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Qué pasó en el Festival de Viña 74 con Bigote Arrocet

Martina E. Galindez

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Aplaudió a rabiar, y hasta alguna lágrima de emoción atravesó furtivamente su rostro. El general director de Carabineros, César Mendoza Durán, miembro de la Junta militar de Gobierno, estaba gozando como un calcetinero más en las primeras filas de la Quinta Vergara. Ese 7 de febrero de 1974, la jornada inaugural de la XV versión del Festival de Viña, hubo un tornado en el escenario.

Ese huracán fue provocado por un humorista flaco y chascón, Edmundo “Bigote” Arrocet, quien justamente abrió los fuegos de la jornada. En un show que combinaba chistes e imitaciones de cantantes (acompañado por la orquesta dirigida por Horacio Saavedra), el humorista volvía a pisar la Quinta tras su presentación de 1971. En esa oportunidad popularizó su canción Juistete pero gorviste, que volvió a cantar en 1974.

“Bigote” Arrocet en el Festival de Viña 74′

Archivo Histórico / Cedoc Copesa

“Lo más importante de la noche de apertura fue la reaparición de Bigote Arrocet. El humorista, totalmente renovado, hizo algunos chistes amables y bien recibidos alusivos a los militares y a la Junta de Gobierno, imitó en forma extraordinaria a Camilo Sesto, a Los Angeles Negros y debió cerrar la primera parte de su actuación con una versión de su Juistete”, comentó la nota de LUN.

Pero el momento que emocionó a la Quinta fue cuando Arrocet imitó al cantante español Nino Bravo (fallecido el año anterior) y entonó su clásico Libre poniéndose de rodillas. Una canción, que según uno de sus autores, Pablo Herrero, hacía referencia a la situación de España bajo el franquismo, aunque en el país, era un tema ícono para los partidarios del régimen. “Libre / Como el viento que recoge / Mi lamento y mi pesar / Camino sin cesar / Detrás de la verdad / Y sabré lo que es al fin, la libertad”, cantó Arrocet en una perfecta evocación a Bravo. Eso causó el delirio del “Monstruo” y al general Mendoza se le infló el pecho de emoción. La postal adquirió ribetes aún más grandilocuentes cuando el público iluminó la fría noche viñamarina con improvisadas antorchas.

Todo esto en el mismo escenario donde el año anterior el conjunto Quilapayún recibió una sonora rechifla del “Monstruo” y cantó sus canciones más comprometidas (como La batea y Las ollitas). Evidentemente, Libre se tomó como un apoyo al recién instalado régimen militar. La nota de La Tercera, señala que la interpretación “hizo llorar al público de la Quinta Vergara, estremecer de emoción a los representantes del gobierno y encender antorchas de entusiasmo al público de las graderías que de esta manera aplaudía al artista y a través de él, a la Junta Militar”.

El entonces baterista de la orquesta del Festival, Patricio Salazar, lo recuerda de este modo a Culto: “Me acuerdo que cuando cantó Libre se vino abajo la Quinta. Si bien yo generalmente me concentraba en lo mío, en el foso junto a la orquesta, me llamó la atención lo de Bigote. Estaba todo muy polarizado. La gente se volvió loca y la cantó como loca. Fue muy bien pensado por el Bigote, para tirar para arriba su show. Fue una estrategia artística importante, había mucha gente partidaria de derecha en el festival”.

En el palco de prensa estaba Alfredo Lamadrid, por entonces reportero de la prestigiosa Revista Ritmo. Aquel era su primer año cubriendo el festival y medio siglo después, no olvida lo que vio esa noche. “En la tribuna muchos de los colegas aplaudieron y saltaron, lo recuerdo perfectamente -dice al teléfono con Culto-. Ahora, Bigote era un hombre, por decirlo de alguna forma, un poco desordenado. Entonces yo no sé si él lo hizo con la intención de saludar a la Junta Militar o no”.

También estaba en la Quinta Vergara la cantante y comediante Maitén Montenegro, quien precisamente era parte del show esa noche. “Me acuerdo de ese curioso comportamiento del Bigote. Para nosotros fue un poco como ‘queee’. Pero uno no estaba tan al tanto de que la política o todo eso empezara a pesar de la manera que de ahí en adelante empezó a afectar”.

