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El estrés post traumático, muchas veces invisible y subdiagnosticado
Hace algunos años, Andrea (33) tenía unas ganas incontrolables de llorar cada vez que pasaba frente a una clínica en el sector oriente de Santiago. En ese mismo lugar, su madre llevaba un mes hospitalizada por un cuadro de influenza que se agravó con diabetes tipo 1 y que la tuvo al borde de la muerte. Era junio de 2019 y ver a su madre desprevenida de ella, un día avanzando, otro retrocediendo, provocó un impacto que no se disipó cuando finalmente estuvo fuera de peligro. Ni cuando fue dada de alta. Su madre se recuperó y Andrea seguía con una angustia instalada que fácilmente la llevaba al llanto, la ansiedad y pensamientos negativos sobre sí misma.
Ver esa clínica la trajo de vuelta a esa habitación. “Sentí el mismo dolor que él cuando estaba con ella dentro de la habitación. Me recordó su muerte, un funeral que nunca se llevó a cabo. Me dio ansiedad. No podía dejar de llorar”, dice.
Al poco tiempo inició terapia psicológica y psiquiátrica en la que le diagnosticaron Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT).
Según los expertos, es muy común que este trastorno pase desapercibido y, por lo tanto, infratratado. Esto sucede por diferentes motivos, uno de ellos es un concepto erróneo sobre quienes desarrollan TEPT: durante mucho tiempo asociamos este tipo de trastorno únicamente con guerras, desastres y sobre todo episodios violentos.
Por otro lado, los síntomas pueden ser similares a los de otras condiciones de salud mental. El TEPT suele “presentar ansiedad, síntomas depresivos, irritabilidad, dificultad para dormir y dolor físico inexplicable”, según Rodrigo Correa, médico psiquiatra y director del Instituto de Psicofarmacología Aplicada. “Es muy probable que se confunda con depresión”, dice, especialmente si no se le pregunta al paciente sobre antecedentes de trauma. Además, este trastorno coexiste con otras enfermedades de salud mental.
“La persona estalla en recuerdos que le hacen revivir sensaciones del trauma en forma de flashbacks, emociones, sensaciones corporales”, explica Pablo Toro, médico psiquiatra y jefe de la Unidad de Medicina Psicosomática y Enlace de la Facultad de Medicina UC. “Puedes estar tranquilo y mediado por una tecla, que puede ser un bocinazo, te mueves a ese momento y te lleva al choque, a las vueltas”, añade.
Muchos de los pacientes evitan situaciones que se asemejan, tienen elementos en común o evocan emociones relacionadas con el trauma. “Si alguien fue agredido traumáticamente en un lugar público, tenemos pacientes que evitan esa calle o ese lugar porque los síntomas se dan cuando están ahí”, dice Correa.
Quienes padecen este trastorno también padecen síntomas cognitivos: pensamientos negativos, alteraciones de la memoria y del estado de ánimo.
Los civiles también padecen este trastorno
Según el psiquiatra e investigador estadounidense Bessel van der Kolk, citado por el New York Times, hay millones de personas en el mundo que padecen TEPT y que no tienen un diagnóstico y mucho menos un tratamiento.
En los Estados Unidos, el PTSD se convirtió en un diagnóstico oficial en la década de 1980 como respuesta a los síntomas de los veteranos de la Guerra de Vietnam. Hoy en día es un trastorno muy presente en quienes participan en las guerras, pero la población civil también puede verse afectada.
“Cualquier situación que sea traumática puede desencadenar un trastorno de estrés postraumático. Puede ser una situación que no sea tan amenazante o que no sea tan peligrosa, pero para la persona lo es”, explica Toro. “En Chile no estamos traumatizados por una guerra, sino por otras situaciones. Un portazo, por ejemplo, puede provocar estrés postraumático”, añade.
En este punto, el doctor Rodrigo Correa señala que “quien ha vivido la instancia traumática es quien define si es traumática o no. No es el que observa el que decide. Algo puede ser traumático para una persona y para otra no y eso es importante.
