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Cristián Campos: “La amenaza de una denuncia por este supuesto abuso sexual la hemos sufrido hace 14 años”
Hace un mes, la vida de Cristián Campos (67) cambió para siempre. La tarde del martes 26 de marzo, la Fundación para la Confianza informaba a través de sus redes sociales que había presentado una querella contra el actor por presuntos abusos sexuales cometidos en contra de la psicóloga Raffaella di Girolamo (46), hija de su exesposa, la también actriz Claudia di Girolamo.
Esa misma jornada, la familia Di Girolamo difundió una carta donde apoyaba la acción judicial y entregaba más detalles del hecho: “Hace un tiempo atrás, gracias a la valentía y entereza de Raffaella di Girolamo, nos enteramos de su abuso sexual reiterado cometido por parte de Cristián Campos Sallato. Este abuso comenzó a los 13 años, cuando ella era menor de edad. Se prolongó hasta sus 16, 17 años, mientras él era parte de la familia y padre de sus hermanos”, señalaba el escrito. Días después, la misiva fue compartida en sus respectivas redes sociales por los dos hijos del intérprete con Claudia di Girolamo, Antonio y Pedro Campos.
La querella fue presentada por el abogado Juan Pablo Hermosilla en el 34° Juzgado del Crimen y fue declarada admisible. La defensa de Campos -el estudio Cortés y Rodríguez- solicitó el acceso al sumario. Sin embargo, el juez Edgardo Gutiérrez resolvió que “no ha lugar”, por tanto, el actor aún no tiene acceso a la querella ni conoce el detalle de la denuncia.
Sentado en su departamento en Las Condes, Campos es el primero de los involucrados en aceptar dar su versión de los hechos.
A un mes de esta denuncia, ¿cómo ha vivido este período?
Es difícil explicar y encontrar un adjetivo que defina lo que le pasó hace un mes a mi vida en vísperas de Semana Santa. Lo más parecido como imagen es una bomba de racimo, algo que es como una muerte, una muerte en Semana Santa. Algo que termina con tu vida como tú la conocías hasta ese momento y que, si lo piensas un poco, resulta más o menos irreversible, por la gravedad del cargo que se te acusa.
A nivel familiar ha sido devastador, porque salpica a mi mujer, a mi hija, a la familia de mi mujer que vivió algo similar, pero con una acusación real hace unos años. A mi familia, a mis hermanos. Es algo de unos alcances inusitados. Uno lo ve en la prensa y dice ‘pucha, qué mala suerte’, pero vivirlo es algo que yo nunca me imaginé que fuera a ser tan devastador, como que me hubieran despojado. Me despojaron de mi vida, de mi trabajo. Es como un exilio. Yo me imaginaba que esto era como ir en un tren con amigos, trabajando, y de pronto paras en una estación, te bajas, el tren sigue y tú quedas solo en la estación, detenido, y el tren sigue a 200 kilómetros por hora. Hay una sensación de abandono, sin que tú sepas exactamente por qué te bajaron del tren.
Cuando se difunde esta querella por redes sociales, ¿qué antecedentes tenía usted al respecto?
Sí, eso es bien curioso, porque el abogado Hermosilla dijo en alguna declaración que la Fundación para la Confianza me había avisado oficialmente hacía un mes de esta demanda y eso no fue así. No tuve ninguna información oficial ni extraoficial, pero sí mi mujer (la actriz María José Prieto) y yo sabíamos de esta situación hace mucho tiempo, desde que nos casamos.
Hace 14 años que Raffaella nos informó que yo la había abusado y que me iba a arruinar la vida. Y de ahí para adelante ha sido una cadena de 14 años de amenazas por distintos medios, por WhatsApp, por correos, por llamados telefónicos, todos muy agresivos, todos muy violentos, anunciándome que iba a hacer una denuncia por este supuesto abuso sexual que habría ocurrido 20 años atrás. Entonces sí, es como la crónica de una demanda anunciada. Esto (la amenaza de una denuncia por supuesto abuso sexual) no solo lo supimos hace un mes, sino que lo hemos sufrido hace 14 años.
Hace 14 años, ¿en qué contexto ella dice que usted la había abusado?