Con todo, Patricio Salazar agrega que en rigor, en esos tiempos había humoristas que presentaban un mejor espectáculo. “El Bigote llegó porque tenía buena facha, pero no era tan rutilante su participación, no era como Firulete, por ejemplo. Pero llegó bien vestido y esta canción lo tiró para arriba”.

Y así lo reseñó LUN: “Poniendo una nota emocionante en su intervención imitó como homenaje un tema del fallecido cantante Nino Bravo. La canción ‘Soy libre’ fue evocada en relación con el artista fenecido con su actuación de hace dos años en la Quinta Vergara y de su significado para Chile en ese momento y en el actual”.

Finalizado su show, Arrocet se dirigió a los camarines para reposar. Cansado, sudoroso y exultante, recibió una inesperada visita. La Tercera lo consignó: “El general Mendoza, que no lucía en esta oportunidad su uniforme de carabinero, sino que un sobrio terno oscuro se dirigió a los camarines junto al coronel Pedro Ewing y al contraalmirante Luis Urzúa Merino para felicitar personalmente al artista”.

El coronel Pedro Ewing, secretario general de gobierno, en el Festival de Viña 1974

Archivo Histórico / Cedoc Copesa

“Yo ví al general Mendoza y un almirante -recuerda Alfredo Lamadrid-. Estaba en la tribuna y vi cuando ellos caminaron para el escenario. No se fueron por un lado más privado, no, ellos subieron al escenario y pasaron hasta el fondo”.

A la salida, Mendoza se dio el tiempo para manifestar su alegría en declaraciones que recogió La Tercera. Ahí terminó de instalar la idea de que la canción era una suerte de respaldo al régimen: “Lo observado esta noche ha sido conmovedor. Algo que comenzó en un chiste, se transformó en una expresión sincera de felicidad por la libertad que en estos momentos existe en Chile”.

Hasta hoy, Salazar recuerda ese momento como uno de los más icónicos que vivió en el certamen. “Fue impresionante. De los 23 años que estuve en Viña no recuerdo haber estado en un momento tan potente. Fue impactante”.

Pero no sería el único momento de delirio que la Quinta tendría con Arrocet ese año. Ni Mendoza sería el único miembro de la Junta Militar con ganas de verlo.

Dada la situación del país, con un golpe de Estado ocurrido apenas 6 meses antes, el Festival de Viña de 1974 tuvo una versión acotada de solo 6 días. Hasta entonces, el evento se extendía hasta 14 o 15 noches. Pero en ese año, la economía no repuntaba, se registraban los primeros casos de violaciones a los DD.HH y el clima de polarización todavía se respiraba en el aire, por lo que la austeridad fue la norma en la organización del certamen. Entrevistado por la señera periodista Yolanda Montecinos para LUN, el alcalde de Viña, contralmirante (R) Luis Urzúa Merino, hablaba de economías en la realización del certamen.

“Este año, además del desarrollo normal y considerando las alzas normales en relación con años anteriores el festival ha debido asumir gastos enormes. Esto considerando que durará solo seis días. La razón está en las invitaciones que ha sido preciso cursar, los pasajes que han sufrido alzas recientes y que aumentaron en número. Además de las invitaciones corrientes y aquellas que atañen a los jurados, Lucho Gatica y Ramón Vinay estaría la de 12 personas que vienen al show del recuerdo, al reencuentro de los chilenos que se destacaron en el exterior”.

Archivo Histórico / Cedoc Copesa

Lucho Gatica era quizás el gran nombre de la música chilena en el extranjero, por entonces residía en México y había popularizado boleros como No me platiques más, Tú me acostumbraste o Voy a apagar la luz. En tanto, Vinay era un tenor y considerado el mejor cantante lírico chileno y por entonces había adquirido fama por interpretar a Otelo. A Viña llegó para presidir el jurado y por entonces residía en el extranjero. Antes de ir a la Quinta Región, se reunió con el comandante en jefe de la FACH y miembro de la Junta Militar, general Gustavo Leigh. Además, como presidente del jurado estaba contemplado que se presentara con un show en alguno de los días.

