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Viaje íntimo a la vida de Darío Osorio, el diamante azul: “Estoy preparado para dar el salto al extranjero, pero no me desespera salir de la U”

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“Tenía 10 años y en el colegio de Hijuelas nos dijeron que venían a vernos reclutadores de la U. No sabía que iban, ni siquiera podía ponerme nerviosa. A partir de ahí nos hicieron jugar al fútbol durante 15 minutos. Recuerdo que no hice nada. Di una asistencia y nada más. Jugó mal. Me sorprendí cuando me dijeron que me habían seleccionado, que tenía que presentarme en Santiago, porque realmente no hice nada.. Éramos como 30 niños, en tres equipos, que nos turnábamos para que nos vieran”.

Darío Osorio (18 años, nacido en Hijuelas) comenzó a escribir su historia en canchas polvorientas de la zona central del país. Allí, en ese lugar, comenzó a formarse dos personalidades. Porque esa irreverencia con la que enfrenta a sus rivales, que lo tiene hoy como la gran figura de Universidad de Chile, contrasta con la timidez de un canterano que mide cada palabra al hablar para este reportaje íntimo.

Sus inicios en el fútbol fueron en la Quinta Región. En la comuna de Hijuelas, en la provincia de Quillota, dio sus primeros pasos. A los cuatro años, en el estadio local, los vecinos ya le veían pegarle a lo que fuera. Siempre con balón, sin imaginar que 18 años después sería señalado como el salvador de la U, equipo que había olvidado la fórmula para sacar talentos exitosos.

El amor por la pelota viene de su familia. Su madre, Alicia Osorio, participaba en ligas locales. Le encanta el fútbol, ​​al igual que su hijo. A tal punto que solo estaba embarazada de seis meses de Darío, se animó a descansar. “Mi mamá jugó hasta que estuvo embarazada de seis meses de mí. Jugaba de centrocampista, más arriba. Ahora todavía juega. ¿Sí, es bueno? Juega, pero no como antes”, dice el diamante.

A la edad de siete años, Darío Osorio decidió tomarse más en serio el deporte que hoy lo hace brillar. Se matriculó en la Escuela Comunitaria, en El Melón, localidad que dista unos 15 kilómetros de su casa. Su tamaño (hoy mide 1,84 metros) le hizo empezar como defensa central. “En el club de barrio jugaba de central, por su tamaño. Me gustaba jugar de central. Cuando pasó el tiempo me pusieron de delantero y me ordenaron”, recuerda. Pero tampoco era tan alto. Golpeé el estirón en la U, como a los 15 años. Antes era uno de los más jóvenes de la generación”, complementa.

En Hijuelas reconoce que empezó su formación como jugador. Osorio, más allá de que sabe que los destellos lo persiguen hoy, valora a quienes lo acompañaron desde el inicio de su carrera. A su abuela Fresia Madrid, por ejemplo, a quien no se cansa de destacar. “Se lo debo casi todo lo que soy como futbolista a mi abuela. Me acompañaba a todas partes, me esperaba. Ha sido muy importante en este fútbol”. O a la señora Patricia Fernández, profesora de Hijuelas, que hoy descanse en paz. Osorio tarda unos segundos en recordarla: “Patricia era de la escuela de fútbol Hijuelas. Ella me acompañó a Paraguay y siempre estuvo conmigo. Yo era un niño, pero ella nunca dejó de preocuparse por mí”.

Su partida a Santiago no fue fácil. Con tan solo 11 años, Darío, el segundo de cuatro hermanos, tuvo que asumir una serie de responsabilidades que requerían esfuerzo. Su hermana Geraldine (estudiante de Educación Infantil) y sus hermanos Ian y Mikel lo apoyaron a casi 200 kilómetros de distancia con mensajes de aliento. “A mis dos hermanos les gustan los deportes. Ian juega en el Everton, tiene 12 años. A Mikel le gusta el baloncesto”, dice el jugador azul.

Sus primeros pasos como futbolista formado en la Universidad de Chile se desarrollaron como jugador satélite. Esta condición le obligaba a viajar desde Hijuelas a La Cisterna para entrenar una vez por semana y jugar un partido cada dos semanas. “Tenía 11 años y los viajes aún me agotaban. Fueron dos horas en autobús. Mi primer partido fue con Melipilla. Tenía que levantarse a las cuatro de la mañana, porque la citación era a las siete. Estaba muerto antes del partido”, dice, como si recordara su viaje al pasado en el presente. “Recuerdo que jugué como 15 minutos y marqué un gol. El siguiente partido fue contra Colo Colo. Yo no tenía que jugar porque era un jugador satélite, jugué uno de por medio. El entrenador me preguntó si podía ir a jugar ese partido. Le dije que sí, altiro. Perdimos 6-5, pero también marqué un gol. El empate lo hice a las cinco”, añade.

A la edad de 11 años, Osorio se encontró en la casa de reclutamiento de jóvenes de la U. No fue un camino fácil. La idea de abandonarlo todo estuvo presente varias veces. “Al principio me costó adaptarme, lloraba todos los días, echaba mucho de menos. Cuando iba a la escuela, una vez me enfermé y me tuvieron que recoger de Santiago. Estuve en casa durante una semana. Durante esa semana hablé mucho con mi familia y me convencieron de que debía volver. Regresé, me costó acostumbrarme, pero seguí adelante”, dice.

