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La nueva despedida de Kiss, la clase magistral de Depp Purple y el tibio show de Scorpions: así fue el Masters of rock

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“¿Es este el último, Paul y Gene?”

La pregunta ha sido una constante en los últimos 20 años para los dos fundadores de Kiss desde que a principios del 2000 se embarcaran en la que sería su gira de despedida y la bautizaron como “Farewell Tour”. El momento parecía propicio: hacía cuatro años habían estrenado un prodigioso Unplugged en MTV y el cuarteto original, con Ace Frehley y Peter Criss, se reencontraban.

Sin embargo, poco después, las relaciones con Spaceman y The Cat volverían a ser tensas y el recorrido se embarraría. Varios años más tarde, ahora con Tommy Thayer en la guitarra y Eric Singer en la batería (y adoptando los personajes), Paul Stanley argumentaría que en realidad solo querían despedirse de sus excompañeros y seguir demostrando que la banda estaba en buena forma.

Y es así como, siempre argumentando que se puede hacer un poco más, los nativos de Nueva York decidieron extender el “End of the Road World Tour”, que los trajo a nuestro país los días 19 y 20 de abril de 2022 en el Movistar Arena. , en dos funciones con plena asistencia y que para muchos sería el último adiós.

En esta ocasión, que ahora sería la definitiva, la despedida se dio en el marco del festival Masters of Rock, realizado en el Estadio Santa Laura, que reunió a Depp Purple, Scorpions, Helloween y Skid Row. La potente jornada fue inaugurada por las chilenas Cleaver y Queenmilk y tuvo una marca de 29 mil asistentes en una fría noche.

Una pequeña historia introductoria. El grupo formado en New Jersey y relacionado a finales de los ochenta con la escena glam de Los Ángeles tuvo su apogeo en la primera parte de los noventa, con dos potentes discos: el debut homónimo (1989) y el destacado Slave to the moler (1991). A pesar de no formar parte de la primera línea del género, la agrupación liderada por el carismático Sebastian Bach logró algunos éxitos, principalmente la balada poderosa “Te recuerdo”, que sería reproducida una y otra vez en los canales de música.

Sin embargo, para el 96, una situación que hoy se lee como paradójica acabaría con la formación clásica. Bach habría logrado hacer una gira con Kiss, una de sus bandas favoritas. Sin embargo, la situación no fue del agrado de la bajista Rachel Bolan ni del guitarrista Dave Sabo, porque “la banda era demasiado grande para ser el acto de apertura”. El episodio generó fricciones internas que terminaron con la destitución de Bach. De esta forma, perdieron a su carismático vocalista por un rol que involucró a Kiss. Años más tarde, la banda retomó su nombre y rumbo con nuevos integrantes. Hasta ahora, se embarcaron en una gira como teloneros del espectáculo de…Kiss.

El grupo comenzó su show alrededor de las 2:45 pm, cuando los asientos del lugar apenas comenzaban a estar ocupados. El joven cantante sueco Erik Groenwall nos da la bienvenida con “Slave to the Grind”, “The Threat”, dos extraídos del potente segundo disco.

La desgracia jugó en contra de los americanos cuando, a la mitad del show, justo cuando llevaba un par de minutos sonando “I Remember you”, se cortó el sonido. La banda siguió tocando sin darse cuenta, hasta que el público les alertó que no escuchaban nada. Pararon la canción y la empezaron de nuevo. “Tienen suerte, van a escuchar esta canción dos veces”, bromeó Groenwall.

El arsenal más pesado del grupo se desplegó de buena manera, con “Youth Gone Wild” y “Monkey Business” como momentos cumbre.

A pesar de que Skid Row es una banda que tiene una sombra demasiado marcada por su excantante, Groenwall, de 35 años y que en su país natal participaba en concursos de talentos, luce una garganta prodigiosa y le da nueva energía al grupo.

En 2017, los catalogados como los padres del power metal decidieron unir a los tres cantantes con los que han contado en su historia: Kai Hansen, Michael Kiske y Andi Deris. Dejando cualquier problema de ego en un cajón, la unión innovadora se materializó en una gira y grabaciones.

Los alemanes, con visitas recurrentes a nuestro país, tuvieron su última llegada en octubre de 2022. De hecho, Deris, hablando un español bastante claro, bromea al respecto y dice que debería comprarse “una casita” en Chile.

En ese diálogo, contando que el lunes vuela de regreso a Europa, le pregunta al público cómo se siente. La respuesta es positiva y ataca con un chilenismo: “¿Qué quiere decir eso?, ¿la grieta?”. Las numerosas visitas a nuestro país han dejado frutos. “Aprendo”, continúa.

El conjunto comienza con “Dr. Stein”, seguido de “Eagle fly free”, dos de “Keeper of the Seven Keys Part II (1988).

Contar con tres cantantes les permite repasar todas sus etapas. De esta forma, cuando Kiske interpreta una canción de sus discos, Deris espera su turno o acude al apoyo de las voces.

El sexteto, con tres guitarristas, crea un muro sonoro y hace un despliegue con varios momentos destacados, como “Forever and one”, “Heavy Metal (Is the Law)”, “Best time” o al final con la coreada ” Quiero salir”.

La mancha oscura que vinculaba anoche a Depp Purple con el Santa Stadium fue exorcizada con un golpe de clase. Y es que aquel espectáculo de 1997 que acabó con 44 heridos por la caída de una torre de iluminación figura como uno de los espectáculos accidentales de nuestra historia.