“Hay instancias cotidianas que muchas veces son desvalorizadas por el medio ambiente, la sociedad e incluso la salud mental. Un accidente automovilístico, ver a un ser querido enfermo, muriendo, deteriorándose, también puede resultar en un evento traumático importante. El trauma es transversal a múltiples condiciones de la vida moderna”, explica Correa.
La estadounidense Michelle DiMuria (39), quien fundó la organización en defensa de la salud mental Bee Daring Foundation, cree que es importante cambiar la narrativa sobre el tema. “A menudo se olvida que cualquiera puede ser diagnosticado con PTSD. El trauma puede provenir de una violación, de la violencia doméstica, de ver morir a un ser querido, de un accidente automovilístico, incluso después del abuso verbal”, dice ella.
Michelle fue violada en 2015. Estaba lloviendo mucho ese día y ahora el sonido de la lluvia golpeando la ventana la recuerda ese episodio. Un olor específico puede recordarle al agresor. Pasó dos años viendo a diferentes especialistas antes de que le diagnosticaran PTSD. “Mis síntomas eran frecuencia cardíaca acelerada, sudores fríos, llanto. No me sentí seguro. Ahora no son tan graves como antes. Quizás lo más difícil de vivir con PTSD son los flashbacks”, dice.
una vida normal
El TEPT “afecta desde el punto de vista de las relaciones interpersonales, su desarrollo social y laboral”, dice Correa. “En casos severos, las personas que no reciben el tratamiento adecuado pueden ser incapaces de llevar una vida normal”, agrega.
Macarena (35) regresó a casa de sus padres tras una separación que recuerda dolorosa e inesperada. Ella, junto a sus dos hijos, fue recibida con los brazos abiertos en un espacio de contención y cariño. Luego, tras varios años y repetidos fracasos amorosos, conoció a una persona que “la despertó del letargo”: a los 30 años se enamoró por primera vez de una mujer.
“Cuando se lo dije a mis padres, su reacción fue de completo rechazo. Me echaron de la casa con mis dos hijos. El estrés que significó para mí tener que encontrar rápidamente dónde vivir, qué hacer con mi vida y cómo proteger a mis hijos para que no sintieran este doloroso desaire, puso en pausa durante meses el trauma que se activó en mí ese día. , “él dice. .
Pero una vez que todo empezó a calmarse, se dio cuenta en terapia que lo que sentía era un profundo abandono. Le diagnosticaron TEPT y sus síntomas se activaban cada vez que pensaba en un posible abandono. “El día que me echaron de casa, mi cuerpo, mi corazón y mi cabeza entendieron que nadie es incondicional, ni siquiera los padres. Comprendí que uno está solo, siempre. Pero el terror al abandono se me quedó marcado en las entrañas hasta el día de hoy”, cuenta.
Y ese terror caló en la relación que tenía en ese momento con su pareja. “Cuanto más comprometida estaba con mi pareja, más miedo tenía de que me dejara. Cuanto más la amaba, más temía perderla. Y para protegerme de esa eventual pérdida, inconscientemente recurrí a un bucle constante de pensamientos negativos y escenarios tortuosos para anticiparme al eventual sufrimiento que significaría el fin de la relación”, dice.
El tratamiento del PTSD se aborda desde diferentes ángulos. Una parte importante, explica Toro, tiene que ver con la psicoterapia específica del trauma, muchas veces acompañada de terapia farmacológica para aliviar los síntomas.
Eso fue lo que ayudó a Andrea a dejar atrás esa etapa oscura, que ahora ve lejana. Ella pasa sin problemas por la clínica donde nació su trauma en su camino al trabajo todos los días.
También es el caso de Michelle. La terapia “me ha permitido identificar mis problemas y trabajarlos. Me ayudó a convertirme en una sobreviviente de violación en lugar de una víctima. Algunos días son más fáciles que otros. Pero voy paso a paso, día a día”, dice.
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