Indonesia ha concedido al difunto exlíder autoritario Suharto el título de “héroe nacional”, en una decisión que ha provocado indignación y acusaciones de revisionismo histórico. La designación ha intensificado los temores de que sea un intento de encubrir el ascenso de Suharto y su gobierno de décadas (1967-1998), un período marcado por una corrupción rampante, censura y acusaciones de violaciones masivas de derechos humanos.
El título fue otorgado en una ceremonia celebrada el lunes por la mañana y encabezada por el presidente Prabowo Subianto, ex yerno de Suharto, a pesar de las protestas de los activistas prodemocracia y de las familias de los afectados por el régimen autoritario.
“Figura prominente de la provincia de Java Central, héroe de la lucha por la independencia, el general Suharto se destacó desde la época de la independencia”, dijo un locutor mientras Prabowo entregaba el título a la hija y al hijo de Suharto.
Nacido en 1921, cuando Indonesia todavía era una colonia holandesa, Suharto ascendió al poder después de que el país obtuviera la independencia en 1949, ascendiendo en las filas militares hasta convertirse en un general de cinco estrellas.
Luego, en 1965, estalló una sangrienta batalla, provocada por un fallido golpe de Estado y el asesinato de varios generales del Ejército.
Suharto culpó del golpe a los comunistas, derrocó al entonces presidente Sukarno -primer líder del país tras la independencia- y ordenó la persecución de los responsables.
Como resultado, el poderoso ejército de Suharto supervisó una purga nacional de presuntos comunistas en la que fueron asesinadas entre 500.000 y un millón de personas, según estimaciones de historiadores y grupos de derechos humanos.
Según CNN, Estados Unidos apoyó las masacres anticomunistas, proporcionando listas de altos funcionarios del Partido Comunista, equipo y dinero al ejército indonesio, como lo demuestran documentos oficiales desclasificados en 2017.
A finales de 1965, la embajada de Estados Unidos en Yakarta envió un cable a Washington calificando las medidas represivas como un “cambio fantástico que ha ocurrido en sólo 10 semanas”, junto con una estimación de que 100.000 personas habían sido masacradas, informó The Associated Press.
Muchos sostienen que las personas perseguidas durante las purgas no eran comunistas, sino chinos étnicos o cualquier persona con ideas de izquierda.
En 2016, un tribunal internacional de La Haya dictaminó que Estados Unidos, el Reino Unido y Australia fueron cómplices de las matanzas masivas de 1965, consideradas crímenes de lesa humanidad.
Suharto permaneció en el poder durante 31 años, tiempo durante el cual reprimió a críticos y opositores políticos e impuso el dominio de su régimen sobre territorios como Timor Oriental, Aceh, Papúa Occidental y las Islas Molucas.
La cadena CNN indicó que algunos de estos territorios fueron invadidos con el apoyo tácito de aliados occidentales deseosos de apoyar a un líder anticomunista, en plena Guerra Fría.
Algunos elogian a Suharto por las políticas que fomentaron un rápido crecimiento económico y una relativa estabilidad política. Pero al mismo tiempo, desvió enormes sumas de dinero de las arcas estatales, financiando el lujoso estilo de vida de su familia y alimentando el resentimiento público.
Su mandato finalmente llegó a su fin en 1998, después de que la crisis financiera asiática hundiera al país en una crisis económica, provocando protestas generalizadas y obligando a Suharto a dimitir, en uno de los últimos movimientos de poder popular que se extendió por el Sudeste Asiático y reemplazó a un autócrata de la era de la Guerra Fría con democracia.
En los años siguientes, los hijos de Suharto fueron procesados y el más joven fue condenado por corrupción. En 2015, la Corte Suprema ordenó a la familia de Suharto devolver al Estado millones de dólares malversados.
Pero Suharto nunca responsabilizó a sus víctimas. Por problemas de salud en sus últimos años, falleció en 2008 sin haber sido juzgado. Negó haber actuado mal hasta su muerte, llegando incluso a calificar las acusaciones de malversación de fondos como “calumnias y difamaciones”.
Quien le otorgó el honor póstumo de “héroe nacional” fue Prabowo, un ex partidario del régimen de Suharto que alguna vez fue parte de su familia.
Prabowo se casó y luego se divorció de Siti Hediati Hariyadi, la hija de Suharto, y ha elogiado abiertamente a su ex suegro en el pasado. Fue comandante de las fuerzas especiales y fue destituido del ejército el mismo año en que su suegro fue derrocado, en medio de acusaciones de participación en el secuestro de activistas prodemocracia. Siempre ha negado haber actuado mal en relación con estas acusaciones.
Al defender la concesión del estatus de “héroe” a Suharto, el Ministro de Cultura indonesio, Fadli Zon, dijo que Suharto merecía el título por las operaciones militares en las que participó, incluida la lucha contra los holandeses en 1949. Negó que Suharto estuviera involucrado en la masacre de al menos medio millón de presuntos comunistas entre 1965 y 1966.
Sin embargo, los activistas indonesios han criticado la medida. “¿Cómo es posible que el hombre más responsable de uno de los mayores genocidios de la historia, cuando tomó el poder, se convierta en un héroe nacional? Es totalmente absurdo”, afirmó Usman Hamid, de Amnistía Internacional Indonesia, citado por el periódico The Guardian.
“Se trata de un encubrimiento flagrante de crímenes históricos. Esta decisión ignora las aspiraciones de la sociedad civil, incluidas las de las víctimas de violaciones de derechos humanos que siguen exigiendo justicia”, añadió.
Las conversaciones sobre nombrar a Suharto “héroe nacional” también han provocado protestas en Yakarta, donde los manifestantes se han reunido cerca del palacio presidencial en los últimos días con carteles que dicen “Dejen de encubrir al general por la matanza” y “Miles murieron, pero el país prefirió olvidar”.