En un show sencillo, solo con algunas luces y una pantalla al fondo, el plató mostró esa maestría que sitúa a Depp Purple como uno de los referentes en cualquier género de gran volumen y que les sitúa como pioneros en los platós que hacen gala de la técnica. . Ian Pace da el pistoletazo de salida con el característico redoble de caja que se agranda para avisar que “Highway star” es el que debe empezar.

La voz de Ian Gillian se va calentando poco a poco para encontrar gritos en “Into de fire” y luego en “Lazy”. Minutos antes le tocó el turno al melancólico solo de Simon McBride, quien se hizo cargo soberbiamente de la pesada mochila de ser guitarrista de Depp Purple desde 2022. Luego, el cantante dedica “Uncommon Man” al fallecido teclista John Lord.

El teclista Don Airey, que forma parte estable del conjunto desde 2002, se roba la película. En su turno a solo, comienza presentando la melodía de “Mr. Crowley”, que luego, con genialidad, se une con “Gracias a la vida”, de Violeta Parra. La ovación cae rápidamente. Pero no se quedó ahí: al instante la conectó con el Himno Nacional de Chile.

Continuos sonidos espaciales en clave lisérgica conducen a “Perfect Strangers”. El maestro es pequeño. Le siguen “Space Truckin’” y “Smoke on the Water”, esta última cantada con entusiasmo. “Hush” ofrece un largo jam, donde McBride hace un juego de preguntas y respuestas con Airey. Otro regalo de virtuosismo.

Para cerrar, un solo de Roger Glover da paso a “Black Night”, que baja el telón en la parte superior. Brillo tras genialidad.

El show de Scorpions nunca despegó anoche. Con un Klaus Meine inexpresivo y con aparente desgana, el show alemán se relacionó con la frialdad de la noche, siendo sostenido por el alto volumen de los riffs de Matthias Jabs y Rudolf Schenker y el brutal despliegue de batería de Mikkey Dee.

De hecho, uno de los momentos más aplaudidos fue con el solo del ex baterista de Motörhead, donde Dee demuestra músculo y fuerza. En un momento del solo de Dee, se podía ver en la pantalla trasera una especie de rueda de ruleta de casino con varias figuras que iban a tono con los finales que hacía el baterista en los platos giratorios. En uno de ellos, para el tercer intento, aparecían unas figuras del desaparecido Lemmy Kilmister, en un simpático homenaje. Por supuesto, la imagen no logró ser reconocida por la multitud y pasó algo desapercibida.

Momentos antes, el grupo dedicó “Wings of change” a Ucrania. Esto, junto con los éxitos “Big City Nights”, “Still Loving You” y “Rock You Like a Hurricane” lograron levantar un poco el pálido espectáculo de los alemanes, que podría haber sido anterior.

A las 22:37, las dos pantallas laterales muestran a Gene Simmons, Tommy Thayer, Eric Singer y Paul Stanley entre bastidores caminando hacia el escenario. A pesar de que es la misma imagen durante todo el recorrido, de hecho, la misma grabación mostrada el año pasado en el Movistar Arena, la gente agradece ver al grupo en ese momento de intimidad. Incluso vuelve a generar risas cuando el “Starchild” patea la cámara.

De hecho, el juego es idéntico al de 2022 con el siempre poderoso “Detroit rock city”, seguido de “Shout It Out Loud”. El setentero “Deuce”, del álbum debut (1974) ofrece imágenes de Ace y Peter en las pantallas, como gesto conmemorativo a la aportación inicial de los dos ex integrantes. Lo más parecido hasta ahora a ver al cuarteto original en la gira de despedida.

Con una voz en mejor forma que en su mayoría de edad de 2022, Paul comienza temprano con la interacción con la multitud, una de sus mejores armas. Sin embargo, experimenta un paso en falso cómico. Confunde a Santiago con San Diego. Se da cuenta al instante y se lo reprocha. “Idiota. Puta”. “No hablo muy bien el español, pero mi corazón es tuyo”, agrega, para luego repetir constantemente: “Santiago, Santiago, Santiago”.

El espectáculo avanza con “War machine”, “Heaven’s on Fire” y “I love it loud”. Cerca de las 11:30 de la noche, cuando el espectáculo iba por la mitad, los termómetros marcaron los 10 grados y la noche se tornó gélida. Ya en ese momento varios asistentes deciden retirarse.

“Makin’ Love” ofrece una distinción del concierto del año pasado, que se agregó en lugar de “Tears Are Falling”. En un conjunto de 20 canciones, Kiss repasa su música de los ’70, ’80, ’90 y 2000, siendo la primera etapa donde ponen mayor énfasis. “Santiago, siempre has sido especial. Siempre has sido increíble”, dice Paul en un tono de despedida.

Gene Simmons sube al escenario que lo eleva para escupir sangre y cantar “God of thunder”, seguido por el vuelo de Stanley para interpretar “Love gun” y “I was made for lovin you”. Dos de las postales más icónicas del grupo.

Para el final, Eric Singer se sienta al piano para regalar la romántica “Beth”, a la que sigue “Do you love me”. Luego de dos horas de show, “Rock and Roll All Nite”, el himno de pasarla bien, cae para el emotivo nuevo adiós.

El show de Kiss, el epítome del rock de estadio, sigue en marcha 50 años después de su partida. Los elementos visuales y las canciones sin fecha de caducidad avalan el concierto más espectacular del género. El cuarteto se despide en buena forma, con un show sólido y enérgico, dejando incluso de lado muchos hits. Entonces, lleva a preguntar. Oigan, Paul y Gene, ¿este fue realmente el último?

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