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Descifrando a Pedro Lemebel: “No le gustaba pensarse como alguien que envejecía”

Martina E. Galindez

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Esperó durante casi una hora. La primera vez que Óscar Contardo estuvo al frente de Pedro Lemebel, fue en 2007. En ese momento, era un periodista que trabajaba en un perfil del artista y escritor para la revista mexicana Gatopardo, por encargo de su editora, la argentina Leila Guerriero. Contardo se sentó en un escalón a la entrada del edificio donde el autor de afán loco, en el barrio Bellas Artes, hasta que apareció. “Sabía cómo tratar con los periodistas; el de reportero era un oficio que desdeñaba como a un pariente indeseable”, recuerda.

Más allá de su trabajo puntual, en ese momento Contardo ya tenía una idea en la cabeza: hacer una biografía de Pedro Lemebel. “Como todo lo que he escrito, no es que saliera en un momento específico, sino en varios. La primera fue en 2007 cuando hice el perfil de Gatopardo, ahí lo conocí más directamente y estuve varios meses con él. Luego, en 2015, tras su muerte. Son ideas que mastico mucho tiempo, planifico a largo plazo y se presentan las posibilidades de concretarlas”, apunta Contardo a Culto.

Y la opción por fin llegó este 2022, que marca el 70 aniversario del natalicio del imprescindible autor nacional. Contardo acaba de publicar Loca fuerte: retrato de Pedro Lemebela través de Ediciones UDP. Una biografía que recorre su infancia, en Zanjón de la Aguada y San Miguel, sus años como parte del taller literario de Pía Barros, las actuaciones con Las Yeguas del Apocalipsis, sus primeros escritos, su paso por Radio Tierra, su consolidación como escritor gracias a torero tengo miedohasta sus últimos días cuando murió de un agresivo cáncer de laringe el 23 de enero de 2015.

Como todos, en 2007 Contardo sabía quién era Lemebel y el peso que tenía en el mundo cultural chileno. De hecho, relata que pudo verlo y leerlo muchos años antes de convertirse en un referente. por lo menos habia leido la esquina es mi corazon Y torero tengo miedo. Además, yo estaba en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile cuando Las Yeguas del Apocalipsis hicieron el performance Tu dolor dice: minado, en 1993, porque ese edificio fue en algún momento la sede de la DINA. También lo había visto en una presentación en el Chileno Británico”.

Para esta biografía, Contardo recurrió a las personas que compartió con Lemebel. No solo sus amigos más reconocibles del círculo cultural, sino también otros nombres que se habían diluido en la noche de los años, como sus amigos de infancia y juventud en la cuadra San Miguel. Esa fue la mayor dificultad del libro.

“Uno de los puntos que me interesaba explorar era la época que menos se conocía de Pedro Lemebel -dice Contardo-. Hasta el momento en que comencé a escribir el libro, todo lo que se había publicado sobre él comenzaba en los años 80 con las Yeguas del Apocalipsis, cuando ya tenía 34, 35 años. Era difícil, porque significaba encontrar gente de la que no hablaba. Encontrar compañeros de la universidad, que después de graduarse ya no tenían contacto con él, no formaron parte de su vida posterior.

Otro punto fue la familia.. Como ambos padres y el hermano de Pedro Lemebel han fallecido, Contardo no pudo hablar con ellos. Solo pudo hacerlo con una de sus sobrinas, Geraldine. “La otra sobrina, Daniela Mardones, no participó”, agrega.

En la biografía se informa que Pedro Lemebel ingresó a la Universidad de Chile en 1972 para estudiar Diseño Teatral. Tras el golpe de Estado de 1973 se cerró la carrera y tuvo que volver a tomar el PAA, y en 1975 comenzó a estudiar Pedagogía en la Educación General Básica en el Campus La Reina de la Casa de Bello. Esto, a pedido de su madre, Violeta, quien pensó que de esa manera su hijo sería más respetado y no sufriría las burlas que recibía por su condición sexual. Lemebel prácticamente cruzó Santiago desde la cuadra de San Miguel donde vivía con sus padres (y de la que acaba de salir a los 49 años) para llegar a clases.

El valor del libro radica sobre todo en esos años. Cuando impartía clases como profesor de Artes Plásticas, a finales de los años 70, en un liceo de Maipú (del que fue despedido por “subversiones a través de las artes”), y luego en Puente Alto, donde estuvo entre 1982 y 1983, año en que decidió no trabajar más como docente. También un fallido trasplante de cuero cabelludo en 1983, que le obligó a llevar tupé hasta la muerte de su madre, en 2001. Todo porque se avergonzaba de su calvicie, y sobre todo porque Lemebel siempre quiso conservar esos años de entrenamiento y diversión en su memoria. secreto. Incluso a sus allegados se les prohibió llamarlo por el apodo con el que se le conocía en su pueblo: “Pepo”.

“Ni sus amigos más cercanos sabían dónde había estudiado y qué había estudiado en la universidad”, explica Contardo. Lo más difícil fue encontrar eso. Además de atrapar gente de la época en que vivía en la cuadra”.

