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Lo que pensamos afecta nuestro metabolismo
El experimento realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard fue sencillo y, al mismo tiempo, impresionante. Trabajaron con dos grupos de personas diabéticas, quienes primero midieron el nivel de azúcar que tenían en la sangre y luego les dieron de beber. El primer grupo bebió uno con la etiqueta “cero azúcar” y el segundo bebió uno con la etiqueta “alto contenido de azúcar”. Lo que no sabían los participantes era que todas las bebidas eran azucaradas, incluso las del primer grupo. Después de ingerir el líquido, se volvió a medir la glucosa en sangre y el resultado fue sorprendente: solo el segundo grupo tenía una concentración de glucosa en sangre más alta, a pesar de que todos tomaban exactamente la misma cantidad de azúcar. Es decir, los del primer grupo no aumentaron su glucosa solo porque creían que no habían comido azúcar.
“Fue una de las primeras evidencias científicas de que los pensamientos condicionan la respuesta del cuerpo”, escribió en su cuenta de Instagram la investigadora científica y docente española Nazareth Castellanos, respecto a la investigación que se publicó en 2020 en la revista. informe científico. “Este estudio destaca la capacidad mental para influir en los estados corporales”, agregó en su publicación.
En la última década se ha estudiado cada vez más el papel que juega la mente en nuestra fisiología. Concepciones que antes estaban alejadas del mundo científico ─como que nuestros pensamientos pueden crear realidades─ comenzaron a verificarse en cierto punto. Por ejemplo, la investigación publicada en Terapias Complementarias en Medicina, mostró que esperar resfriarse aumenta la posibilidad de desarrollar síntomas. Un estudio publicado en ciencia psicológica encontró que la visión mejoraba en jóvenes mentalmente entrenados para ello. Si bien un trabajo publicado en Fronteras en Psiquiatría demostraron que el mero hecho de creer que se está siguiendo una dieta hipocalórica ─siendo en realidad una dieta equilibrada─ provoca una reducción de la masa corporal. “Estos hallazgos sugieren que el cerebro está involucrado en una importante regulación metabólica y endocrina basada en la anticipación de desafíos y la disponibilidad de recursos (…). Los procesos psicológicos pueden influir en los niveles fisiológicos”, escribió el investigador Francesco Pagnini, de la Università Cattolica del Sacro, quien dirigió el estudio de la bebida azucarada mientras estaba en Harvard. “Las funciones digestivas y la gestión de la energía son sistemas que se ven muy afectados por nuestra mente”, dice Pagnini.
un eslabón perdido
Para la nutricionista Casandra Lobos estos estudios vienen a demostrar algo que ella también suele ver en consulta. “Llegan muchas personas que ya han hecho todo desde el punto de vista farmacológico, dietas y rutinas de ejercicio, pero que no ven cambios en su composición corporal, en sus exámenes, en su salud ni en su peso. Pero el panorama cambia cuando empiezas a trabajar el aspecto cognitivo y la relación que tiene el paciente con la comida”, comenta esta doctora feminista, experta en nutrición y deporte (@dracasandralobos). “Es muy importante lo que muestran estas investigaciones, porque es una especie de eslabón perdido entre lo farmacológico y los hábitos: las vías neurocognitivas están presentes al nivel que cambia nuestra fisiología, demostrando que podrían generar cambios a nivel bioquímico, e invitando a dejar el modelo biomédico. Hay cosas que no medimos, por lo general, que pueden estar afectando nuestra salud”, agrega la doctora, refiriéndose a la predisposición con la que enfrentamos los alimentos o incluso al contexto emocional por el que podemos estar pasando.
En términos biológicos, el hecho de que un pensamiento module una respuesta del sistema metabólico puede explicarse ─señala Casandra Lobos─ a partir del funcionamiento de hormonas como la leptina, la grelina y la insulina, así como gracias a neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, y a sustancias químicas como la histamina. “Estas y otras moléculas pueden estar relacionadas con patrones de sueño, estrés, alimentación emocional, alimentación descontrolada, disfrute de la comida y restricción cognitiva, y con nuestra capacidad de incluir o evitar alimentos según su forma, textura, volumen, etc.”, apunta. out, agregando que incluso se ha comprobado que los cambios en el metabolismo pueden comenzar con acciones simples como comer de un plato más pequeño o comer más despacio, sin distracciones, conectando con la comida.
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