Yo a la Raffaella la conocí cuando ella tenía tres años y estuve con ella hasta que me separé de su mamá, y ella tenía 17 o 18. Hasta ese momento, hasta donde yo entiendo, tuvimos una relación muy buena. Ella me decía “papá”, vivíamos familiarmente con mis hijos y ella y la Claudia, y a pesar de una adolescencia difícil, como son todas las adolescencias, con peleas con su mamá y tal, nosotros siempre tuvimos una muy buena relación, donde yo era prácticamente su papá.
Luego me separo de Claudia y me voy a vivir a una parcela y me llevo a mis hijos todos los fines de semana, siempre estoy con ellos, los voy a dejar al colegio en la mañana, porque me angustia mucho no estar con ellos. De ese momento para adelante, Raffaella, de alguna manera, supongo yo por sentido común, se puede sentir desplazada de la relación de paternidad que teníamos antes y empieza a mostrar un carácter un poco más beligerante conmigo y con mi polola. Yo me pongo a pololear y ella es muy hostil con mi polola.
¿Quién era su polola?
La Sandra O’Ryan. Actriz. Y era bien incómodo, porque ella era muy invasiva y era difícil para mí pololear, puesto que estaba todo los fines de semana con mis hijos y de pronto llegaba Raffaella y era invasiva con ella.
¿De qué manera usted dice que Raffaella era invasiva con su pareja de esa época?
Por ejemplo, la Sandra me celebraba el cumpleaños y preparaba todo, invitaba a mis amigos, preparaba una torta y llegaba el momento de cantar el cumpleaños feliz y aparecía la Raffaella con la torta y las velas, cantándome cumpleaños feliz y le robaba de alguna forma toda la fiesta a la Sandra, que se había esforzado junto a su hija a prepararme la fiesta. Era invasiva y yo lo entendí como que eran mañoserías de niña. En fin, no le di mayor importancia, aunque me dificultaba mucho mi relación con mi polola.
Si esos aspectos lo incomodaban, ¿no lo pudo hablar con ella? ¿Con su exesposa Claudia di Girolamo? ¿No pudo poner freno a actitudes que, según su relato, lo incomodaban?
No, no. En general la relación con la Claudia nunca ha sido muy fluida, sin embargo, nos llevábamos bien. Pero como después de mi separación siguió existiendo una relación de alguna forma de paternidad, donde Raffaella recurría a mí cuando quería tomar un curso de inglés o comprarse ropa. Yo de alguna forma seguí siendo su papá, porque su papá estuvo ausente y no me pareció grave, me pareció que se estaba adaptando a mi nueva situación de hombre separado con polola.
Hace 14 años que Raffaella nos informó que yo la había abusado y que me iba a arruinar la vida”.
Pero luego ocurrió en serio y yo me enamoré de María José, mi actual mujer, y me puse a pololear con ella y ahí como que Raffaella subió el nivel de hostilidad, era agresiva con ella, inventaba cuentos, y fue muy delicado, porque en ese momento mi mujer, María José, estaba en pleno juicio por la acusación a su padrastro por el tema de un abuso, de varios abusos, que fue un juicio muy largo y fue muy doloroso para mi familia política, que hoy día es mi familia.
Entonces confluyeron cosas complicadas, como ese juicio largo y muy publicitado. Recuerdan ustedes que fue de las primeras denuncias que llegaron al juzgado. Mi mujer y su hermana tuvieron mucha exposición pública, yo estaba ahí en la familia, y fue atroz, fue muy duro. Y en eso, nosotros nos casamos, la Raffaella va al matrimonio con sus dos hijos, ella ya había tenido a sus mellizos, unos rucios muy buen mozos, y era puro amor, y todo bien, pero (existía) esta cuestión fluctuante, como ambivalente de amor y odio hacia nosotros.
En la etapa del amor, una vez que tenemos a nuestra hija, sigue el tema del juicio, la Raffaella tiende como a invadirnos, especialmente a la María José, que recién había dado a luz; ella quería su privacidad, estaba un poco agobiada por lo de su padrastro. Yo recuerdo que hago una declaración, una entrevista, en que estoy dichoso por haber tenido a mi primera hija mujer y eso la ofende a Raffaella. Y el clima está muy enrarecido. Mi mujer está muy agobiada, está dando papa. La Raffaella exige atención, me pide que vayamos a comprar un bolso para regalarle a mi hija, vamos, elegimos el bolso, lo pago yo, me lo llevo, interrumpimos a la María José, hasta que la María José se aburre y le pide que no vuelva a la casa sin ser invitada, porque estamos en un momento privado, difícil. Y bueno, se ofende, Raffaella ahí se va y perdemos contacto con ella. Y justo viene la condena a (José) Ramírez, que es el padrastro de la María José, lo condenan para ir a la cárcel. Pasa un poco tiempo y yo recibo el llamado de Raffaella, que me extraña, porque estaba muy enojada con nosotros, donde ella me comunica que…
¿Dónde estaba usted ahí?