¿Por qué crees que Pedro Lemebel no habló mucho de su pasado?

Creo que hubo varias razones. En una entrevista inicial en La Nación dijo algo que me pareció súper interesante y lo incluí en el libro como una frase: “Siempre he estado ahí”. Tenía una idea del presente continuo, donde el pasado es presente y no algo para recordar. Puede sonar un poco forzado, pero es una forma de vivir la propia experiencia, aun cuando las condiciones hayan cambiado, aun cuando ya no seas el adolescente del barrio humilde, sino el escritor reconocido. Tenía una percepción del continuo de pertenencia a una clase y estatus sexual. Entonces, no valía recordar ese pasado como pasado, sino como algo que se comporta, que es parte de la continuidad vital. Otro punto fue que simplemente no valía la pena recordarlo, no lo recordaba con sus amigos en los años 80, no les contaba cómo había sido su vida en la universidad. Así, quizás no lo consideró relevante y fue un mero trámite. A él tampoco le gustaba pensar en sí mismo como alguien que estaba envejeciendo. No le gustaba decir cuándo nació, nunca decía la fecha, le gustaba pensar en sí mismo como siempre joven, siempre parte de un mundo nuevo. Así que la historia pasada no tenía mucho sentido.

Respecto a esto último, el libro ahonda en la tensa relación que mantuvo Lemebel con activistas de la diversidad sexual surgidas después del 2000, que no habían vivido la dictadura y que habían incorporado otra bibliografía teórica, distinta a la de ellos. El Colectivo Universitario por la Disidencia Sexual (CUDS) incluso le realizó un funeral simbólico en 2011, luego de tener un encuentro con él.

Si hubo un punto de inflexión en la carrera literaria de Pedro Lemebel, fue Tengo miedo torero, la única novela que publicó, en 2001, y que le dio el salto definitivo a la consagración. Por recomendación de Roberto Bolaño, fue el propio Jorge Herralde, el eterno editor de Anagrama, quien decidió llevárselo a la casa catalana. Posteriormente, conseguiría un contrato con el español Seix Barral.

Pero la nueva condición de figura pública supuso también un cambio en su escritura. Al menos, esa es la tesis esgrimida por los críticos literarios consultados en el libro. Contardo está de acuerdo con ese análisis. “Sí, cambia la voz, cambia la narración, porque pasa de ser este personaje anónimo que revela un mundo de chabolas que siempre estuvo ahí, pero que aparecía medio en la penumbra, a ser la historia del famoso personaje que cuenta historias como un personaje famoso. Es un cambio significativo en la narrativa y en la perspectiva de esa narrativa”. En ese registro, sus libros se anotaron Zanja de la Aguada (2003), adiós linda mariquita (2004), serenata de cafe (2008) y hablame de amor (2012).

¿Algún dato de Pedro Lemebel que te haya sorprendido?

No hubo nada que me sorprendiera demasiado, porque la vida de Pedro, si bien fue diferente, disruptiva, que puede ser movida en términos morales, tiene raíces que encuentran una explicación en la historia social de Chile.

¿Por qué crees que Pedro Lemebel fue tan importante?

Porque su figura se convirtió en un ícono, y como tal, reúne diferentes significados y se proyectan muchos rasgos culturales y sociales que trascienden a un personaje en sí mismo. Mucha gente puede ver en Pedro Lemebel una figura que encarna sus propias reivindicaciones o su propia historia. Es eso, pero mucho más que eso. Hay una historia que tiene que ver con la realidad social, hay una historia política y hay una historia de clase que se sintetiza en la figura de Pedro Lemebel. De alguna manera, su obra y su discurso validan la idea del resentimiento, que es una idea transversal a la desigualdad en América Latina y que tradicionalmente ha sido negada y juzgada por las élites latinoamericanas. Entonces, lo que hizo Lemebel fue decir que el resentimiento es una reacción natural cuando vives en sociedades con este nivel de desigualdad e injusticia.

¿Cuál de sus libros te gusta más?

yo creo que en la esquina es mi corazon es todo el resto. Está el tono, están los temas, están las imágenes, está el lenguaje. Tengo miedo torero, eso fue criticado aquí tibiamente, creo que tiene un valor particular, ha tenido una trascendencia evidente. Dijo: “Me critican porque dicen que es un serial, pero es así, es un serial, esa era mi intención”. Fue juzgada por un tribunal que midió las obras de arte con la misma vara que quizás no cumplía con los requisitos tradicionales, pero que abría otras miradas que hasta entonces no se habían dado. También, hablame de amor tiene un valor especial, porque creo que en ese libro Pedro Lemebel decidió contarnos no solo las aventuras que pueden ser más o menos disruptivas o más o menos cómicas, sino también un repertorio que tiene un tono más melancólico. Ya estaba en otra etapa de su vida. Es como la diferencia entre las primeras películas de Almodóvar y las últimas, y lo comparo con él porque ambas fueron publicadas por Anagrama.

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