Un plan de siete medidas sociales fue anunciado este jueves por el presidente Gabriel Boric en la antesala de conocer que la inflación habría cerrado 2022 con un avance cercano al 13% -lo que sucederá este viernes-, lo que se suma a que el mercado descuenta que el segundo trimestre del año será el más complejo del ciclo recesivo y es latente la reapertura en el Congreso de la discusión sobre los retiros de los fondos de pensiones.
Transferencias directas, rebajas en los precios de los medicamentos y un programa de garantías estatales para la construcción son algunas de las acciones que anunció el presidente en Valdivia (ver recuadro).
“(La medida) atiende uno de los mayores problemas a los que se enfrentan hoy en día las empresas de nuestro sector, como son las dificultades para acceder a la financiación”, dijo el presidente de la CChC.
“Sé que estamos viviendo momentos difíciles, que el primer semestre será retador y que el alza del costo de vida es un desafío para todos”, dijo la autoridad, quien lamentó que “hoy con $10,000 no se puede ir a la feria” y comprar lo mismo que hace unos meses, incluso adelantó que espera que la inflación sea de un dígito a principios del próximo año.
Posteriormente, el ministro de Hacienda, Mario Marcel, explicó que el conjunto de medidas tiene un costo estimado para el Tesoro del orden de los US$ 2.000 millones, lo que según JP Morgan equivaldría al 0,4% del PIB estimado para 2023.
Indicó que el monto es el doble de lo que costó el bono de invierno de agosto de 2022, y explicó que se financia principalmente con recursos del Presupuesto 2023, y con fondos adicionales que se detallarán la próxima semana.
En los próximos días, el Ejecutivo ingresará al Congreso los proyectos de ley para materializar las medidas. Estos serían el aumento del aporte familiar permanente, la creación del “Bolsillo Familiar Electrónico”, el aumento permanente de la asignación familiar y el subsidio unifamiliar, y la creación del fondo de construcción.
Señal política e inflación
El ministro Marcel defendió que con las medidas incluyen “varias de las propuestas de los últimos meses” que pedían tarjetas, reducción del IVA, compensación por inflación. “Traducimos eso a este bolsillo familiar electrónico”, resumió.
Descartó que el paquete busque frenar la discusión en el Congreso sobre el autopréstamo de fondos de pensiones -en la comisión de Constitución de la Cámara- o nuevos retiros de las AFP que pueden volver a legislarse en abril, un año después del rechazo de la última iniciativa parecida.
Y descartó un potencial impacto en la inflación, indicando que son “medidas financiadas en el marco fiscal para estos años”. Señaló que las acciones “no afectan el balance fiscal este año y por lo tanto esperamos que no tengan un impacto inflacionario”.
Evaluación transversal
Los economistas coincidieron con Marcel en que los anuncios no afectarían el cuadro inflacionario, ya que -según dijo la autoridad- un monto similar estaba comprometido en el Presupuesto del año.
El economista jefe de BCI, Sergio Lehmann, destacó que las ayudas están “bien focalizadas”, y afirma que “ayudará a las familias más vulnerables a enfrentar mejor un escenario económico complejo”. “Entendiendo que la inflación se moderará en los próximos meses, mientras que el ajuste económico terminará en el segundo trimestre, el apoyo anunciado sería suficiente”, resaltó.
Carolina Molinare, de la OCEC UDP, coincidió en que las nuevas medidas “responden a la urgencia económica que tienen las familias ante el contexto inflacionario y la caída de la actividad económica”. Lo anterior se traduciría en una caída “más limitada” del consumo privado, dado el foco en los hogares de menores recursos.
Desde Clapes UC, Juan Ignacio Cepeda ha señalado que las medidas “parecen ir en la buena dirección dado el contexto inflacionario”, y valora que se centren “en los más desfavorecidos, además de favorecer la integración en el mercado laboral formal”. “.
El presidente de la CChC, Juan Armando Vicuña, calificó el plan para el sector como “una medida muy positiva para mantener la actividad y el empleo en el sector”.