Yo estaba grabando una película en el norte, una película sobre los mineros, Los 33, pero una versión española que no vio nadie. Estaba yo ahí en la noche grabando y me llama Raffaella. Y yo le digo “¿Raffa?”, y me dice: “Te llamo porque tuve un flashback y descubrí que yo también fui abusada por mi padrastro”. El padrastro era yo. Yo grabando en el norte, muerto de frío, en el desierto, en la noche, ella diciéndome esto, yo la verdad es que no entendí, no me hice cargo del asunto. Le pregunté que a qué se refería, si estaba hablando en serio, que cómo, que cuándo, de qué estaba hablando, qué es lo que era un flashback.
Ella está muy alterada y me dice que… no me da ninguna explicación y en cambio me dice que me va a cagar la vida, con esas palabras, y corta. Y ahí empieza una cadena de mensajes de ella hacia mí amenazándome por WhatsApp, que me va a denunciar, me escribe unos correos tremendos, me llama por teléfono cuando yo estoy comprando con mi hija en el mall para prohibirme que vaya a la playa, para prohibirme ir al teatro cuando ella va al teatro. Una serie de agresiones que yo no sé mucho cómo manejar, porque desde el momento en que ella descubre con su flashback que fue abusada, no me denuncia ni le advierte a nadie, ni a su madre, ni a su hermano, ni a nadie, sino que se dedica a amenazarme con estos mensajes, que a mí me tienen sumamente inquieto, porque yo estoy absolutamente seguro de que no participé en esos flashbacks o como sea que se llamen.
Estoy seguro de que jamás hice algo, ni siquiera parecido que pudiera ser interpretado como eso. Pero estoy casado, en una situación con una hija chica que está entrando al colegio, y yo digo ‘si esta señorita de pronto levanta la mano y denuncia, la tendencia social era creerle a la supuesta víctima’. Entonces… y yo tampoco reacciono, y le digo a mi mujer ‘compremos algo de tiempo, esperemos que nuestra hija crezca, cuando esté en condiciones de nosotros explicarle de qué se trata de esto, lo hablamos y lo abrimos, y eventualmente hacemos una contrademanda, porque esto ya era extorsión’.
Yo me pongo en contacto con Carlos Cortés, que es mi abogado, que es el mismo abogado que condenó a Ramírez, el padrastro de la María José, y le muestro los mails, y le muestro el material y me dice ‘estos son delitos. Tú te puedes querellar’, pero para querellarme, decía yo, tengo que denunciarlo y ahí voy a aparecer como el presunto abusador y mi hija todavía no está preparada para esto. Entonces dejamos correr el tiempo.
¿A qué se refiere con “comprar tiempo”?
Comprar tiempo, como dicen los gringos, en el sentido de ganar tiempo. Aguantando sus amenazas. Pero cuando uno estaba convencido de que uno era el enemigo de ella y que uno era el supuesto abusador, ocurre el 2014 que muere mi madre. Éramos muy cercanos y yo estoy en la iglesia y aparece Raffaella, y me abraza llorando a mares y me consuela. Me dice todo lo que me quiere, insiste en acompañarme al cementerio. Mi mujer no entendía este amor súbito que le había bajado.
Entonces, esa presencia de la Raffaella en esa situación, jugando de nuevo con mis emociones, manipulando de nuevo la situación, a mí me afectó más de lo habitual y lo encontré abiertamente una crueldad. Un juego siniestro de amor y odio.
¿Cómo podría explicar usted entonces que una actitud que usted califica de “invasiva” culmina en una querella por abuso sexual?
Bueno, yo tengo más preguntas que respuestas, francamente. Obviamente hemos tenido asesoría psiquiátrica y legal, por cierto. Y mi defensa maneja ciertas teorías, pero para eso estará el juicio, yo creo, porque me parece irresponsable exponer teorías que no se han probado, porque la cosa va empeorando, es decir, va crescendo. Después del funeral de mi mamá, vuelven las amenazas y vuelven los mensajes, vuelven las llamadas manteniéndome en un estado de alerta permanente.
