En una entrevista reciente, Carolina Tohá dijo lo que era un secreto abierto: desde algún momento tiene una relación con Mario Marcel. La revelación que marca la carrera presidencial, al menos durante esta semana, en la que los rivales de Tohá buscan conflictos de intereses, evitan el desprecio electoral y una eventual renuncia de Marcel.
Esto, porque es un vínculo entre el ex jefe político (y candidato presidencial) y el jefe económico del gobierno bórico de Gabriel, transcurrió mientras ejercía sus posiciones estatales y permanecerá durante la campaña.
El momento en que Tohá decidió transparente su relación no es accidental o responde a consideraciones frívolas. Ocurre una vez que las listas de candidatos primarios están cerrados, con la reforma de la piel de pensión y con ella fuera del poder.
Sin embargo, el control del Momento No evita el escrutinio o las críticas. De alguna manera, es cierto que un caballo troyano ingresó a la campaña Tohá (y el gobierno), ya que todas las acciones de Marcel se revisarán con un microscopio, en el código electoral (aquellos que generalmente son mezquinos), cobrando todas las veces que se sospecha que el Ministro de Finanzas tuvo que mantener un Reco, moderación o desacuerdo, en orden de no intervenir en el proceso de elección.
Después de todo, Tohá y Marcel compusieron un poderoso binomial en el comité político, hipotéticamente capaz de rivalizar con el presidente, que alimentará a todo tipo de sospechas.
Por lo tanto, esto recuerda lo que le sucedió a la pareja compuesta por Kamala Harris y Doug Emhoff, en el que Emhoff, un abogado estadounidense influyente, suspendió su participación en su bufete de abogados para no dañar la candidatura de su esposa como vicepresidente en 2020, en la fórmula con Joe Biden. El caso es notable, porque la renuncia ni siquiera fue en una oficina pública, y por el simple hecho de que ella entró en campaña.
De todos modos, en los Estados Unidos, a diferencia de Chile, la figura de la Primera Dama (o el primer caballero, si una mujer gana) está ampliamente institucionalizada y legitimada, desde el momento en que la presidencia se entiende como un problema de tal trascendencia que la familia presidencial debe estar sujeta a él, hasta el punto donde la tradición envía que la esposa (o el esposo) y los hijos menores se mueven en la Casa Blanca.
En Chile, los casos de Sebastián Dávalos e Irina Karamanos no solo difuminan esta institución, sino que también crearon un problema: ¿qué hacer con las parejas y las familias de los presidentes? Que es equivalente a preguntar sobre los entornos íntimos de los candidatos que solicitan la magistratura de la presidencia.
El binomial de Tohá y Marcel debe construir un muro chino, visible del espacio, que separa los intereses de la pareja y el gobierno, que distingue la información pública del privado, entre muchas otras cosas.
En este sentido, es necesario revivir el debate de antecedentes que surgió después del nombramiento truncado de Pablo Piñera como embajador en Argentina por su hermano Sebastián, para encontrar soluciones, en las que no solo se incluye Marcel, sino para todos los que compone el círculo íntimo de los candidatos con oportunidades de ser presidentes, ser ministros, o no.
Hoy, el desafío institucional es reflejar y evaluar los límites entre presidentes y familiares, candidatos, ministros y otros altos funcionarios.
Por Cristóbal Osorio, Profesor de derecho constitucional, U. de Chile