La administración Trump ha provocado un cambio profundo en la escena comercial estadounidense con su agresiva campaña contra las políticas de diversidad, equidad e inclusión (DEI). A través de fuertes órdenes ejecutivas, el presidente ha eliminado las iniciativas en agencias federales y fuerzas armadas, argumentando que promueven la “discriminación inversa” y debilitan una sociedad basada en el mérito. El impacto ha sido inmediato y se ha extendido rápidamente en todo el sector privado.
Corporaciones importantes como Google, Meta, Walmart, Amazon, Blackrock, Bank of America y Target, entre otros, han comenzado a desmantelar significativamente o reducir sus programas de diversidad, influenciados por el nuevo entorno político. Esta transformación es interpretada por muchos como una claudicación contra presiones externas, que está reconfigurando la cultura corporativa estadounidense.
Sin embargo, este retiro ha generado respuestas abrumadoras. Target estuvo involucrado en una controversia cuando los líderes religiosos y los activistas de los derechos civiles organizaron un boicot de 40 días después del anuncio de cambios en sus políticas inclusivas. El mensaje era inequívoco: abandonar los compromisos con la diversidad puede distanciar tanto a los consumidores como a los empleados, con repercusiones tangibles en la imagen y las finanzas de las empresas.
Como contrapunto, Delta Airlines ha decidido mantener firme su compromiso con las iniciativas de I, reconociendo que no son meros adornos en su imagen corporativa, sino elementos esenciales para impulsar la innovación y garantizar el desarrollo sostenible en un mercado global cada vez más diverso.
En Chile, las empresas han intensificado la implementación de políticas inclusivas. La Fundación de Campaña de Derechos Humanos otorgó la calificación máxima a 57 empresas chilenas por su compromiso con la inclusión laboral en 2023, evidenciando a un empresario cada vez más consciente del valor estratégico de la diversidad. Sin embargo, de los sectores más conservadores del espectro político, han surgido las voces que replican la retórica anti -Dei estadounidense, lo que abrirá un debate sobre estas políticas, planteando preguntas sobre el futuro.
La inclinación a desmantelar iniciativas de las presiones políticas actuales esconde latentes, pero costos trascendentales. La monocromía no solo dificulta la creatividad y la innovación, sino que también mueve un segmento creciente de los consumidores que prioriza las marcas alineadas con los valores inclusivos.
Lo que estamos presenciando es una confrontación abierta entre dos visiones opuestas del mundo de los negocios: una que percibe las políticas de las imposiciones ideológicas que comprometen la meritocracia y otra que las reconoce como catalizadores esenciales para la innovación y competitividad globales.
Las órdenes ejecutivas de Trump pueden desmantelar programas específicos, pero difícilmente pueden contrarrestar las transformaciones demográficas, culturales y económicas que llevan a las empresas a espacios más inclusivos. En este concurso, que se desarrolla públicamente en medios, redes sociales y judicial, la capacidad de las organizaciones para conectarse efectivamente con sociedades multiculturales está en juego.
La ofensiva de Trump puede haber comenzado una replicación en las políticas de OFI, pero el verdadero dilema para las empresas trasciende los ciclos políticos. Las corporaciones deben decidir si la diversidad representa un activo estratégico permanente o una moda transitoria. Aquellos que reconocen el valor competitivo de diversos equipos, debido a su capacidad para satisfacer los mercados heterogéneos, estarán mejor posicionados para prosperar en economías cada vez más complejas, independientemente de qué corriente ideológica prevalezca en esta batalla cultural que apenas comienza a definirse.