Esa edición era especial no solo por el acontecido contexto sociopolítico, también porque el certamen cumplía 15 años. Además coincidía con los 100 años de la ciudad de Viña del Mar. Por ello, se decidió hacer un evento especial para la jornada final. Reunir -sin que fuera un concurso- a todas las canciones ganadoras del Festival, entre 1961 y 1973. Se le llamó “El Festival de Festivales”. Todos los antiguos vencedores confirmaron su participación excepto dos nombres: Cecilia (ganadora de 1965) y Luz Eliana (ganadora de 1968) quienes no quisieron participar porque no se les incluyó en el show.

Con todo, no hubo un despliegue especial de seguridad para esta edición del Festival. Patricio Salazar recuerda: “Tiene que haber estado lleno de milicos pero de civil, supongo, yo no ví militares en la quinta”. Aunque la presencia de jefes castrenses como el coronel Pedro Ewing, entonces secretario general de gobierno, el contraalmirante Urzúa y hasta integrantes de la junta, está acreditada en la prensa de la época.

Por entonces, la dictadura militar había impuesto el toque de queda en el país. El horario fue variando de acuerdo a circunstancias puntuales, e incluso de acuerdo a lo que sucedía en las regiones. El Festival de Viña no estaba exento. “La gente se iba temprano -recuerda Alfredo Lamadrid-. Lo respetábamos, pero nos quedábamos adentro del Hotel O’Higgins. Se tocaba música, había una especie de discoteca donde se bailaba. No había problemas porque estábamos adentro”.

La Quinta Vergara en 1974
Archivo Histórico / Cedoc Copesa

A diferencia de nuestros días, en que los canales gestionan la parrilla de artistas a través de un Comité ejecutivo liderado por el productor general, eran los sellos discográficos y los mánagers los que negociaban directamente con la organización. “Las discográficas presentaban artistas que podían venir. Luego, el Festival cerraba con los sellos y con los mánagers a los artistas que le interesaban, no había una productora exclusiva ni nada de eso”, dice Lamadrid. Por entonces, los personajes claves de la organización eran el Director ejecutivo, Carlos Ansaldo (quien es considerado uno de los fundadores del Festival), además del músico Izidor Händler, el productor Vicente Gaponov y el médico y exregidor, Luis Sigall (abuelo de la exministra y exconvencional Marcela Cubillos), quien presidió el jurado del Festival durante años.

“El Festival funcionaba por la dirección general que tenía Carlos Ansaldo -recuerda Maitén Montenegro-. Él era una persona de mente súper abierta respecto a explorar. Yo lo veía como un aliado, porque siempre acogía mis propuestas de llevar un show distinto o llevar ballet o llevar humor. Ahora, en esos días, el año que habías tenido era clave para ir a Viña. O sea, sí tú habías tenido un buen año artístico, el gran premio era el escenario de la Quinta Vergara. Tú no ibas a probar a ver si te iba bien. No, tú ibas a consolidar”.

Con el régimen militar recién instalado, también cayó la mirada sobre los artistas. Pero en ese Viña 74′, al menos según Maitén Montenegro, no se sintió totalmente la censura, ni le pidieron mostrar previamente su show. “En esos primeros festivales no nos cayó esa mano tan dura, pero también es cierto que no llegaban los artistas que no estaban acorde al sistema. Desde el 75′ ya empezó a ser difícil. Ese año fuimos con Coco Legrand, nos pretendieron revisar la rutina, Coco no estaba dispuesto a hacerlo, y yo además estaba embarazada, entonces me quería cuidar mucho. La rutina es recordada, pero no nos dieron ni antorcha, ni Gaviota, ni nada porque estábamos en el otro lado de la historia”.

Por entonces ya era tema la diferencia de salarios entre los artistas extranjeros y los chilenos. Aunque en entrevista con Ritmo, el mismo Carlos Ansaldo aclaró lo que sucedía por entonces. “Los artistas extranjeros vienen por pasaje y estadía, sin recibir ni viático ni honorarios y a los artistas nacionales se les paga precios bastante elevados por su actuación”. Eso sí, la misma revista detalló que a los integrantes del coro del Festival se les pagó 50 mil escudos por su trabajo, y los músicos de la orquesta, recibieron 100 mil escudos cada uno.

El país pudo ver el festival en las pantallas de sus casas, ya que fue transmitido por TVN a todo el territorio nacional en blanco y negro. En la conducción estaba César Antonio Santis.