Pero de las amenazas privadas pasamos a otra modalidad que yo de repente descubro. Estoy grabando una teleserie y descubro por comentarios del elenco que la Raffaella está esparciendo rumores públicos en mi lugar de trabajo de que me va a demandar por abuso.
¿Eso cuándo ocurrió?
En la última teleserie que hice que fue Verdades ocultas. Entonces, yo digo, esto ya es otra cosa. Las productoras, las maquilladoras, sabían este asunto. Ustedes saben que después de la pandemia costó mucho encontrar trabajo, esta teleserie nos había salvado ya un par de años y me prometen seguirme contratando en los próximos proyectos. Pero de pronto me doy cuenta de que no hay más proyectos para mí. Las marcas que yo representaba me quitan su representación sin ninguna explicación. Productoras audiovisuales con las que yo había trabajado muy bien, y que habían quedado también de incluirme en próximos elencos, dejan de contestarme los llamados y, de pronto, para solucionar mi cesantía, invento un monólogo y llamo a mi hijo Antonio para que me lo dirija (la obra Restos).
Estrenamos en el teatro de la Católica. Hacemos dos temporadas, nos va bien de crítica, de público. Y nos preparamos para hacer una próxima temporada, cuando la Raffaella le informa a mi hijo Antonio que no puede trabajar conmigo porque yo la abusé cuando chica. Se demoró 14 años en contarle y le contó cuando nosotros estábamos trabajando juntos en un momento de mucho fiato, de mucha intimidad. Fue a fines del año antepasado.
Pero de pronto me doy cuenta de que no hay más proyectos para mí. Las marcas que yo representaba me quitan su representación sin ninguna explicación”.
Y el año pasado yo sigo solo con mi monólogo y me voy al teatro Zoco, cuyo director artístico es Pablo Halpern, y voy a hacer una temporada ahí. Y ahí, Claudia di Girolamo llama a Halpern para decirle que no puede contratarme, porque yo soy un abusador. Entonces ahí me queda clarísimo que ya no solamente me están amenazando, sino que están obstruyendo directamente mi trabajo.
Cuando Antonio y Pedro reciben la información de Raffaella, ¿qué le dicen a usted?
Ellos me dicen lo que les ha contado Raffaella, sin dar detalles. Yo les pregunto “¿cómo?, ¿qué?”. Y ellos me dicen solamente: “Es que ella tiene los síntomas de una mujer abusada”. Yo no puedo decir nada ante eso, pues yo soy un actor de teleseries, yo no soy un especialista en el tema. Ella, sin embargo, es especialista en el tema, ella conocerá los síntomas de una mujer abusada. Pero yo pienso ¿qué síntomas tengo yo de abusador? ¿Qué síntomas ven ellos de abusador en mí después de una vida juntos? Después de cien veraneos, campings, fiestas compartiendo con adolescentes, hijas de pololas, hijas de amigos, primas, sobrinas. ¿Cuáles son los síntomas que ven ellos en mí para creer que yo pueda ser un abusador?
¿Y ahí se quiebra la relación con sus hijos?
Lógico, porque Antonio me dice “yo no voy a seguir trabajando contigo”. Gente cercana y más sabia que yo me hace entender que es natural, que ellos no tenían otra alternativa.
¿Por qué?
Porque me dicen “ellos son millennials, ellos se deben a su tribu”. Esa generación a la que ellos se deben, con la que ellos trabajan, es una generación muy reactiva a todos los temas de género, a la defensa de las minorías. Es la generación que inventó el macho violador. Para ellos es imposible no ubicarse del lado de la supuesta víctima, más aún si la víctima es su hermana, aunque su padre sea el supuesto acusado abusador. Ellos no pueden, porque es demasiada la presión. Ellos trabajan con sus compañeras de trabajo que los presionan para apoyar la causa de la víctima, como es lo común en esa generación. Además, la gran influencia que tiene desde siempre su hermana y sobre todo su madre en ellos. De modo que yo, con esa explicación, me tranquilizo pensando que ellos, de verdad, en el fondo, no pueden creer que yo sea capaz de hacerle algo así a su hermana.
