En medio de las crecientes preocupaciones sobre el impacto ambiental de la inteligencia artificial (IA), una nueva perspectiva está ganando terreno: la ai No solo podría evitar ser parte del problema climático, sino también conviértase en una de las herramientas más poderosas para resolverlo. Esto es planteado por un artículo reciente del periódico inglés The Economist, que explora cómo esta tecnología podría ayudar a descarbonizar las industrias más difíciles de limpiar.
En los últimos años, el auge en el uso de IA ha estado acompañado por un aumento significativo en el consumo de energía. Se calcula, por ejemplo, que Una sola consulta en ChatGPT consume diez veces más energía que una búsqueda tradicional en Internet. En consecuencia, el aumento de estas tecnologías ha contribuido a las emisiones de gases de efecto invernadero de gigantes tecnológicos como Google y Microsoft disparan hasta un 50% en unos pocos años.
Sin embargo, a pesar de estas cifras alarmantes, el periódico inglés llama para evitar la sensación de catástrofe. En términos concretos, los centros de datos, el corazón de la IA, representan el 1.5% del consumo global de electricidad. Y la mayor parte de ese porcentaje proviene de actividades diarias como transmisión de video o redes sociales, no de la propia IA. Aún más: Bien utilizada, la inteligencia artificial podría ser un aliado fundamental en la transición energética.
Gracias a su capacidad para analizar grandes volúmenes de datos y optimizar procesos complejos, la IA ya tendría impactos concretos en la reducción de las emisiones. El esta ayudando Mejorar la eficiencia de las redes eléctricasa Optimizar el consumo de combustible En transporte marítimo ya detectar fugas de metano (Uno de los gases de efecto invernadero más potentes), que sería imposible identificarse a simple vista.
El desafío, dice el economista, no es técnico, sino político e institucional. Los gobiernos y las grandes empresas de tecnología tienen la responsabilidad de maximizar estos beneficios y minimizar los impactos negativos. Aunque la solución ideal sería establecer un precio global de carbono, todavía parece distante. Por lo tanto, el artículo propone tres medidas inmediatas.
El primero es avanzar en Transparencia energética. Hoy, calcular cuánta energía realmente consume modelos de IA es un desafío difícil. A partir de 2026, la Unión Europea requerirá que ciertos desarrolladores de IA denuncien su consumo de electricidad en detalle. Una medida que podría replicarse en otras regiones del mundo.
La segunda recomendación es reformular la operación de los centros de datoshaciéndolos más flexibles para que puedan adaptarse al suministro intermitente de energías renovables como la energía solar o el viento. Esto incluye la posibilidad de transferir cargas de trabajo entre centros ubicados en diferentes áreas de tiempo, de modo que la energía disponible se use mejor.
Finalmente, el compañías de tecnología para cumplir con sus promesas climáticas. Muchos de ellos, como Microsoft, se han comprometido a ser carbono neutral en esta década. Pero estos objetivos generalmente descansan en el uso de créditos de energía renovable, una estrategia con beneficios limitados y cuestionables desde el punto de vista contable. Sin embargo, una alternativa más efectiva sería utilizar su poder adquisitivo para aumentar directamente la construcción y la expansión de la energía limpia, incluidas las opciones menos exploradas como la geotermia o la energía nuclear.
Esta visión más equilibrada del entorno británico sobre el papel de la inteligencia artificial en el cambio climático no se trata de ignorar la huella ambiental, sino de centrarse en cómo las nuevas tecnologías pueden ser parte de la solución.