Jeanette, una de las figuras internacionales del Festival de Viña 74

Archivo Histórico/Cedoc Copesa

Por entonces, la TV ya era parte de las costumbres de los chilenos y chilenas. TVN solía dar a las 19.00 horas el programa favorito de la juventud, Música Libre. Canal 13 emitía El super agente 86, El Zorro y la telenovela Los hermanos Coraje. En las salas de cine, se presentaban La amenaza de Andrómeda, El extraño mundo en que vivimos, o El escape del planeta de los simios.

Por esos días, finalizaba la visita que el líder soviético Leonid Brezhnev realizó a Cuba. El 4 de febrero, en La Habana, Fidel Castro fue a despedirlo. “Los dirigentes se abrazaron y se besaron”, señaló La Tercera. Pero Estados Unidos se movía, pues su secretario de Estado, Henry Kissinger visitó Panamá con vistas a un nuevo tratado de administración del Canal, por entonces todavía en manos norteamericanas.

Ese año las miradas del mundo futbolero estaban puestas en la Copa del Mundo Alemania Federal 1974. Chile, clasificado tras derrotar a Perú y ganar el repechaje por el W.O. de la Unión Soviética, quedó en el grupo 1 junto a Alemania Federal, Alemania Democrática y Australia. Helmut Schoen, DT de Alemania Federal, uno de los candidatos al título, demostraba su respeto a la Roja en declaraciones recogidas por LUN. “A los sudamericanos no se les puede permitir que hagan su juego…Tenemos la esperanza de repetir el triunfo de hace 20 años en Berna, pero el camino, de eso no hay duda, estará lleno de escollos”. Los otros favoritos eran Brasil, Italia y Holanda.

En el torneo local, Colo Colo terminaba su participación en el campeonato 1973, del que tenía partidos atrasados debido a su histórica participación en la Copa Libertadores 1973 (donde perdió la final ante Independiente, de Argentina) y en las eliminatorias de ese año, ya que la base del equipo era la de la selección, misma cosa su DT, Luis Alamos. El 6 de febrero jugó su último partido ante la UC, ganó 1-0 con gol de Fernando Osorio. Con ello, aseguró su participación en Copa Libertadores, la UC debía bregar por no descender. En el tenis, brillaba Ille Nastase.

“Yo, soy rebelde porque el mundo me ha hecho así / Porque nadie me ha tratado con amor / Porque nadie me ha querido nunca oír”. Con una voz susurrante, ensoñadora y delicada, sumado a su 1,50 de estatura, la cantante inglesa Jeanette más bien parecía una adolescente. Sin embargo, a sus 23 años ya era un fenómeno musical gracias a su single Soy rebelde, compuesto por el español Manuel Alejandro. Ello le valió ser considerada como uno de los números para el Festival de Viña, al que llegó acompañada por su marido húngaro.

Jeanette se presentó por varias noches del certamen, puesto que en esa época, a diferencia de la actualidad, los artistas eran contratados para más de un día. “El show ha tenido una respuesta positiva. La juvenil cantante inglesa Jeannette radicada desde hace largo tiempo en España es una atracción y no sólo por su notable belleza sino también por su positivo talento internacional”, comentó LUN en su reseña de su segundo show, el viernes 8.

También se presentaron los integrantes del popular programa Música Libre, además de la actriz y showoman Maitén Montenegro, quien cerró la primera noche y se presentó también durante los días siguientes. “Con un show muy fino, junto al Ballet de Paco Mairena, y el trío de fonomímicos ‘Los acetatos’”. También pasó la actriz y cantante puertorriqueña Nydia Caro, “considerada una de las figuras más brillantes de su país”, según recalcó La Tercera en la época.

“Con Paco Mairena, ya éramos equipo -recuerda Maitén Montenegro-. Y al estar Los Acetatos, estaba también (Jorge) Pedreros conmigo en la producción. Eran piezas que empezamos a trabajar juntos desde finales de los sesenta. Pero ir al Festival era un premio para uno. Era el reconocimiento de que tú seguías vigente”.

La Tercera también tuvo palabras para el público festivalero de ese año. “Contrastando con otras oportunidades, en la función inaugural no se vio lo que era tan común antes, en que jóvenes gritaban desde las galerías impidiendo cantar al artista que no era de su agrado. Muchachos con el pelo mucho más corto y con una facha digna de este tiempo”.

