DIRECTOR:
La obsesión por descifrar el “fenotipo Parisi” inunda las órdenes, pero el análisis de urgencia es asimétrico. Mientras Kast mira la portería con cierta holgura, es Jara quien tiene pendiente pronunciada: necesita captar buena parte de ese 20%. Un punto clave reside en el lenguaje económico utilizado hasta ahora.
Ambos se han refugiado en la comodidad de la macroeconomía. Hablan de crecimiento del PIB, inversión y equilibrio fiscal. Si bien son esenciales para el país, para el ciudadano medio son conceptos abstractos. El elector de Parisi no conecta con la estabilidad de las cuentas nacionales; conecta con la microeconomía: el precio de los medicamentos, el costo de la canasta básica y, sobre todo, la liquidez disponible a fin de mes. Parisi entendió esa ansiedad por el flujo de caja; Prometió “más dinero en su bolsillo”.
La “lucha” de estas tres semanas estará definida por la capacidad de llevar la discusión a la economía interna. Quien consiga traducir sus propuestas en un alivio tangible para el presupuesto familiar obtendrá ventaja.
Sin embargo, esto conlleva un riesgo de “riesgo moral”. El nivel de guiños necesario para seducir a ese electorado es tentador, pero peligroso. Una excesiva flexibilidad de los programas económicos para prometer liquidez inmediata puede acabar desfigurando la identidad de los candidatos y traicionando a su base en la primera vuelta. La pregunta económica y ética subyacente es: ¿Cuál es el “precio máximo” de sus convicciones? ¿Hasta qué punto están dispuestos a ceder en sus principios técnicos para capturar el voto marginal que entrega La Moneda?
Carlos Smith
Docente investigador CIES-UDD







