El grupo BRICS de SO fue formado en 2001 por países cuyas economías estaban surgiendo, pero tenía suficiente potencial para convertirse en actores de relevancia mundial. Tal fue el caso de Brasil, Rusia, India, China y más tarde Sudáfrica.
Ocurre que 24 años después, el bloque explica un tercio del crecimiento económico, que supera el mismo G7, controla casi la mitad de la producción mundial de petróleo contribuido por Egipto, Irán, Etiopía y los Emiratos Árabes Unidos, más gas, minería y tierras raras, entre otros; Tiene una enorme fuerza laboral dada su población de aproximadamente 3,500 millones de habitantes y ha invertido constantemente en educación, tecnología e inteligencia artificial. El resultado, hasta ahora, es imponente, porque no solo se han integrado el uno del otro aprovechando sus sinergias, sino que han reducido la pobreza y han alentado la inversión extranjera. En asuntos financieros, han creado un banco de desarrollo que ya ha movido 40,000 millones de euros, y planean crear una “bolsa de reservas” para ayudar a algunos de sus miembros que sufrieron crisis económicas. Incluso planean establecer una moneda internacional que desafíe el dólar al comercio. Una lista de 44 países ha solicitado unirse, como Venezuela y Colombia, y ya están tan asociados con al menos Cuba, Bolivia, Uganda, Tailandia y Malasia.
Estos datos, que emanan de fuentes públicas, nos permiten comprender por qué los BRICS, miran desde un prisma geopolítico, son, en esencia, un poder que desafía el mundo occidental: Estados Unidos, Canadá, Europa occidental y Japón, principalmente) cada vez más. En realidad, más que un desafío, los BRICS se conciben como una amenaza. Marco Rubio, actual secretario de estado de los Estados Unidos, escribió que “los BRICS fueron fundados por Vladimir Putin con el objetivo de derrocar a los Estados Unidos de su posición como líder mundial”, mientras que Trump, recientemente, dijo que los actos del bloque son “prácticas anti -americanas” y que cualquier país alineado a ellos será castigado con altos tarifas. El presidente Lula, de Brasil, reaccionó diciendo que “no es serio que un presidente de un país del tamaño de los Estados Unidos amenace al mundo a través de Internet. No queremos un emperador”.
Y aquí entramos. El presidente Boric viajó como invitado a la cumbre de BRICS y llegó con las mismas críticas al presidente Trump, a quien ya había insultado diciendo que “representa lo contrario de lo que quería” y otras diatribas. Es decir, expone a Chile estar sujeto a represalias. El Presidente tiene como atribución “para llevar a cabo relaciones políticas con potencias extranjeras”, según el Artículo 32 No. 15 de la Constitución, pero los intereses del país siempre deben poner sus opiniones personales. No es aceptable que, sin tener en cuenta esta obligación, manifiesta las preferencias de un bloque granítico que, como en el trágico libro de Emily Bronte, puede convertirse en “picos tormentosos”.
Por Álvaro Ortúzarabogado