Pienso que es un apoyo más testimonial, más generacional, porque yo me pregunto si ellos saben o creen realmente que yo le puedo hacer daño a su hermana grande, ellos, como reacción lógica, deberían proteger a su hermana chica. Esa es la reacción lógica que se me ocurre. O sea, levantar la mano o llamar a mi mujer y decirle ´María José, ojo, que acabamos de descubrir que Cristián es abusador. Cuida a nuestra hermana´. Es lo lógico. Pero ellos no hacen eso. Ellos hacen todo lo contrario. Se alejan en silencio y nos cancelan a todos, no es consistente. Quizás es una película que yo me paso para tapar el sol con el dedo y no creer que ellos crean que yo puedo hacer una atrocidad como esa. Pero te repito, me parece difícil que ellos, creyendo que yo puedo abusar de una niña, no defiendan a otra niña que también es su hermana y en vez de eso la cancelen.
¿Ellos cancelaron la relación con su familia y también con su hermana menor, Julieta, su hija con María José Prieto? ¿Cómo ha sido eso?
Desaparecieron. ¿Cómo te lo explico?… (Silencio). Eso, sin duda, ha sido lo peor, como el golpe de gracia. Pero es parte de todo. Es un hecho que siendo muy importante denunciar y siendo muy importante para que la persona abusada se sane, es muy importante caer en cuenta que hay un porcentaje mínimo de denuncias falsas que causan mucho dolor y que destruyen familias enteras. Hay funas, hay cancelaciones, hay condenas, condenas de gente que va a la cárcel por acusaciones que luego se descubre que fueron mentiras de una mujer que estaba despechada o tenía algún severo desequilibrio de la personalidad. Entonces, cuando la gente ve en la televisión que es acusado de abusos sexuales y lo conversan en los programas, no se toma real conciencia de la seriedad que tiene eso. Hay gente que se suicida por las funas.
Creo que mis hijos, de verdad, en el fondo, no creen que yo pueda ser capaz de hacer algo así”.
Usted ha dicho que hace 14 años vive con la amenaza de esta denuncia. Usted en esos 14 años ¿no ha hecho una retrospección de cómo fue su vida con Raffaella y si en algún momento pudo haber alguna actitud suya que la llevase a pensar que fue víctima de abuso de su parte?
Por supuesto, por supuesto. Yo me hice psicoanálisis muchos años; después que pasó esta denuncia, volví. Es una eminencia, es un profesor de la Universidad de Chile, un psicoanalista. Analizamos por todos lados el asunto y no hay ninguna posibilidad, ni siquiera de una mala interpretación, porque estamos hablando de que yo estoy acusado de que hice una sucesión de abusos durante varios años. Entonces aquí no es cuestión de que se confundió porque se sentó en las rodillas del tío y se sintió abusada. Acá me acusan de una secuencia de abusos que no existieron en ningún sentido, nunca, porque no había posibilidad de que existieran, porque yo jamás abusaría de nadie. No soy así.
En el juicio supongo que va a declarar mi psicoanalista y va a dar cuenta de lo que es mi personalidad. Los pedófilos tienen patrones que están muy lejos de lo que es mi conducta. Yo no podría abusar de nadie, ni siquiera de un adulto, mucho menos de una niña, muchísimo menos de una niña a quien conocí a los tres años y crié durante 15 años con mucho cariño, y dándole todo lo que les he dado a mis hijos: mi tiempo, mi trabajo, mi paciencia. Es imposible. No está en mi naturaleza. No cabe en ninguna parte de mi historia algo así. En estos casos generalmente se aparecen otros casos que se detonan con la primera denuncia. Acá ustedes pueden contratar al FBI y no van a encontrar un testimonio mío con ninguna ahijada, sobrina, amiga, hija de polola, que se queje, que tenga la sospecha, la noción de algo parecido.
La carta que publicó la familia Di Girolamo es bastante clara con respecto al período en que usted habría abusado de Raffaella y dice que el abuso “comenzó a los 13 años” y se prolongó “hasta sus 16, 17 años”, mientras usted era parte de la familia y padre de sus hermanos. Entonces, ¿usted está seguro de que no hay ninguna actitud que se pudiese reconocer, categorizar o entender como un abuso, un agresión sexual o acoso sexual de su parte hacia Raffaella?
Habría que preguntarles a ellos…
Según ellos, en la carta dicen que sí hubo.