Valoró que se hace cargo de “uno de los mayores problemas a los que se enfrentan hoy en día las empresas de nuestro sector”: las dificultades para acceder a la financiación. Así, llamó al Congreso a tramitar “de urgencia” el plan que esperan “cubra un amplio universo de empresas”.
El detalle de los beneficios
uno El Aporte Familiar Permanente (Bono de Marzo) se duplica de manera extraordinaria en 2023 para alcanzar un aporte total de alrededor de $120.000. Beneficiarios: más de 3 millones de personas, pertenecientes a 1,5 millones de hogares. Se requiere factura.
2 Se crea el “Bolsillo Familiar Electrónico”, que consistirá en una transferencia estatal de $13.500 mensuales por carga a través de la Cuenta RUT. Este reemplazará el “Aporte a la Canasta Básica de Alimentos”, que tenía vigencia solo hasta abril de 2023. Ahora se extenderá a todo el año. Se requiere factura.
3 El monto de la Asignación Familiar (AF) y del Subsidio Unifamiliar (SUF) se incrementará permanentemente en un 20%. Esto implica un aumento de hasta $3.500, lo que permitirá que una familia beneficiaria del SUF o del primer tramo del AF obtenga ahora $20.328. Para los dos tramos restantes del AF, los valores pasarán de $10.327 a $12.475 y de $3.264 a $3.943, respectivamente. Se avanzará en la automatización del SUF, para que llegue a más de 900.000 niños, niñas y adolescentes que pertenecen al 40% más vulnerable de la población, que actualmente no accede al beneficio. Beneficiarios: más de 3 millones de cargas, pertenecientes a 1,5 millones de hogares. Se requiere factura.
4 En 2023 se ampliarán los convenios directos con cadenas de farmacias, lo que permitirá aumentar de 2.700 a 6.900 medicamentos con descuento, cuyo valor se reducirá en un promedio de 32%. Se suma cadena de farmacias en la Región de Tarapacá y aumenta de 240 a 512 tiendas que cuentan con estos descuentos.
5 El Programa de Alimentación Escolar (PAE) se extenderá a 50,000 niños y niñas de pre-kínder y kínder de escuelas públicas y se incrementará la Beca de Alimentación para la Educación Superior (BAES) en $5,000 más.
6 La postulación al IFE Laboral y al Subsidio Protege se extenderá hasta el primer semestre de 2023.
7 Se implementará un programa de garantías estatales especiales de $50 mil millones para créditos de construcción (US$58 millones), un fondo similar al Fogape. Se requiere factura.
JUAN IGNACIO BRITO, Profesor de la Facultad de Comunicación e investigador del Centro de Señales de la Universidad de los Andes
juan ignacio brito
La idea de la integración latinoamericana volvió a ser mencionada en la cumbre de la Celac realizada en Buenos Aires la semana pasada. Parece que el “sueño de Bolívar” es de lo que hablan los líderes de nuestra región cuando no tienen nada más que decir. Pero lo cierto es que hasta el Libertador terminó sus días desilusionado con su ideal de unidad.
Tras la victoria en Ayacucho (1824) había llamado a América “la esperanza del universo”, pero el Congreso de Panamá (1826) que convocó para sellar la integración fue un rotundo fracaso. Ya en 1829 el héroe desencantado admitía que “hemos probado todos los principios y todos los sistemas y ninguno ha llegado a buen puerto”. Lo que prevaleció fue el desorden y la ruina, no la unidad.
El mismo Bolívar dijo de sí mismo que era “un genio de la tormenta”. Lo suyo era la guerra y la revolución, no la construcción institucional. “Muchos generales saben ganar las batallas, pero no qué hacer con sus victorias”, lamentaría, en una declaración muy autocrítica, unos meses antes de exiliarse en 1830.
Lo que sucedió con el sueño unitario de este héroe imperfecto es una sinopsis de lo que vendría después. Nuestra región es un lugar donde prevalecen la violencia, la desigualdad, las personalidades y la fragilidad institucional. No es raro que en un entorno así la integración no vaya más allá de los discursos y resulte ser una quimera. América Latina vive, como escribió el patriota Luis Briceño Méndez a Bolívar en una carta, “en la era de los errores. Para remediar uno cometemos cincuenta”.
