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Columna de Rolf Lüders: Volver a los acuerdos

Martina E. Galindez

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¿Puede Chile escapar de la trampa de los países de renta media? Esto se refiere a un fenómeno que parece afectar a la mayoría de los países, como el nuestro, con ingresos medios-altos. Por diversas razones, la productividad se estanca en estas naciones y no logran dar el salto al desarrollo.

En el caso de Chile, dicho estancamiento comenzó en 2005, pero se agudizó una década después. Es un fenómeno complejo, pero sin duda asociado a las políticas públicas. Por eso no sorprende que sucediera en Chile cuando se cambió la estrategia de desarrollo, de una con énfasis en el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, a una en la que se empezó a privilegiar la redistribución. El problema se agravó con el cambio de la ley electoral en 2015, que agudizó la división política, desalentando acuerdos y compromisos.

Entre 1990 y 2005 se destaca el papel virtuoso de las instituciones -incluyendo, por supuesto, el estado de derecho- en el rápido crecimiento económico y la correspondiente reducción de la pobreza. Cabe señalar que este crecimiento se logró sin modificar los índices de desigualdad, que -si acaso- mejoraron levemente. Es un período en el que se privilegiaron acuerdos políticos legítimos, que permitieron implementar grandes cambios institucionales sin afectar -por previsible- las tasas de inversión. Trabajos como Jadresic y Zahler (2000) y Perry y Leipziger (1999), aunque no abarcan todo el período mencionado, destacan el papel de la calidad de las políticas públicas y el papel clave de los acuerdos políticos en el desempeño sobresaliente del país.

En 2005, Chile había avanzado enormemente en materia económica y social, pero como es normal, aún padecía múltiples problemas, entre ellos la desigualdad. No hubo consenso sobre cómo enfrentar esto último y se inició entonces un período de creciente polarización política, que culminó con el estallido social de 2019, crisis que fue superada con la creación de la Convención Constituyente (CC). La propuesta de este último -que en su elaboración y en la práctica sólo tendía a considerar las preferencias de una parte de los convencionales- no ha sido lo esperado por la mayoría, tanto que según las encuestas actualmente disponibles probablemente será rechazada.

Esto abre una ventana de oportunidad para acordar en el Congreso -tras el plebiscito y sin mayores presiones- un mecanismo que permita redactar una nueva Constitución que nos represente a todos. Sin embargo, para salir de la trampa de los países de renta media también es imprescindible volver a la cultura de los acuerdos, y para ello es condición sine qua non adoptar un esquema electoral que -como el uninominal sistema- los alienta.

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