No, no, no. Ellos dicen que fue un período en que yo tenía acceso al amor familiar y comíamos todos los domingos con ellos. Pero yo interrogaría a cada uno de ellos si alguna vez vio alguna actitud sospechosa mía con la Raffaella o alguna actitud sospechosa mía con las otras niñitas que formaban parte de la familia. Una de ellas era la Mariana di Girolamo, con la cual estuve trabajando en una serie, yo hacía de su padre y trabajamos perfectamente e hicimos escenas preciosas. Y en ella jamás hubo un atisbo de sospecha o de molestia hasta que Raffaella viene con el cuento y, claro, adscriben a esa carta por una lealtad familiar. Pero yo desafío a que alguno de ellos, pública o privadamente, te pueda dar algún testimonio mío que lleve a sospechar algo como lo que dice la carta.
¿Usted cree que Claudia di Girolamo podría atestiguar en el proceso judicial algún tipo de conducta suya que pueda sustentar esta denuncia?
Me parece imposible. A ver, la Raffaella, después de 10 años de contarme a mí, le cuenta a su madre. Y su madre hasta ese momento no se ha enterado de ese supuesto abuso. Y yo durante todos esos 10 años tengo una relación perfectamente normal con la Claudia, veraneamos en el mismo balneario, solemos encontrarnos en cumpleaños. ¿Tú crees que, conociendo a la Claudia, ella si supiera de un abuso mío a su hija por más que pasara hace 20 años, no me volaría los sesos? ¿Tú crees que compartiría conmigo en un cumpleaños de Tito Noguera, teniendo antecedentes de que yo abusé a su hija? Ella lo supo el año 2020, porque su hija le contó. No sé si me explico. ¿Cómo podría justificarse que ella va a dar un testimonio o ella también supo algo y se le olvidó, y tuvo un flashback y ahora va a dar un testimonio de ese flashback?
¿Qué opinión tiene hoy de Claudia di Girolamo?
Claudia, así como mis hijos, no tiene ninguna alternativa, sino apoyar a su hija. Es imposible. No puede dejar de apoyarla. Y la pregunta ahora es ¿qué es lo que va a hacer que no conocemos para apoyarla? Imagínate que su hija es psicóloga, sexóloga. Imagínate que se pruebe de que su hija está mintiendo. ¿Dónde queda la carrera profesional de la sexóloga? La Claudia tiene que apoyarla. Es su madre.
¿Cuándo fue la última vez que tuvo algún contacto con Raffaella di Girolamo? ¿Lo recuerda?
No… (piensa). No, no lo recuerdo. Hace mucho tiempo. Yo en general trato de evitarla, porque me parece que la Raffaella, a pesar de toda mi labor de paternidad con ella, tiene un dolor, una rabia y una conducta que a mí no me dan ganas de estar cerca de ella. No nos cruzamos. No nos hemos visto que yo recuerde. Contacto físico o telefónico, nada. Lo último han sido los mails que ella mandó el 2020.
Ahí, ¿ella le pedía plata según ha dicho usted? Usted también habló de extorsiones. ¿Cómo es eso?
Sí. Yo eso preferiría por el momento saltármelo, por indicación de mi abogado y porque puede entorpecer el curso del proceso mismo.
Ahora, ella hace una denuncia que, eventualmente, según los cánones de la justicia, estaría prescrita. ¿Cómo interpreta usted entonces esta denuncia y qué va a hacer usted o su abogado con el tema de la prescripción?
Dos cosas. Primero que nada, el tema de la prescripción a mí no me sirve. Siempre queda una sombra sobre uno, con la sospecha de que uno puede ser culpable de esa atrocidad. Entonces, igual me deja sin trabajo, igual me deja con una sensación de culpabilidad. Ahora, ¿por qué hacer algo así? ¿Por qué hacer un juicio que no va a terminar en nada? Es, precisamente, por hacer daño. O sea, si querían destruir mi carrera, si querían cambiar mi vida para siempre, esta era la forma, independiente de lo que pase en el juicio. Tengo colegas que, te repito, han salido absueltos por la justicia y todavía no consiguen trabajo.
Usted ya ha dejado dos trabajos por este caso. La obra Reunión de apoderados, con Rodrigo Bastidas, y la película Guerra de verano, de Alicia Scherson. ¿Usted cree que, independiente de lo que resuelva la justicia, va a existir un veto al futuro de su carrera?
