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La genialidad de El Niño y la Garza según Alfonso Herrera
La garza se le aparece a Mahito apenas llega a la que será su nueva casa. Dolido por la muerte de su madre y confundido por las nuevas dinámicas familiares, el joven no tiene ánimo para escuchar a un ave que, con su voz burlona, le dice que su mamá aún está viva. Su primer impulso es ahuyentarla, pero responde con mayor insistencia e incluso con provocaciones que lo sacan de quicio. Contra su voluntad, una desaparición causa que el niño se tenga que escabullir hasta la vieja torre que sirve como hogar del animal.
Ese personaje plumífero termina funcionando como el vaso comunicante entre el mundo real de Mahito y un universo de fantasía en el que comparten vivos y muertos. Y, como ocurre de vez en cuando en el cine de Hayao Miyazaki, esconde un secreto sobre su real identidad y los motivos que justifican su hostil acercamiento al joven.
En El niño y la garza el ave infunde de miedo por aquello que dice y, sobre todo, cómo lo dice. Gran parte del crédito es de Masaki Suda, actor y cantante japonés de 30 años que tomó el desafío de prestarle su voz a una figura amenazante y algo fanfarrona.
Mientras que en Estados Unidos el reto fue aceptado por Robert Pattinson –en otro de sus giros inesperados de su carrera–, el doblaje latino lo asumió Alfonso Herrera (Ciudad de México, 1983). Pese a ser más conocido por sus roles en la pantalla (desde Rebelde a la serie de Netflix Ozark), registra más de una década de experiencia como actor de doblaje de películas animadas, la mayoría de ellas hollywoodenses.
En esta ocasión, detalla a Culto, la oportunidad no llegó directamente a sus manos, sino que la buscó él junto a su equipo, contactando a Cine Caníbal, la compañía a cargo del doblaje latino del filme que ya lleva más de 150 mil espectadores en cines chilenos y acaba de ser nominado a la 96° edición de los Premios Oscar.
“Yo no estaba dentro de los planes iniciales de la versión latinoamericana”, revela el mexicano, quien se declara admirador de Studio Ghibli, en específico de títulos como El viaje de Chihiro (2001) y El castillo ambulante (2004). “Siempre tenemos mucho más de Miyazaki, pero quién sabe, puede que esta sí sea la última (película). Entonces fui a tocar la puerta para decirles que, si existía alguna posibilidad, yo levantaba mi mano y hacía la prueba del personaje que me indicaran”.
Una vez que manifestó su disposición a involucrarse en el proyecto, recibió las líneas del guión que correspondían a la garza y las especificaciones de Studio Ghibli para ese papel. Su prueba de audio fue enviada a Japón y llegó de regreso con una retroalimentación, tras lo cual se quedó con el papel.
En el proceso se empapó de la resonancia de la nueva historia propuesta por el autor de Mi vecino Totoro (1988). “Conecté muy profundamente con que este niño de 12 años empieza a entender lo que es la responsabilidad y lo que es un duelo. Y cómo uno es responsable de su propia vida y, dependiendo de cómo acomodas las piezas, al final de cuentas tú eres tu propio arquitecto”.
Por la particularidad de su rol (tan impredecible como de ribetes humorísticos), cuenta que esta vez trabajó en el estudio de grabación de un modo diferente al habitual. “Generalmente se graba de manera cronológica, pero en este caso particular el personaje tiene momentos muy diferentes y contrastantes. Por momentos piensas que es un antagonista, por momentos piensas que es un recurso cómico de la película y por momentos es un gurú. Y por momentos es un viejo cascarrabias. Por eso decidí enfocarme en la primera parte en la garza más animalesca, cuasi demoniaca. Así le di estructura al proceso”.
Herrera además le presta su voz al protagonista de Patos, la nueva cinta animada del estudio Illumination (Mi villano favorito), que también está en la cartelera local. Es su última experiencia en una producción nacida en Hollywood, con lo cual marca un contrapunto con su debut con Studio Ghibli. “Las películas de animación norteamericanas generalmente están llenas de dopamina, llenas de luz y una energía a tope. En esta película de Miyazaki a veces los silencios dicen más que un texto, hay mucha más introspección, por lo que hay que ser un poquito más minucioso”, explica, advirtiendo que “cada proyecto tiene su maravilla y su importancia”.
Primer largometraje del cineasta desde que anunció su retiro con Se levanta el viento (2013), El niño y la garza podría ser la obra final de Miyazaki. Aunque circula información respecto a que trabaja en nuevos proyectos, la historia reúne los ingredientes de una perfecta despedida.
“Su filmografía es mucho más grande que la vida misma”, apunta Herrera. “Hay una potencia muy interesante en particular en esta entrega. Creo que es una carta de amor de Miyazaki. Después de todo lo que ha compartido, esta es su carta de amor al mundo”.
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