Realismo y unidad: el nuevo desafío constitucional

Parte importante de por qué una sólida mayoría de votantes rechazó la propuesta de la Convención Constituyente en septiembre pasado tuvo que ver con el hecho de que, en su espíritu refundador, la nueva carta fundamental para las próximas décadas despertaba más dudas que certezas. Esto fue muy notorio en aspectos como el sistema político, el sistema legal o el funcionamiento de la economía y los mercados.

El nuevo proceso constituyente es hijo de esa experiencia. Está por ver si se han extraído correctamente las lecciones más importantes -en particular, el protagonismo de los partidos políticos está en el centro de todas las miradas-, pero parece claro que se trata de un esfuerzo más institucional y ponderado; en rigor, más sensata y democrática. No surge en medio, ni en respuesta a, un estallido de violencia sin precedentes, sino más bien una intención de canalizar deseos de cambio.

El proceso constará de tres instancias -una Comisión de Expertos, un Consejo Constitucional y una Comisión Técnica de Admisibilidad-, que funcionarán como respectivos “filtros” de la discusión constitucional. El expresidente del CPC, que aspira a ser electo para el Consejo, expresó elocuentemente el objetivo final para este diario: “Las generaciones futuras, y en especial las personas más vulnerables, necesitan un país muy estable, que genere mucho empleo y desarrollo, para que así puedan ser entregados, conforme a lo establecido en los principios que ya fueron señalados para este proceso, derechos sociales que puedan ser debidamente financiados”.

Se puede argumentar que una Constitución es más que eso, es cierto, pero no menos. La estabilidad a la que alude el exdirigente sindical es, básicamente, la que surge de un texto que busca unir y no dividir. Pero también de compromisos que puedan sostenerse en la práctica y no sólo en la retórica. El reto de “construir” es siempre más difícil -y realista- que el de “reinventar”, lo que hace más complejo el trabajo de los próximos meses.