Cuando reunió al Consejo del Gabinete con el Presidente, un ministro dijo que el voto en blanco es una manifestación destructiva de la ceguera, el Ministro de Justicia lo corrigió diciendo: “o lucidez”. Aunque los ministros del interior y la defensa dijeron, sucesivamente, creer “habiendo escuchado mal” y que votar en blanco era “una barbarie democrática”, advirtió: “No voté en blanco, pero lo pensaré en la próxima ocasión”.
Es el “ensayo sobre la lucidez” de Saramago, novedando ese día cuando la votación en blanco obtuvo el 70% en las elecciones presidenciales y solo el 25% votó por los candidatos.
Fue el voto de desencanto, del Vestío con la política.
Si bien muchos gobernantes y otros, posponemos qué hacer para resolver nuestros comportamientos frente a la decepción con la política, continuamos comportándonos de manera similar a las autoridades de esa novela y culpando a la ceguera a los ciudadanos desencantados. Acusamos a los demandantes y oportunistas que quieren pensar en esto. La renovación sería que los “ciegos” se conviertan en el “lúcido” de Saramago. Porque parece que no queremos ver que la corrupción, las repetidas promesas no cumplidas, el sistema electoral, la multifragmentación de los partidos, los PACT, la agresión como modelo de debate, nuestros egos, el apetito incansable para las posiciones en una y otra opción, los candidatos eternos, los medios de comunicación muestran, no forman parte de los problemas que forman este drama de la democracia. Los hechos están socavando el sistema político democrático, como en esta novela, cuya lectura hace 20 años me advirtió de este desencanto ciudadano que no hemos querido resolver.
Y qué decir sobre las confusiones ideológicas de los comportamientos políticos cuando se trata de propuestas programáticas y aún peor al gobernar.
¡Qué malo sucederá el próximo gobierno de Chile en esta relación entre ciudadanos y política!
En unos pocos meses, hacia el evento democrático chileno más grande e importante: las elecciones presidenciales y parlamentarias, las profecías electorales de certezas contradictorias surgen como un menú que los candidatos obedecen y proclaman su alojamiento: que los votantes votarán por los candidatos centrales; Eso votará por el derecho más difícil; que preferirán el mayor diálogo correcto; que votará en contra del gobierno actual; que el gobierno actual tiene un tercero asegurado; que este es el momento de la socialdemocracia; Esa socialdemocracia está muerta y debe agregarse a la regla del izquierdismo. Estas recetas variadas y diferentes son aconsejadas por los analistas de las candidaturas, con estudios científicos, con una convicción que es un reflejo fiel de la confusión nacional de los encuestados.
Digo “no” queríamos corregir los comportamientos de la raíz del desencanto, porque sabemos que cada corrección que debe hacerse disminuye algún recurso de poder que se adapte a los demás. Percibo algo suicida en el mantenimiento de la degradación sistémica de que sufrimos políticos y votantes. Los votantes continúan eligiendo a aquellos que luego se repudian en las encuestas cuando alcanzan sus posiciones. Nada muy novedoso en el comportamiento humano con respecto a las formas cíclicas de buscar y perder poder en los 150 mil años que tiene Sapiens.
No será suficiente para alertas reales o novedosas, como este Premio Nobel y somos sentenciados a repeticiones. Esperemos que aquellos que, siendo políticos no aspiran a posiciones y solo tenemos que perder la simpatía de aquellos que esperan aplausos y complicidad perpetua en torno al poder, podemos atrevernos a promover cambios en lugar de llamar a votar en nada.
Como probablemente la mayoría de los votantes no hayan leído el Saramago 2004, no están considerando el voto en blanco como lucidez o repudio de nosotros, los políticos.
Por Patricio HalesArquitecto y ex diputado PPD.