Sr. Director:
Después de 12 años de discusión parlamentaria, Chile ha dado un paso histórico al aprobar una reforma integral al sistema de adopción.
De la fundación proacogida, que promovió esta ley, celebramos este progreso, pero también advirtemos que todavía hay una deuda pendiente de la infancia. Esta ley no se entiende sin su preludio: la ley sobre las garantías de los niños, que colocan a los niños en el centro. Porque cuando su bien, sus tiempos y enlaces se priorizan, el enfoque cambia.
Lo más transformador es que establece plazos claros para evitar que los niños pasen años en el abandono institucional. Chile es el tercer país del mundo en establecer tiempos máximos para buscar soluciones definitivas: ocho años de espera, llega a un máximo de dos. Esto puede significar la diferencia entre la infancia truncada y reparada.
Otro cambio valioso: en ciertos casos, las familias anfitrionas pueden adoptar. Si un niño ha forjado vínculos con los que lo ha cuidado, es justo y humano permitir que continúe esa relación. Además, si es beneficioso, se pueden mantener vínculos con la familia de origen o extenso.
Pero esta reforma solo será real si se acompaña de las medidas necesarias: la corte de la corte, la armonización normativa y el presupuesto. Sin recursos o compromiso político, todo permanecerá en promesas.
Esta ley es una victoria, pero el verdadero desafío comienza ahora. Porque los niños ya esperaban 12 años por esta ley. No pueden esperar que otros 12 funcionen.
Jorge Guzmán