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Cristián Warnken: “Tengo la impresión de que dentro del mundo de la izquierda sí hay una dictadura”
La fecha era el 4 de septiembre, les dijo el compañero Rodrigo. Debían salir a hacer rayados. “¿En los muros?”, preguntaron los amigos, cuatro colegiales de la Alianza Francesa que acababan de unirse al MIR para luchar contra la dictadura. Claro, en los muros. Había una lista de frases (“Allende vive”, “El pueblo vencerá”) y un mapa de sitios: Pedro de Valdivia con Irarrázaval, Providencia con Los Leones, San Antonio con la Alameda, entre otros. Ellos debían elegir. ¿Alguna duda? El Flaco se armó de valor y preguntó: “¿Y qué pasa si nos agarran?”.
La burla del tiempo, la novela de Mauricio Electorat, cuenta la historia de un grupo de adolescentes que leen a Huidobro y Sartre, a Cortázar y Camus, estudian en Vitacura y rayan los muros del colegio: “El MIR no ha muerto”.
-El Flaco soy yo -sonríe Cristián Warnken, sentado en un sillón de su casa, con un cuadro de Santos Guerra sobre su cabeza y otro de Diego Maquieira a su izquierda.
-Esa fue mi primera militancia -cuenta.
Crecido en una casa donde se leía El Mercurio y El Siglo, y se escuchaba Radio Moscú, Warnken abrazó los poemas de Rimbaud y las ideas revolucionarias en la juventud. En el Campus Oriente se unió al MAPU Obrero Campesino, y a fines de los 80 tomó distancia de la política. Apoyó a la Concertación pero terminó desilusionado. Hábil con las palabras, en un momento se definió como un “des-concertado”.
Hoy es el líder de Amarillos por Chile, donde se reúnen antiguas figuras de la ex Concertación. El colectivo dio a conocer ayer que votarán Rechazo en el plebiscito constitucional de salida, y Warnken vuelve a apoyarse en el lenguaje:
-Es un Rechazo con esperanza -precisa.
Formado en febrero a partir de una columna suya, desde su aparición el colectivo fue identificado con un ánimo contrario a la Convención. Eventualmente, no es una sorpresa que se manifiesten por el Rechazo. Warnken no lo ve tan así: “Al comienzo nadie pensaba que el Rechazo fuera una opción real. Es decir, siempre quisimos primero que la Convención resultara”.
La definición del voto fue el resultado de un proceso de reflexión y debate interno, dice. Quieren una nueva Constitución, pero no esta: por eso prefieren evitar la palabra Rechazo a secas.
-Ya sea gane el Apruebo o el Rechazo, está claro que este es un texto que tiene problemas, porque quienes quieren aprobar para reformar, que es el discurso más fuerte dentro del sector del Apruebo, están planteando que inmediatamente después del plebiscito hay que iniciar un proceso de transformación del mismo. Y quienes optarán por el Rechazo, la mayoría, no la derecha más radical, tienen la convicción, por lo que he leído, de que no hay que conformarse con la Constitución vigente, sino que hay que preparar un camino posible para una nueva Constitución. Y nosotros antes de llegar a la palabra Rechazo, que es una palabra cargada con el plebiscito anterior, usamos la palabra No. Queremos una nueva Constitución, pero una buena Constitución. Y esta es una de las ideas fuerza, recordando que otras veces hemos dicho No.
El No que todos recordamos es el del plebiscito de 1988, en dictadura. ¿Evocarlo para este plebiscito no le parece discutible?
Obviamente que en una elección optar por la opción negativa siempre es mucho más difícil, porque la gente quiere esperanza y quiere algo positivo. Y sobre todo porque la palabra Rechazo está asociada al plebiscito anterior. Y nosotros representamos al mundo del Apruebo. O sea, nosotros aprobamos en el plebiscito y varios en este grupo participaron de la campaña del Apruebo. Entonces, el No es una manera de transitar y decir otras veces en la historia de Chile hemos rechazado. Evidentemente que no pretendemos homologar las situaciones con una Constitución hecha democráticamente, donde va a haber una elección democrática en condiciones muy distintas a una dictadura. Pero uno tiene que ir encontrando las palabras, trabajando el lenguaje, porque las palabras tienen emotividad.
