El ministro Jackson develó la mayor debilidad del gobierno

Hay errores y errores. Cuando el Ministro del Interior les señala a los parlamentarios que se olvidaron de la violencia o se “golpearon la cabeza” si no reconocen que viene de antes, es una falta de respeto en la forma. Algo que no es tan raro en ella. En este caso, obtuvo una sanción unánime de la Cámara de Diputados. Cuando el ministro de Economía dice que la inflación “trae costos y beneficios para las pymes”, refleja falta de criterio o desconocimiento. O si el ministro de Hacienda compra flores a un vendedor ambulante, podemos entender que fue un descuido.

Otra cosa bien distinta son las declaraciones del ministro de la Segpres, Giorgio Jackson, cuando aseguró que “nuestra escala de valores y principios en materia de política no solo está lejos del gobierno anterior, sino que creo que en comparación con una generación que nos precedió , que podría identificarse con la misma gama del espectro político, como el centro izquierda y la izquierda”. Aquí es más delicado. Primero, porque no es un error; nadie duda de que el ministro Jackson, en el fondo, piensa que De ahí que pueda pedir todas las disculpas del caso, pero el daño ya está hecho, uno que tiene profundas consecuencias.

Primero en la coalición de gobierno. La idea de sentirse superior a muchas de sus actuales parejas fue el detonante para romper una relación ya muy deteriorada del ministro con el Congreso y los partidos políticos. Tanto es así que suspende su continuidad en el cargo, ya que su primer trabajo es la relación con el Poder Legislativo.

Pero el mayor problema que reflejan las palabras de Jackson es su trasfondo: una especie de superioridad y desprecio por el pasado y sus protagonistas, como si todo lo ocurrido antes de la llegada de la generación actual fuera malo, negativo e incluso moralmente inferior. Si bien frases como estas ya se habían escuchado de representantes de esta coalición, solo confirman que a estas alturas la actitud de arrogancia es probablemente la mayor debilidad de quienes integran la actual administración, creyendo además que esto les da la oportunidad de decir y hacer lo que quieren.

En ese camino se han encontrado con dos realidades: un fuerte rechazo en la evaluación de la gestión del gobierno y una constelación de declaraciones erróneas de ministros y otras autoridades, lo que ha obligado a constantes explicaciones y disculpas. No deja de ser extraño que a pesar de todo esto, aún no se haya aprendido sobre la importancia de ser más cuidadosos, más cuando estamos viviendo un momento político tan complejo, con el plebiscito constitucional a pocas semanas.

Algunos podrán justificarse en que son pecados de juventud, propios de la inexperiencia de un grupo de personas que llegó al gobierno casi sin pensarlo. Más allá de que esto pueda ser efectivo, lo cierto es que aunque Boric, Jackson, Vallejo, Siches y otros son jóvenes, ya tienen mucha experiencia política acumulada, primero como líderes estudiantiles, luego como diputados o en cargos gremiales, y ahora como ministros. Entonces, pueden ser jóvenes, pero ya “viejos” en política, lo que hace aún más inexcusables actitudes que tensan aún más el ambiente político.

Algo similar ya se vio con la Convención Constituyente, donde dos características muy marcadas impregnaron a muchos de sus miembros: estaban por encima de todo; No aceptaron ninguna crítica. Segundo, que había que empezar de cero. El resultado de todo esto es visible: la Convención cayó en un desprestigio total y la propuesta constitucional no es compartida por la mayoría de la población.

En todo esto, el presidente Boric actúa como puede. No sólo sale a corregir a sus ministros y colaboradores, sino que también cambia de opinión cuantas veces sea necesario. Este es definitivamente un juego a corto plazo; nadie puede disculparse todo el tiempo. Por tanto, en el futuro Boric no solo tendrá que ordenar o reorganizar sus equipos, sino también apaciguar a los suyos, lo que al parecer será una tarea difícil de lograr.