A pesar del espíritu imperante, los que vivieron la época dicen que en esos años el “Monstruo” era realmente temible. “El público entraba a la Quinta Vergara a las dos de la tarde -apunta Maitén Montenegro-. Y se sentaban en la galera por allá arriba en los cerros, entre los árboles. Había complicidad, porque cuando ensayabas, con el sol pegando, ya había un cuarto de la galería. Entonces uno les decía ‘oye, a la noche háganse los tontos, nunca han visto esto’, se generaba una complicidad. Y claro, se quedaban ahí tomándose un traguito, comiendo, cantando, volviéndose locos y cuando empezaba el Festival en la noche, el público estaba más que a punto. Entonces era como ‘ya, sorpréndeme’. Tú le veías la cara a todo el mundo, era impresionante. Por eso triunfar en la Quinta Vergara, en esos años, tenía un sabor que en los últimos años ya no lo tienes”.

Ese año, la competencia internacional tuvo la particularidad de que tenía 23 canciones, por lo que en los dos primeros días se repartieron para hacer una preselección de temas. De estas, 10 eran de Chile, y fueron interpretadas en dos tandas de a cinco por sus respectivos cantantes: Ciro, Marco Aurelio, Paty Chávez, Patricia Maldonado y Antonio Zabaleta, el primer día; Patricio Renán, Leslie Murray, Turín Gatica y Osvaldo Carrasco (con 2 canciones), en el segundo . “De los cinco temas chilenos presentados a la competencia el único que recibió merecidos aplausos fue el de Antonio Zabaleta, El molino dejó de girar, canción que le pertenece. Los restantes, no provocaron sino un reconocimiento cortés de parte de los asistentes”, reseñó LUN el viernes 8, en el recuento de la primera noche.

De los extranjeros hubo dos artistas que pasaron “colados” en la Quinta, pero que posteriormente alcanzarían notoriedad. El primero, el representante de Nicaragua, Hernaldo Zúñiga, quien se presentó con la canción Ventanilla, aunque en 1980 alcanzaría la cima con Procuro olvidarte. El segundo, el representante de Venezuela, un desconocido José Luis Rodríguez, “el Puma”, de 31 años, quien debutó en la Quinta con la canción Aquel lugar.

Hasta hoy, Rodríguez recuerda ese primer paso por el Festival. Así lo comenta a Culto: “El compositor mandó la canción hasta que lo aceptaron. Entonces estaban buscando un intérprete. ‘Mira, tú crees que irías a Viña del mar?’, me preguntaron. ‘¿Cómo no?’, dije. Yo le decía que sí a todo. Y ahí pasó lo que pasó: nada, absolutamente nada. Pero me quedé con unas ganas de volver, impresionante”.

El “Puma” José Lus Rodríguez debutó en el Festival de Viña en la competencia internacional de 1974
Archivo Histórico / Cedoc Copesa

El “Puma” estuvo muy lejos de provocar el delirio que causó años después, en 1980 y sobre todo en 1981. “La canción, era horrible (ríe). Yo estaba muerto de frío en Viña. No fui abrigado porque pensé que como era verano y tal, pero hacía un frío tremendo, impresionante. Y pasé por debajo de la mesa, la gente no me tomó en cuenta, ni media bolilla me dieron. Pero me gustó lo que pasaba ahí en Viña del Mar, hasta que volvimos y pasó lo que pasó”.

El domingo 10, el jurado anunció a las 10 canciones finalistas, quedando solo 2 chilenas, El molino dejó de girar, de Antonio Zabaleta y Mariela, de Octavio Espinoza. Entre las 8 extranjeras estaban Venezuela y Nicaragua. Aunque ninguna de las dos lograría trofeo alguno.

Habitualmente, en la revista Ritmo, Alfredo Lamadrid llevaba una entrevista a 4 páginas que se presentaba como una sección llamada Secretísimo. Tras la clasificación de Zabaleta, el periodista hizo gestiones para entrevistarlo, pero se encontró con una negativa. “Yo no tenía ningún problema con él, pero en ese tiempo consideró que yo era demasiado intrépido y audaz en las preguntas. Entonces me dijo ‘yo no te voy a dar entrevista’. No era exclusiva ni nada, pero al final de las 10 canciones, puse 9 nomas”.