El No del 88 tenía épica. ¿El Rechazo puede tener épica?
La épica habría sido fácil de construir si hubiésemos llegado a un texto constitucional que uniera a una parte importante de los chilenos, que suscitara un gran acuerdo y que nos sacara de este pantano en que estamos, de una sociedad polarizada que no resuelve todavía sus grandes problemas de fondo. Y aquí la responsabilidad la tienen los mismos convencionales, no todos, que se farrearon la oportunidad de haber propuesto un texto constitucional de transformaciones. No se trata de repetir la Constitución del 80 o de involucionar, sino hacer un texto de transformaciones, no un texto maximalista y refundacional, que es lo que yo creo que está produciendo un rechazo bastante transversal hoy en la sociedad chilena. Ahora, nosotros tenemos esperanza y confiamos en que Chile tiene una capacidad de resiliencia institucional muy fuerte. Yo creo que el pueblo chileno tiene una cierta sabiduría política. Por lo tanto, para nosotros el Rechazo no es sinónimo ni de caos ni de que vamos a volver atrás.
El escritor hace una pausa, mira hacia el patio cubierto de verde. Y agrega:
-Me acordé de una cita de la gran resistente francesa Germaine Tillion, quien dijo: “Para mí la resistencia consiste en decir no. Pero decir no es una afirmación”. Luego Tillion afirma que no hay nada más creativo que decir no a la crueldad, la violencia, etc. Nuestro No es ese tipo de no: no a la intolerancia, no a una Constitución que nos divida, no a la deconstrucción de Chile, no a los privilegios o ventajas de unos sobre otros, de pueblos indígenas sobre el resto de los chilenos. Nuestro No es una afirmación de la democracia y la unidad de los chilenos.
En este período Ud. se ha expuesto bastante. ¿Cómo lo ha vivido?
Con mucho estrés. Yo nunca me imaginé que iba a estar como vocero de un grupo que se fue armando y para mí ha sido difícil, te lo digo de verdad. No quiero victimizarme. Tengo la convicción de lo que estoy haciendo, lo hago con convicción, pero implica sacrificio y un costo altísimo. Y para muchos de los que estamos en el grupo también: personas que han tenido en riesgo su trabajo y pegas que uno pierde.
¿Se le han cerrado puertas?
Sí, las puertas del mundo donde uno se mueve, el mundo de la cultura. Y se cierran puertas porque hay miedo. Aunque uno decía no es la dictadura, pero ojo, yo tengo la impresión que dentro del mundo de la izquierda sí hay una dictadura, es decir, me parece que hay algunos que se han erigido en jueces morales y con una soberbia y un desdén y un desprecio y una descalificación hacia aquellos que somos disidentes. Y resulta que no hay una izquierda, hay varias izquierdas y siempre las ha habido. Y lo que hemos visto son cancelaciones, mentiras, campaña de desprestigio que incluso llegan hasta los medios escritos.
¿Y en este ambiente, donde han acusado intolerancia, no ha perdido la tolerancia?
Si hay algo que he intentado trabajar fuertemente es justamente eso, respirar hondo. También desdramatizar un poco. Es verdad que se está jugando algo importante en la Constitución, pero yo soy una persona esperanzada, creo que vamos a encontrar una solución. Yo respeto la opción del Apruebo, incluso varias veces he estado dudando finalmente cuál iba a ser mi decisión. Por lo tanto, respeto profundamente la decisión de otros. Creo que las redes sociales particularmente amplifican, distorsionan la conversación y la discusión. Yo no estoy en redes sociales por eso mismo.
¿No han perdido la moderación?
