Durante un poco menos de una década, los seis días del festival tienen una fijación especial con espectáculos humorísticos. Durante esos días, los chilenos nos transforman en especialistas en ingenio, ocurrencia e ironía. Bajamos o subimos el pulgar de acuerdo con lo que nos causa (o no) risas y tenemos discusiones bizantinas que explican por qué un comediante derecho o falló en su rutina.
Juan Pablo LópezEl cuarto humorista de esta versión 2025, cargada en principio con varias letras a su favor. Aunque tiene un millón de seguidores en Instagram, su rostro no es bien conocido por el público en general. Que asumió la responsabilidad. Y estar en una noche en la que Rock es el protagonista también lo ayudó porque, supuestamente, el auditorio es más relajado y menos solemne.
El comediante ingresó a algo auto -consciente, co -one y con un lenguaje facial severo, casi inexpresivo. Parecía sentir el peso de la noche. Ese nerviosismo se exacerbó cuando la galería comenzó a gritar por un daño en la iluminación e interrumpió brevemente el espectáculo.
López apretó y abrió su puño de su mano izquierda, con los ojos fijos, algo perdido, como si estuviera revisando mentalmente lo que vino después. Poco a poco fue liberado, mostrando confianza y mejora.
Aunque se tambaleó con ese humor novedoso, heredero de Dino Gordillo, diciendo que sacaron los piojos con parafina en su infancia y que los niños contemporáneos estaban aburridos si no tenían una obra de teatro, a diferencia de él que se entretenía con dos palos imaginando que jugaba con una manera, pronto se estaba enfocando y enfocaba su guión en los temas de la vida diaria.

Las vicisitudes de la existencia familiar, en lo que se basó en los dos comediantes chilenos que estaban antes en el quinto -George Harris no se dirigió a nada, dieron paso a situaciones cotidianas. Ese giro generó adhesión en el auditorio. Retrató con humor el colapso del vecindario de Meiggs y analizó la escalada, y, en este punto, normalidad, del crimen en Santiago. Ese clic fue la clave maestra.
Ahí todo cambió. Aunque todavía estaba concentrado y con un rictus impertubible que recordaba al humorista español EugenioLanzó y ganó su espacio. Proporcionó una breve reflexión política, algo en lo que había sido más agudo en su debut en Viña 2017, hizo algunos chistes sobre Puerto Ric y estaba renovando pinceladas humorísticas con un viejo comercio de zorro.
Con el auditorio más domesticado, generó uno de los momentos más divertidos cuando preguntó si alguien en la audiencia sacaba cocaína. Hubo un segundo silencio y luego se ríe. Tantos como cuando se quejó de un sonido de guitarra molesto que, aparentemente, dejó uno de los altavoces frente a él. Con la capacidad de entretener, el auditorio reconoció su esfuerzo y le entregó dos gaviotas. El BIS, con el desprecio generado por los corredores que publican en las redes sociales su entrenamiento y su vida saludable, y las diferentes facetas de los que ronquen, terminaron con el programa anterior, con la despedida perfecta. Juan Pablo López estaba más tranquilo que en su debut en La Quinta, pero tiene una chispa y comedia en sus representaciones. Fue una noche de éxito en la que lo miró.