Mientras una parte del país se distrae con charlas de “Lucho” o cuestionando el salario de Marcela Cubillos, la mayoría de los chilenos se conforman con vivir en barrios inseguros, esperando atención médica en alguna lista de espera de Fonasa que no avanza o soñando que la economía volverá a ofrecer puestos de trabajo estables.
Es fácil distinguir que, en varias dimensiones, Chile se está hundiendo. Sin embargo, la banda Titanic insiste en tocar la misma música de siempre. Se cumplirán cinco años desde el 18 de octubre y los problemas de nuestra sociedad parecen idénticos a los de hace cinco años. La falta de soluciones fue evidente ya que la fronda negoció la supuesta salida a la crisis a través de un Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución que no condujo a ninguna parte, porque los chilenos se dieron cuenta a tiempo de que no se estaba haciendo. hacerse cargo de sus verdaderos problemas. Por un lado, la izquierda intentó secuestrar el movimiento social del 18-O y echarle leña al molino; Por otro lado, la derecha cree que lo único que ocurrió en ese momento fue violencia nihilista y se niega a ver las otras dimensiones del estallido. En el medio están las frustraciones, la desconfianza y el desencanto de una mayoría confundida que ya no sabe a qué santo rezar.
La fachada democrática continúa en otra. A ella sólo parece importarle lo que le pase a ella. Sus últimas distracciones son el caso Audio y sus múltiples vertientes. No es que estos escándalos no sean graves o merezcan ser investigados y castigados. Tampoco que no sean otra señal de una podredumbre política y moral que seguirá corroyendo la confianza de la gente en sus líderes e instituciones. No. Es más bien que Chile tiene problemas urgentes que se arrastran por años, incluso décadas, y que, sin embargo, siempre logra centrar su atención en lo transitorio y postergado. sine die lo importante.
Por alguna misteriosa razón, aquí no es un escándalo que la gente muera por no ser tratada a tiempo incluso para enfermedades cuya atención ha sido declarada prioritaria por ley. Tampoco es cierto que se asesine a personas, como parecen sugerir las desafortunadas palabras del Ministro del Interior. Nada menos que el país lleva una década estancado, con caídas de la productividad y altas cifras de desempleo. O que la tasa de natalidad caiga en picado y se sigan cancelando proyectos de inversión.
Sólo se habla de estas y otras cuestiones cruciales de pasada, reconociendo que merecen toda nuestra atención, pero, en realidad, reciben muy poca.
La banda del Titanic continúa tocando mientras el barco cae al abismo. Chile es un país esquinero frente al mar regentado por sonámbulos que no tienen otro tema que ellos mismos y que siguen charlando mientras el barco se dirige hacia el naufragio.
Por Juan Ignacio Britoperiodista