Pero la gran estrella de ese Festival 74′ era el español Camilo Sesto, quien debutó en la Quinta Vergara y se presentó en las 3 últimas jornadas: domingo 10, lunes 11 y martes 12. Por entonces, ya era una estrella rutilante, con singles en los primeros lugares en España y Argentina. En la previa de Viña, la revista Ritmo informaba que Sesto ya había vendido en el país 80 mil copias de su LP homónimo y que incluso se tuvo que mandar a fabricar 20 mil copias más porque ya se había agotado.

“Él ya era conocido, era muy famoso, muy aplaudido, fue una de las figuras importantes de ese año. Llegué a tener bastante relación con él a través de su mánager. Yo lo entrevisté cuatro veces, a la cuarta me llevó un encendedor de oro de regalo, cosa que me sorprendió y no se lo quería recibir, pero me insistió. Para devolverle la gentileza, lo invité a almorzar a la casa de mis padres. Conversamos mucho, cantó, creamos una pequeña amistad, hasta que después ya no lo vi más y él tampoco tuvo interés de verme a mí”, apunta Lamadrid.

Camilo Sesto en el Festival de Viña 74
Archivo Histórico / Cedoc Copesa

En la previa, Sesto dio una entrevista a Yolanda Montecinos, de LUN. “Llegué recién el martes en Iberia, me habría encantado estar en el sur de Chile, como se afirmó por ahí, pero vengo de dos años corridos de invierno europeo, trataré en el Hotel Miramar de tomar algo de sol. Tengo un resfrío de pronóstico y mi compromiso es estar bien el 10, 11 y 12 en el Festival. Por cierto iré antes para conocer lo que es este torneo del que Julio Iglesias me hablara maravillas en su salsa”.

En la charla también comentaba que tenía ofertas para el cine, algo común en la industria musical de la época: “Es verdad, he tenido ofertas, pero he debido rechazarlas. Es corriente de que se trate de canalizar cualquier acierto en el disco en esta dirección. Pero prefiero esperar. No me agradan los argumentos tontos, comerciales, que dejan al cantante como sonzo y no le exigen más que poner el rostro y cantar sus temas seguros”.

Ese domingo, Sesto firmó un show sólido. “Dejó eufóricas a las lolitas del festival. Vestido con una chaqueta de terciopelo granate, con finos motivos florales, una camisa blanca de cuello alto y ajustados pantalones del mismo tono”, escribió Montecinos.

“Impuso sus mayores éxitos, Amor amar, Algo de ti, Volver, volver. Su clan de cinco músicos expertos instrumentistas lo acompaña con categoría y gran efecto sobre el público. El artista baila como Tom Jones, interpreta como Víctor Manuel y tiene la sensibilidad de Joan Manuel Serrat. Domina el escenario y al público”. También cantó Fresa salvaje, Algo más y una rockanrolera versión de Travelin’ band, de Creedence Clearwater Revival.

Otros shows de ese día comentados por Montecinos: “Gloria Simonetti interpretó tres temas con una discreta aceptación del público; Nydia Caro, como siempre elegante, actuó con los mismos tres temas que ha interpretado desde que llegó al festival. Otro tanto hizo la pequeña Jeannette cuyo estilo infantil resulta monocorde y aburrido”.

“Lamento mucho no poder disfrutar hoy del show de Bigote Arrocet. Vine especialmente de Santiago para ver este hermoso espectáculo y además aplaudir yo mismo la labor de este humorista”. Así, el almirante José Toribio Merino, el comandante en jefe de la Armada, comentó a LUN sus expectativas para la jornada del domingo 10. El alto oficial naval fue el segundo miembro de la Junta Militar en acudir al certamen. Mientras, Gustavo Leigh se encontraba en Santiago y Augusto Pinochet andaba recorriendo ciudades del norte de Chile.