La última nota retórica en la historia de la fallida integración regional la protagonizaron hace unos días Lula da Silva y Alberto Fernández, cuando anunciaron con más entusiasmo que realismo la creación de una moneda común, el “Sur”. Rápidamente, desde Caracas saltó el dictador Nicolás Maduro para proclamar que se sumaba a la propuesta.
Como siempre, el voluntarismo no tardó en chocar con la realidad. Es imposible que un país con un Banco Central autónomo y una inflación relativamente controlada quiera unir su política monetaria con Argentina, cuyo desorden fiscal parece irreparable. Pronto salió Brasilia a aclarar que la idea es crear una “moneda financiera”, no una que circule. De ahí vino el “sur”. ¿Volveremos a saber de él?
Las palabras más sensatas pronunciadas en la Celac vinieron de Luis Lacalle Pou, el presidente de Uruguay, esa pequeña isla de la excepcionalidad. Alzando valientemente la voz, Lacalle Pou reveló a sus compañeros el elefante en medio de la mesa de reuniones, llamando a la Celac “un club de amigos ideológicos” y afirmando que “para que este tipo de foros subsista hay que generar esperanza. Y las esperanzas se generan en el camino recorrido, en la práctica en la acción.” En otras palabras, las acciones, y no las palabras, definen la integración.
El problema evidente es que para que haya una verdadera unidad se necesitan varios requisitos: comunidad de intereses, tiempo, creación de un régimen con reglas comunes percibidas como legítimas y respetadas por todos, sistemas políticos compatibles y, finalmente, líderes comprometidos y coherentes. Todos bienes escasos en estas latitudes.
Con dolor, Bolívar llegó a reconocerlo. Por eso terminó sus días sumido en la amargura, arrepintiéndose incluso de haber hecho la guerra a la metrópolis colonial. Su diagnóstico es lapidario: “No hay buena fe en América ni entre las naciones. Los tratados son papeles; las constituciones, libros; las elecciones, los combates; libertad, anarquía; y la vida, un tormento”.
#sueño #imposible #Bolívar
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JUAN IGNACIO BRITO, Profesor de la Facultad de Comunicación e investigador del Centro de Señales de la Universidad de los Andes
juan ignacio brito
La idea de la integración latinoamericana volvió a ser mencionada en la cumbre de la Celac realizada en Buenos Aires la semana pasada. Parece que el “sueño de Bolívar” es de lo que hablan los líderes de nuestra región cuando no tienen nada más que decir. Pero lo cierto es que hasta el Libertador terminó sus días desilusionado con su ideal de unidad.
Tras la victoria en Ayacucho (1824) había llamado a América “la esperanza del universo”, pero el Congreso de Panamá (1826) que convocó para sellar la integración fue un rotundo fracaso. Ya en 1829 el héroe desencantado admitía que “hemos probado todos los principios y todos los sistemas y ninguno ha llegado a buen puerto”. Lo que prevaleció fue el desorden y la ruina, no la unidad.
El mismo Bolívar dijo de sí mismo que era “un genio de la tormenta”. Lo suyo era la guerra y la revolución, no la construcción institucional. “Muchos generales saben ganar las batallas, pero no qué hacer con sus victorias”, lamentaría, en una declaración muy autocrítica, unos meses antes de exiliarse en 1830.
Lo que sucedió con el sueño unitario de este héroe imperfecto es una sinopsis de lo que vendría después. Nuestra región es un lugar donde prevalecen la violencia, la desigualdad, las personalidades y la fragilidad institucional. No es raro que en un entorno así la integración no vaya más allá de los discursos y resulte ser una quimera. América Latina vive, como escribió el patriota Luis Briceño Méndez a Bolívar en una carta, “en la era de los errores. Para remediar uno cometemos cincuenta”.