Es lo más probable. Fíjate que yo hice mi primera obra profesional a los 18 años, El burgués gentilhombre, en la Católica. Este año cumplo 68. Iba a cumplir 50 años de teatro con la obra de Rodrigo Bastidas, Reunión de apoderados. Cincuenta años redondos haciendo teatro. Un tuit de cinco minutos del señor Murillo demolió esos 50 años de carrera mía, donde he participado en más de 100 producciones profesionales de teatro, de cine, de televisión, de radio, de podcast. He sido profesor, he hecho clases en universidades fuera del país. He tenido el privilegio de representar diplomáticamente a mi país. Tengo una vida decente y limpia con esfuerzo. Los actores siempre trabajamos en dos o tres cosas a la vez. Nadie me ha regalado nada, no he estafado a nadie. Tengo una vida limpia. ¿De qué importa? Tú ves en Google ahora mi nombre y dice que yo soy acusado de uno de los delitos más aborrecibles que a uno se le pueden ocurrir. Eso es lo que te aparece cuando miras Cristián Campos en Google.
Un tuit de cinco minutos del señor Murillo destruyó mis 50 años de carrera”.
A mí, Rodrigo Bastidas me persigue para mostrarme con los ojos brillantes la foto de sus nietos. Yo estoy en una edad de tener nietos. Yo he criado dos familias. Estoy en edad de cosechar. Yo estoy llegando como actor a una edad en que uno tiene acceso a los mejores papeles, uno puede empezar a hacer Arthur Miller, Shakespeare, los clásicos, rey Lear. Los actores esperamos esta edad para empezar a hacer papeles buenos. Cuando dejamos de ser el galán. No va a haber posibilidad de nietos ni posibilidades de hacer El rey Lear, porque estoy exiliado. Estoy cancelado porque una mujer a la que traté como una hija durante 15 años tuvo un flashback y decidió, por alguna razón que me gustaría descubrir, que soy un abusador, que hay que sacar del tablero, y todos aprueban eso. Y todos se suman a la carta y todos publican todo.
¿Hay colegas que lo han llamado para apoyarlo?
Todo en privado, salvo mis viejos maestros Ramón Núñez y Jaime Vadell y la preciosa Carola Arregui, que se jugó valientemente siendo mujer, porque le pareció indignante lo que me estaban haciendo. Muchos testimonios personales muy bonitos.
¿Se puede saber quiénes?
No, porque ellos me los mandan en privado, porque también pagan un precio actrices, mujeres, mayores, menores que no creen esta historia y me dicen “Cristian, tú no sabes la cantidad de gente que no cree este cuento”, pero no se atreven a salir a decirlo, porque tienen que ir a grabar al otro día. Y las actrices son un núcleo muy fuerte, muy proactivo en defensa de las mujeres vulneradas, lo cual está muy bien, pero hay que saber diferenciar los grises. Hay machos, violadores, pero la instauración de hacer un sinónimo entre hombre y macho violador es algo perverso.
Se produce una situación totalmente alterada en que se relaciona al hombre con un macho violador. Yo creo que está bien que las generaciones nuevas tengan esa inquietud, pero llegó el momento de empezar a separar los grises. La gente que entiende de este asunto dice ‘no basta con creer a ciegas’, ‘no basta con decir yo te creo, hay que decir yo te escucho y luego tomaré una decisión’. La Marcela Serrano en su último libro, estamos hablando de una mujer feminista de las primeras, habla a riesgo de que la funen del Síndrome de Fedra, que es las mujeres que dan falsos testimonios sobre hombres que las han abusado para vengarse.
¿Cómo ha vivido todo este proceso su esposa, María José Prieto?
Así como lo de mis hijos ha sido lo peor, lo de María José ha sido lo mejor. Ella y mi hija han demostrado ser mujeres sólidas y maravillosas y un apoyo que, sin ese apoyo, yo no estaría acá conversando con ustedes, no sería capaz de hablar. La María José, que evidentemente ha sido revictimizada por esta situación, ha ayudado con una lucidez, con una fuerza, con una templanza envidiables. He caído en cuenta una vez más que tengo una mujer maravillosa. Ese es el saldo, el único saldo bueno que puedo sacar de eso. Además de la ayuda de los testimonios de mis amigos y la gente en la calle, no hay día que yo salga que no se me acercan mujeres a darme apoyo. Me han pasado cosas muy hermosas.