Osorio admite que extraña el fútbol de su barrio. Que muchas veces nada es suficiente comparado con la adrenalina de jugar en los lugares que la formaron. “Se echa mucho de menos el fútbol de barrio, jugar con los amigos. A veces, todavía me sale cuchufleta. Cuando era pibe, cuando ya estaba en la U y no me dejaban jugar, metí otro carné para poder entrar en mi equipo. Entonces todos me conocían y no pude jugar más. Esa trampa no duró mucho, sí. Después investigaron y dijeron que yo era de la U. Me dijeron que si yo jugaba allí, los puntos no se los iban a dar a mi equipo. Ya no podía jugar allí”.agrega, entre risas.

Los estudios no son lo suyo. Él lo admite, no hay problema. No le gusta leer libros, aunque admite que su madre exigió que se graduara de la escuela secundaria. “No me gusta estudiar, pero nada. Conseguí un cuarto tiempo, pero en un dos por uno. Fue exigido por mis padres, sí. ¿Sufrí? No es que sufriera tanto, no era tan complicado”, se defiende. En su tiempo libre escucha música. Él no va al cine. “Me gusta el trap, pero me gusta más el ritmo que la letra. No voy al cine, me aburre. No puedo estar quieto por mucho tiempo. Pero sigo viendo películas de acción”, confiesa.

Y aunque ya lleva varios partidos con el primer equipo de la U, Osorio no quiere cambiar de vida. Sigue viviendo en la pensión de la U. No piensa moverse, a pesar de que ya tiene contrato como profesional de juvenil. “Estoy cómodo allí. He estado viviendo con mis amigos durante mucho tiempo. Estoy con la tía Jovita, que es la que nos cuida. Ella es el regalo de todos, la que nos cuida. No quiero salir de ahí, estoy cómodo”, repite.

Más allá de su humildad, Osorio sí reconoce que su vida ha dado un giro sorprendente. En sus viajes al centro comercial, al que toma un Uber, ya no pasa desapercibido. “Voy a centro comercial y la gente ya me reconoce, los trabajadores y la misma gente que está ahí. Al principio, que me pidieran fotos era muy raro. Ahora me estoy acostumbrando. Me sigue gustando, está bien”, confiesa.

Los halagos de la prensa no lo empañan. Ni que la U lo valoró en US$ 5 millones. Salvo los elogios del propio Eduardo Berizzo, que ya lo hizo debutar en la Selección en la Copa Kirin de Japón. “No tengo redes sociales, solo Instagram. Veo que. Tomo los cumplidos con calma, pero trato de no leer demasiado. Aunque ahora me lo estoy pasando bien, no sé si mañana lo estaré igual. Trato de no leer demasiado, por la misma razón”, Él dice. “Estoy bastante impactado por todo lo que se ha generado conmigo. Pero trato de no concentrarme en eso. Intento concentrarme en la U. No me presiono con lo que dicen. Trato de no precipitarme hacia el futuro, no sé qué va a pasar”, advierte.

Su confianza está en su apogeo. Quizás, por eso mismo, se atreva a tomar la bandera de un equipo que lucha por volver a los lugares de avanzada. “Me siento bien con el balón, pero siempre me ha gustado aprender. Me gusta tomar los consejos que me dan y aplicarlos. Me siento con talento”, reconoce con mucha confianza. “Mi sueño es llegar a ser campeón en la U y ver qué pasa. Este es mi sueño. No estoy desesperado por salir de la U”, sentencia.

Salir al extranjero, sin embargo, no le asusta. No le teme a la poca experiencia que ha adquirido como futbolista profesional, situación que ha hecho que muchos jugadores chilenos se pierdan en otras ligas. “Creo que eso depende de la mentalidad de cada uno. Si estás preparado para dar el salto, no tienes por qué equivocarte. ¿Si estoy preparado para dar el salto? Sí, estoy preparado para dar el salto, pero trato de seguir trabajando para coger confianza”.

Su nivel ha llevado incluso a Gary Medel, con quien compartió en la Roja, a destacar su talento. “Haber debutado en la Selección fue algo súper importante. Yo estaba feliz, mi familia igual. Cuando supe que iba a jugar, era demasiado importante, me emocioné”. dice el. “Vi a Gary siendo el campeón de la Copa América cuando era niño. Es simpático, y cuando estuve allí me dio un consejo: que tenía que seguir trabajando y que yo tenía que trabajar el doble para conseguir las cosas. Todos mis amigos me preguntan cómo era Medel”, dice.

Osorio todavía está en la etapa formativa. Al final de la conversación, corre para ponerse nuevamente a disposición de Diego López. Su sueño, sacar al campeón U, da vueltas en su cabeza. Ojalá de la mano de Lucas Assadi, su gran compañero. “Con Lucas somos muy unidos. Me recibió en su casa después de la pandemia. Cuando era niño se quedaba mucho en su casa”, Él dice. Y, como sin querer olvidarlo, también destaca la aportación de los jugadores más experimentados en su formación. “Ronnie Fernández, Pipe Seymour, Gallegos, Hernán Galíndez antes de irse… todos me dieron muchos consejos. Al igual que el profesor Diego López, que ha sido clave en la confianza que me ha brindado”, concluye.

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