La última nota retórica en la historia de la fallida integración regional la protagonizaron hace unos días Lula da Silva y Alberto Fernández, cuando anunciaron con más entusiasmo que realismo la creación de una moneda común, el “Sur”. Rápidamente, desde Caracas saltó el dictador Nicolás Maduro para proclamar que se sumaba a la propuesta.
Como siempre, el voluntarismo no tardó en chocar con la realidad. Es imposible que un país con un Banco Central autónomo y una inflación relativamente controlada quiera unir su política monetaria con Argentina, cuyo desorden fiscal parece irreparable. Pronto salió Brasilia a aclarar que la idea es crear una “moneda financiera”, no una que circule. De ahí vino el “sur”. ¿Volveremos a saber de él?
Las palabras más sensatas pronunciadas en la Celac vinieron de Luis Lacalle Pou, el presidente de Uruguay, esa pequeña isla de la excepcionalidad. Alzando valientemente la voz, Lacalle Pou reveló a sus compañeros el elefante en medio de la mesa de reuniones, llamando a la Celac “un club de amigos ideológicos” y afirmando que “para que este tipo de foros subsista hay que generar esperanza. Y las esperanzas se generan en el camino recorrido, en la práctica en la acción.” En otras palabras, las acciones, y no las palabras, definen la integración.
El problema evidente es que para que haya una verdadera unidad se necesitan varios requisitos: comunidad de intereses, tiempo, creación de un régimen con reglas comunes percibidas como legítimas y respetadas por todos, sistemas políticos compatibles y, finalmente, líderes comprometidos y coherentes. Todos bienes escasos en estas latitudes.
Con dolor, Bolívar llegó a reconocerlo. Por eso terminó sus días sumido en la amargura, arrepintiéndose incluso de haber hecho la guerra a la metrópolis colonial. Su diagnóstico es lapidario: “No hay buena fe en América ni entre las naciones. Los tratados son papeles; las constituciones, libros; las elecciones, los combates; libertad, anarquía; y la vida, un tormento”.
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Esta semana dedicamos los editoriales de lunes y martes a la crisis de inseguridad que, lamentablemente, se ha apoderado de la agenda nacional, y que encabeza la lista de preocupaciones ciudadanas. La naturaleza y gravedad del problema no tienen precedentes, pues el tipo de delitos, la frecuencia con que ocurren y el grado de violencia que involucran son nuevos en nuestro país.
Este tercer editorial sobre delincuencia busca reforzar el mensaje de los dos primeros, porque ante las declaraciones del Subsecretario de Gobernación sobre el violento asalto a un centro comercial de la capital el pasado domingo, el Gobierno parece no escuchar: garantizar la seguridad es la primera responsabilidad del Estado, y el Estado está fallando.
En lugar de anuncios que comuniquen a la ciudadanía la firme voluntad del Gobierno de redoblar esfuerzos para enfrentar a los delincuentes, la autoridad ha preferido enfatizar la responsabilidad de los centros comerciales de implementar medidas y protocolos para estar mejor protegidos ante acciones delictivas.
Esa responsabilidad existe, por supuesto, y es necesario discutir qué pueden hacer los actores privados -empresas y negocios- para dar mayor protección a sus trabajadores y clientes. Pero frente a bandas bien organizadas y fuertemente armadas como las que han actuado en numerosos incidentes en los últimos tiempos, sólo el Estado puede desplegar la respuesta contundente necesaria, ya sea para disuadir o confrontar estas acciones.
Es precisamente por eso que existe el monopolio estatal del uso legítimo de la fuerza, porque dado el grado de violencia que puede desencadenar el crimen organizado -y de eso estamos hablando aquí- los actores privados siempre estarán indefensos. Hasta ahora los ciudadanos no parecen reclamar el derecho a armarse para su propia defensa y eso es tranquilizador, ya que se iniciaría un proceso casi irreversible de deterioro de nuestra convivencia. Todo indica que espera ser protegido por las instituciones a las que la ley asigna esa tarea, y esa es una expectativa que la autoridad no puede cuestionar con declaraciones imprudentes.
#Inseguridad #ciudadana #III #Estado #debe
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