¿Qué le pareció que, cuando se conoció la denuncia, las redes sociales emplazaron a su mujer a salir a hablar, a tener una postura, siendo que ella fue víctima de abuso sexual? De hecho, ella sube una declaración y luego la baja.
Sí, sí. Bueno, Carlos (Cortés), nuestro abogado, le recomendó que la bajara, porque nosotros nos estábamos quejando de que la Fundación para la Confianza estaba usando las redes sociales en vez de usar una vía judicial y a Carlos le pareció que no era consistente si nosotros subíamos declaraciones por redes sociales. Pero no la bajó porque estuviera en desacuerdo.
¿Cómo ha conversado el tema con su hija Julieta?
Eso fue realmente hermoso y algo a lo que yo le tenía mucho miedo. Los hijos, por lo menos mi hija, resultó ser mucho más madura y mucho más sólida de lo que yo podría haber pensado. Le explicamos con todo detalle el asunto. Lo hablamos con compañeras, con papás de compañeras y la reacción fue espléndida. Los 14 años de ahora son como, no sé, los 20 de mi época. Yo a los 14 años me habría desarmado. Y ella está ahí, al pie del cañón. Es una gran atleta. Entrena todos los días, va a clases. Después que reventó esto, le dijimos “si quieres no vas al colegio mañana”. “Por ningún motivo”, dijo. Y ahí estuvo, porque “tengo entrenamiento”. Corre posta, es seca. Tiene muchas medallas. Es una maravilla, al igual que mi mujer. Pero decir duro es poco. Es doloroso, largo, caro, humillante.
¿Tiene la esperanza de recomponer la relación con sus hijos?
A los hijos no se los puede dejar de querer, yo por lo menos. Yo tengo la esperanza de que sea más bien un apoyo testimonial y el tiempo podría cambiar las cosas.
¿Por qué decidió dar esta entrevista teniendo en cuenta que lo más probable que ocurra es que la gente lo cuestione por estar revictimizando a quien hoy aparece como víctima de un abuso, Raffaella di Girolamo?
Creímos importante dar nuestro testimonio para que la gente no se quede en en el error de que esto es algo que acaba de ocurrir. Esto es algo que viene hace mucho tiempo y yo puedo entender que alguien se demore 20 años en recordar un abuso. Lo que no entiendo es que, una vez que lo recuerde, en vez de denunciarlo, se demore 14 años para torturar al eventual, al supuesto abusador. Esa pregunta creo que debe dilucidarse y por eso estamos exponiendo este caso. No es para revictimizar a nadie. Acá la persona más revictimizada ha sido mi mujer, que vivió un proceso de 10 años contra un padrastro que efectuó abusos masivos reales.
Como resumen, usted ha nombrado palabras como “invasivo” o “despecho”. Según su versión, ¿hubo una obsesión entonces de parte de ella hacia su persona?
Lo que dice Marcela Serrano, el Síndrome de Fedra, son cosas que existen y que existen científicamente probadas. Si tú me preguntas cuál es la causa, yo te diría “me encantaría saberlo”. A mí me encantaría resolver eso. Es obviamente… el psicoanalista tiene una explicación, tiene una teoría. Mi defensa también tiene una explicación, una tesis, una hipótesis. Y yo también. Sería muy irresponsable decirla por el diario, en circunstancias que yo no soy un perito psiquiátrico. Soy un actor, pero tengo el privilegio de haber estado ahí todo ese tiempo, entonces tengo mi opinión y cuando llegue el momento la voy a manifestar delante del juez. Lo cual no va a ser más que una teoría, pero una teoría basada en la praxis y empírica en la vida.
Pero sí tenemos teoría y uno de los beneficios que puede tener un juicio como este, además de destruirme la vida, es desentrañar ese dolor, porque ahí hay dolor. Toda esa agresividad, las amenazas, la rabia, son siempre producto de un dolor. Y de un momento largo en la vida de uno donde hubo mucho cariño, donde se crió una familia, donde viajamos juntos, donde vivimos fuera del país. Y ese cariño se pervierte y se transforma en esta persecución. A mí no me da el ancho para darte una explicación. Pero yo creo que deberíamos llegar, acercarnos a por qué estamos donde estamos, ella, su familia, yo y mi familia. Esto es doloroso para todos. No creo que sea gratis. Para mí por lo menos, no.
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