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“Nunca había visto caras de dolor tan penetrantes”: el relato de Juan Carlos Cruz ad portas de su segundo viaje a Ucrania

Martina E. Galindez

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Juan Carlos Cruz, jefe de comunicaciones y asuntos públicos de Livent Corp, empresa dedicada al desarrollo de tecnología de litio, y una de las víctimas que denunciaron los abusos sexuales cometidos por Fenando Karadima, vuelve a hacer su maleta de viaje. La próxima semana promete matices radicales en su itinerario, cuya base está en Washington, ciudad en la que reside. Mientras que el miércoles le tocará dar una charla en Davos, Suiza, donde se realizará una nueva edición del Foro Económico Mundial; el viernes estará en Ucrania por segunda vez, entregando ayuda humanitaria a las víctimas de la guerra.

“Fui invitado por la ONG Glaav (Alianza de Gays y Lesbianas contra la Difamación) para hablar sobre la importancia de la diversidad en el mundo y en los negocios. Tendré que hablar de la experiencia en mi empresa. Y luego, aprovecharé de ser junto a mi amiga Sor Lucía Caram apoyando a los voluntarios que la acompañarán desde Barcelona hasta Ucrania, para entregar 20 ambulancias”, explica por teléfono desde Washington, donde vive.

Los caminos lo llevaron a Ucrania luego de una conversación que tuvo con la monja dominica argentina, justo cuando estalló la guerra. “Lo primero en lo que uno piensa es en hacer donaciones. Y eso es muy bueno, porque toda ayuda es útil, pero con Sor Lucía -que para mí es un faro de justicia social y bondad- decidí hacer otra cosa y ayudar de una manera más directa y así surgió esto, “él dice.

La idea era acompañarla en su tercer viaje de ayuda humanitaria a Polonia y Ucraniaque llevaría a cabo a partir del 30 de marzo junto a su entidad, la Fundació del Convent de Santa Clara y el banco catalán Caixa Bank.

Así lo relata: “Salimos de Barcelona en dirección a Cracovia. Tuvimos que entregar una ambulancia y trasladar a tantas personas como pudimos. Sor Lucía es una persona que tiene una capacidad de organización 10 veces mayor que cualquier otra persona y pensaba en todo, entonces Junto con su fundación, coordinó la ayuda. Fuimos con dos médicos, 50 voluntarios, traductores, dos médicos, choferes y enfermeras”.

En ese viaje lograron llegar a Lviv, una de las ciudades cercanas a la frontera con Polonia.. Allí llegaron con diversas misiones, como encontrar a una madre infectada por el VIH para suministrarle medicamentos para el tratamiento, entregar ayuda y ofrecer refugio en España a las personas que lo necesitaran.

“Fue sor Lucía quien se ofreció a ir a buscar a esta persona y tuve que seguirla, no más. Sentí miedo, porque se sabía que los rusos estaban bombardeando en esa zona, que era donde llegaba la mayor parte de la ayuda.. Por suerte no pasó nada”, dice Cruz.

Aunque no vio escenas de destrucción, al llegar a Lviv se enfrentó a la parte más triste de un conflicto armado: la separación de familias enteras. “Estábamos en una estación de tren y era realmente como estar en la Segunda Guerra Mundial. Ver las caras tristes de esas personas fue algo que me impactó. Eran mujeres o enfermos con sus hijos, porque los hombres deben quedarse a pelear. Nunca he visto caras de dolor tan penetrantes“, reconocer.

En esa misión también debían trasladar personas a Barcelona, ​​donde Lucía Caram ya tenía preparada una red de acogida, entre su fundación y las familias que recibirían a los refugiados. En total, lograron viajar con 240 a Barcelona. “No fue algo sencillo. Muchos no hablábamos inglés, nosotros no hablábamos ucraniano, y también había mucha desconfianza porque también operaban mafias de trata de personas engañando a estas mujeres y niños.

Cruz también recuerda un episodio que vivió en el hospital de Lviv, donde fueron atendidos decenas de heridos de guerra. “El director del hospital se conmovió al recibirnos y nos invitó a ver a los heridos. Fue algo tremendo, pues se trataba de jóvenes de no más de 21 años, quienes en su mayoría habían sufrido lesiones graves o incluso amputaciones de extremidades. Ellos me pidieron que contara lo que estaba pasando en Ucrania, para que el mundo no olvide el horror que están viviendo”.

Desde marzo del año pasado, Cruz es miembro de la Pontificia Comisión para la Tutela de los Menores, donde ha establecido vínculos con diferentes líderes. Entre ellos, la exprimera ministra de Polonia, Hanna Suchocka, o el presidente de SOS Azurro, Ernesto Caffo, con quien también ha podido coordinar ayudas.

“Hablo mucho con ellos y también con Papa Francisco. Está muy preocupado por el dolor que están sufriendo millones de personas y los días que estuve allí me preguntó por la situación”asegura.

Con toda esta red de ayuda, Juan Carlos Cruz espera ansioso el nuevo viaje. Por ahora agradece que su empresa le permita realizar este tipo de actividades, mientras reflexiona sobre su labor humanitaria.

“Yo no hago esto para que digan: ‘ay, este gallo está bueno’. Soy una persona normal, con días buenos y malos, que toma antidepresivos, con problemas como todo el mundo. Sé que hay muchas guerras y dolor en el mundo y no hay que olvidarlo, pero en este momento tengo la posibilidad de aportar un pequeño granito de arena, y es algo que me ha marcado profundamente”, concluye.

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