El trabajo que uno tiene que hacerse hoy día para no enganchar y no caer en lo mismo que uno está criticando y en la intolerancia, es muy grande. Puede que haya caído algunas veces, es probable, pero de aquí en adelante yo me propuse hacer una campaña respetuosa. Yo he visto algunos debates en programas que después los apago porque me intoxican, por el nivel de griterío. Yo quiero que nuestra campaña, por lo menos en Amarillos, sea una campaña tranquila, serena, nunca descalificadora, respetuosa. Hay un video que va a circular en que yo digo “Digamos No todos juntos, sin miedo”. Eso remite a la campaña del No, pero ahora hay gente de nuestro sector que tiene miedo, o sea, hay gente de izquierda que va a votar Rechazo, nos apoya en privado y no se atreve a decirlo públicamente. Yo encuentro increíble que eso ocurra en democracia.
Se le ha criticado que no ha tenido la misma vehemencia con la derecha.
Cuando salió la propuesta de Ximena Rincón y Matías Walker, nosotros hicimos el emplazamiento a la derecha. Nunca nos hemos metido en la coyuntura política, pero emplazamos a la derecha a que tienen que comprometerse de verdad y sin letra chica, en el caso de que gane el Rechazo, a poder hacer una nueva Constitución. Yo creo que la derecha tiene una enorme responsabilidad en lo que estamos viviendo. Y estoy tranquilo porque durante años escribí columnas criticando a esa derecha, una derecha, desde mi punto de vista, sin visión, que se atrincheró, poniendo candados. Mirado hoy en perspectiva, tú te das cuenta que tantas veces, por no haber cedido y por haber puesto trabas, se impidió hacer reformas y transformaciones que después terminaron explotando en el estallido.
Si la derecha se opuso a las transformaciones, ¿qué la llevaría ahora a impulsar cambios en caso de que gane el Rechazo?
Yo creo que aquí hay varias derechas, es decir, por lo menos hay un grupo dentro de la derecha, un grupo liberal y dialogante, que ha hecho lo posible dentro de la Convención. Y esto me lo han dicho convencionales socialistas, lo reconocen en privado. Estoy pensando en el grupo de Hernán Larraín, de Evópoli. Hay un cambio generacional en la derecha que me parece interesante. En Chile tenemos una derecha real, que acaba de llegar al 40 o 45% de los votos. Tú no puedes construir una sociedad negando a la derecha, así como tampoco la derecha puede negar que existe una izquierda, como pretendió Jaime Guzmán, que pensó hacer desaparecer a la izquierda con la Constitución anterior. Hay personas como Ignacio Briones o Álvaro Bellolio, en la UDI, que me han sorprendido gratamente, en el sentido que él mismo dice que no hay vuelta atrás y que obviamente hay que hacer una nueva Constitución. Ahora hay grupos más radicales, que son más minoritarios, pero me preocupa que puedan llegar a ser mayoritarios. Y me parece que lo que nos enseña la historia de América Latina y Europa en el último tiempo, es que los maximalismos de una izquierda radical como la nuestra, en un contexto de inseguridad, delincuencia, narcotráfico, problemas de migración y económicos, todo ese conjunto son terreno fértil para que aparezca en el horizonte una ultraderecha. Y justamente el hecho de nosotros pedir gradualismo, reformas y cambios tranquilos, es porque pensamos que hay un peligro de que pueda surgir.
En una de sus últimas columnas decía que no hay que demonizar a la derecha.
Creo que no hay que demonizar a nadie, ni a la derecha ni a la izquierda. A veces se habla de la derecha y de alguna manera eso impide mirar que en ella hay distintos grupos. Yo creo que cuando uno tiene adversarios políticos, y la derecha es nuestro adversario político, uno cometería un gran error, primero, menospreciándolo, tratando de minimizarlo o incluso de invisibilizarlo. El otro error es no escucharlo, no estudiarlo, no conocerlo o conocerlo solo desde el prejuicio. A mí siempre me llamó la atención también, porque era un gran referente, Pepe Mujica, que cuando él abandona su calidad de senador y renuncia, lo primero que hace es un homenaje a su rival político que se sentaba al lado, que representaba a la derecha uruguaya. Eso es hacer política de verdad. Entonces caricaturizar a aquellos con los que vas a tener que encontrarte, con los que vas a tener que llegar a acuerdo y coexistir, es propio más bien de mentalidades totalitarias que de mentalidad democrática. Hay una derecha, es verdad, irredimible, y seguramente una derecha pinochetista. Pero hay un grupo de gente nueva, que están haciendo un genuino esfuerzo por renovar su sector, incluso intelectuales, la gente del IES. Yo tengo amigos de derecha, amigos de izquierda, democratacristianos, tengo amigos ateos. Me parece aburridísimo sentarse en una mesa con pura gente que piensa igual a ti, creo que eso empobrece.
