británico respondió: “Primero ganamos la guerra, luego ganamos la paz”. En otras palabras, en tiempos de estrechez, priorizar es una tarea esencial.
En ese contexto, si habrá o no dinero para el próximo gobierno es la cuestión que ha estado en el debate en los últimos días. Para formarse una opinión es imprescindible revisar los principales datos fiscales.
1. Brechas fiscales: Esto es lo que se conoce como diferencia entre el nivel de gasto compatible con las metas fiscales y el gasto ya comprometido. Si esta diferencia es positiva, significa que habrá margen para aumentar el gasto; Si es negativo indica lo contrario. El gobierno anterior entregó las finanzas públicas para el período 2023-2025 con una holgura fiscal estimada en US$15.600 millones, cifra que fue confirmada por la actual administración en su primer Informe de Finanzas Públicas (IFP) publicado a principios de 2022.
Mientras tanto, el futuro gobierno recibirá las arcas fiscales, según las más recientes proyecciones del Ministerio de Hacienda, con superávits fiscales negativos de US$ 312 millones para el período 2026-2029. Esto significa que, de esta forma, no habrá margen para financiar nuevas iniciativas.
2. Ahorros: La actual administración recibió un nivel de ahorro público equivalente a 6,3 puntos del PBI. Las estimaciones más recientes de la autoridad fiscal indican que lo entregará al próximo gobierno con un saldo de 3,4 puntos del PBI, es decir, cerca de la mitad de lo recibido.
Es importante recordar que este nivel de ahorro es insuficiente, tal y como advierte el Fondo Monetario Internacional, que al mismo tiempo ha recomendado al Tesoro reponer el ahorro público hasta niveles de entre 5 y 7 puntos del PIB para afrontar adecuadamente futuras crisis económicas o contingencias.
3. Deuda pública: Al final de este gobierno, la deuda bruta estará a sólo 3 puntos del PBI de alcanzar su nivel prudente, definido en 45 puntos del PBI. Esto sugiere que la próxima administración no tendrá mayor margen de endeudamiento, ya que, de lo contrario, el país quedará sin margen de acción para afrontar futuras contingencias.
En resumen, la próxima administración recibirá finanzas públicas sin espacio para financiar nuevos programas, con un nivel insuficiente de ahorro que debe recomponerse y con un margen muy limitado para aumentar la deuda pública.
Entonces, ¿cómo se financiarán las prioridades del futuro gobierno?
Repasemos las dos principales fuentes de financiación:
• Ingresos permanentes: Incluso si se implementara un conjunto de medidas pro crecimiento, como las propuestas por la Comisión Marfán, su impacto sería marginal sobre el PIB tendencial, que es lo que permite gastar más y probablemente dé frutos en el gobierno que asuma el cargo. .
En cuanto a las exenciones fiscales, que actualmente equivalen a 2 puntos del PIB, su eliminación será objeto de fuertes resistencias políticas y de grupos de interés. Como también será inevitable, ante este escenario fiscal estrecho, las presiones para llevar a cabo una nueva reforma fiscal.
• Gasto público: Para implementar un conjunto de medidas de austeridad y eficiencia, junto con la priorización de recursos públicos, la ventana principal se abrirá durante los primeros meses del futuro gobierno. Estos ajustes podrían generar hasta 1 punto del PIB en espacio fiscal. Por supuesto, poder materializar lo anterior tendrá un alto costo político y requerirá acuerdos.
Como podemos concluir, tanto en las alternativas para incrementar la recaudación tributaria permanente, como en la búsqueda de espacios en el gasto público, la historia reciente nos ha demostrado que el principal desafío para materializarlas radica en la economía política. Esto explica por qué no se ha podido avanzar durante décadas, a pesar de su claro diagnóstico.
En resumenAnte este escenario fiscal acotado que se perfila hacia el futuro, Chile debe retomar dos prácticas esenciales. El primero es avanzar en un acuerdo técnico y transversal lo más amplio posible sobre los temas claves para el progreso del país, y definir un mecanismo de financiamiento sostenible. Y lo segundo, como nos recordó el buen Churchill, es realizar una tarea no muy distinta a la que la mayoría de las familias chilenas hacen cada mes con su presupuesto, y que en el arte de gobernar se llama: priorizar.