Merino llegó a la Quinta con el ánimo de ver el show de Arrocet, pero nadie le avisó que el humorista había terminado sus presentaciones el sábado anterior. De hecho, volvió a tener un éxito rotundo y fue felicitado nuevamente por una autoridad militar, en este caso, el ministro de Interior, general de Ejército Óscar Bonilla. Por entonces, ya se hablaba de que Arrocet tenía pensado residir en el extranjero. Así lo comentó LUN: “La labor de Bigote Arrocet se extendió por una hora con una despedida grandiosa y excelente perspectivas para presentarse en España y en Venezuela. Existe el proyecto de trasladar al artista a España y someterlo un mes a una etapa de aclimatación para que luego actúe de acuerdo con las costumbres del país. Los empresarios extranjeros aseguran que el artista sería grito y plata en esa nación”.

Con la canción Imaggina, la representante de Italia, Annarita Spinaci, ganó la competencia internacional del Festival de Viña 74

Archivo Histórico / Cedoc Copesa

Durante los días en que se presentó, Arrocet le causó un problema inesperado a la organización, pues nadie quería actuar después de él. “Lamentablemente esta petición no pudo ser cumplida ya que el humorista debe cumplir presentaciones en el Casino, lo que no puede cambiar”, indicó La Tercera. ¿La solución? cada mañana el orden se sorteaba.

Ya que Arrocet no siguió presentándose, le tocó a Tato Cifuentes la difícil misión de hacer reír. El humorista era algo así como un “bombero”, pues se había presentado en la Quinta el año anterior en la dura noche en que Quilapayún recibió pifias. Cifuentes debió salir con los ánimos tensos y el “Monstruo” rugiendo como pocas veces. Esa vez, con templanza y tras 20 minutos de show logró sacar adelante su presentación. Una hazaña. Sin embargo, en la edición de 1974 no tuvo el mismo resultado. “Tato Cifuentes, que debía llenar el lugar de Bigote Arrocet sufrió un serio traspié -reseñó LUN-. Su repertorio fue exactamente igual al del año 73, resultando antiguo y ganándose las manifestaciones de desagrado del público”.

Por ello, la organización decidió jugarse por llevar nuevamente a Bigote Arrocet a la Quinta para la última noche del certamen, la del lunes 11 de febrero. Y así fue. Ese día, en la mañana, La Tercera confirmó la noticia. Además, recalcó que sería de las últimas presentaciones en Chile del cómico. “Desde hace más de un año que tengo un pasaje para irme a España y lo haré efectivo en mayo”, declaró a LT.

En la jornada final se conocieron los ganadores de la competencia internacional. La mejor canción correspondió a Italia, con Imaggina, compuesta por Giancarlo de Bellis, interpretada por la cantante Annarita Spinaci. La peninsular rompía con todos los moldes de las estrellas pop femeninas: de pelo corto, sin maquillaje y sin una presencia muy llamativa. Pero lo suyo era el canto, tenía una voz espectacular e hizo lucir la canción. Patricio Salazar, quien debió acompañarla con la orquesta, la recuerda hasta hoy. “Súper bien entregado el premio, muy buena interpretación, ¡temón!”.

El segundo lugar lo obtuvo El molino dejó de girar, del chileno Antonio Zabaleta. “La de Antonio era una linda canción, pero al lado de la italiana…¡uff! Si no hubiese estado Imaggina, hubiera ganado Antonio. Era una de las canciones que más brilló en Viña, ahora nadie sabe qué ocurrió el año pasado”, recuerda Salazar. Al menos Zabaleta obtuvo la Gaviota al Mejor intérprete.

En esa jornada también se llevó a cabo el “Festival de Festivales”, donde fueron pasando las canciones ganadoras de los años anteriores. Pero el cierre fue apoteósico, con “Bigote” Arrocet, nuevamente cantando Libre. La prensa de la época, al menos la que podía circular, informó que los 30 mil espectadores terminaron entonando el himno nacional. “Un Viva Chile estremeció el balneario vecino a Valparaíso. Momentos después todos entonaron el Himno Nacional, iluminados por las antorchas improvisadas con hojas de diario”, señaló La Tercera.

Como una forma de premiar al que, por lejos, fue el número más impactante de la edición 1974, el “Monstruo” le entregó la Gaviota de Plata al humorista. Si bien era algo poco usual, el mismo “Bigote” también se había llevado una en 1971. Emocionado, Arrocet la comentó con La Tercera post show. Cuando se le preguntó por las impresiones al recibir su segunda Gaviota, el humorista corrigió”: “En realidad tengo cuatro: la primera, mi mujer, mi hija, y esta”. Verso puro.

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