¿Se ha derechizado?
No, yo no soy un converso, para nada.
Se lo pregunto porque en una entrevista anterior decía admirar a cierta derecha antigua, portaliana…
No, no, a mí Portales siempre me ha parecido una figura literaria interesante. Siempre me ha atraído la relación de Portales y Andrés Bello. Portales, el hombre pragmático, y Andrés Bello, el humanista. Sobre todo en el último tiempo he empezado a releer, y creo que Hugo Herrera tiene un papel importante, a Mario Góngora. Lo encuentro un tipo colosal. He releído a Gonzalo Vial, columnas donde prefigura el estallido social, dice que Chile está con un problema social inmenso que un día va a estallar. Si uno toma una opción política, el peor error que puede hacer es encerrarse en una capilla y asumir religiosamente sus ideas. Tú tienes que estar exponiéndote permanentemente a la refutación de lo que piensas.
¿Cómo se explica el apoyo que la Constitución tiene entre la gente joven?
Hay que reconocer que en este texto constitucional también hay cosas buenas. Es decir, creo que lo medular está mal, y por eso creo que hay que rechazar. Creo que el tema de los derechos sociales, por mucho que sea un listado muy grande, es positivo que estén en la Constitución y que se hable de un Estado Social de Derecho. Eso yo lo suscribo plenamente. El tema medioambiental mejoró. Esos son temas de futuro y son los que interesan a los jóvenes; tienen que estar en cualquier Constitución nueva. El reconocimiento de los pueblos originarios también y el tema de la paridad de género. Yo me imaginaba que la Constitución iba a tener todos esos elementos pero centrados. Estaríamos hablando de que yo sería un vocero del Apruebo.
¿Qué queda de aquel estudiante revolucionario que militó en el MIR?
Uno tiene esa sensación de que es el mismo habiendo cambiado y habiendo envejecido. Desde luego los ideales siguen intactos. Lo que sí se han caído algunos ídolos de barro en el camino y se ha derrumbado alguna utopía en la que uno creyó, tal vez con una fe ingenua. Para mi generación la caída del Muro de Berlín fue un hecho brutal, como para un católico el derrumbe moral de la Iglesia. Los valores que yo más admiro, el amor a la cultura, la sencillez, una cosa que me enseñó mi mamá, la duda, la justicia, la dignidad, la igualdad, pero no el igualitarismo, siguen intactos. La diferencia es que hoy me he puesto más socialdemócrata; en ese sentido es más fome, obviamente. La revisión que yo me he hecho es que todo lo que tiene que ver con lo irracional, con lo inconsciente, con las emociones y con las pasiones, eso tiene que encauzarse en lo estético, en el arte, en la poesía, incluso en la religión, en la mística. Pero en la política lo irracional puede ser extremadamente devastador y destructivo. Y lo ha demostrado la historia. Y por lo tanto, en la política uno tiene que ser racional. Y eso no obsta que en la poesía yo me chifle con los sueños de Rimbaud de encontrar algún día “esa espléndida ciudad”, “con ardiente paciencia”. Pero cuando ese impulso utópico es trasladado a la realidad produce la más grande catástrofe. Eso para mí ha sido un aprendizaje. Y por lo tanto, yo soy un socialdemócrata que cree que para lograr la dignidad de las personas, que por lo demás es el ideal más profundo de octubre, hay que hacer las transformaciones graduales, que eso es lo que mejor ayuda a conquistar ese horizonte que nunca se va a conseguir completamente que es el horizonte de la igualdad.
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