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Vitamina D: su importancia para el sistema inmune en invierno y cómo ingerirla
Mucho se habló durante la pandemia y los periodos de confinamiento sobre la vitamina D. La falta de exposición solar y la preocupación por el déficit de una dieta equilibrada preocuparon a la comunidad médica. Paralelamente, los pacientes hospitalizados por covid se suplementaron con esta vitamina como parte de su tratamiento. Así es como hasta el día de hoy seguimos hablando de este importante micronutriente.
Entre sus principales funciones se encuentra el fortalecimiento del sistema inmunitario, además de la regulación de la excreción de calcio y fósforo a nivel renal, contribuyendo al desarrollo cerebral, participando en la formación ósea o su importante papel antiinflamatorio. Sin embargo, no es para llegar e ingerirlo en pastillas o suplementos: requiere supervisión médica previa.
“Es una vitamina esencial que participa en las funciones de todo el organismo, y si no se aporta por conversión en la piel —a través del sol— o en la dieta —a través de determinados alimentos—, el organismo no puede reponerla por otra vitamina o sintetizarse por sí mismo”, dice Eliana Reyes, nutricionista de la Clínica Universidad de los Andes.
“Principalmente, lo que hace la vitamina D es ayudar a los macrófagos, esas células del sistema inmunitario que ayudan a despejar las infecciones, a hacer bien su trabajo”, explica Carla Bastías, inmunóloga de Clínica Dávila. Es precisamente por ello que los niveles de esta vitamina deben ser los adecuados para su correcto funcionamiento.
“La vitamina D es una vitamina liposoluble (que se disuelve en la grasa), y tiene una acción importante sobre la contracción muscular y el impulso nervioso”, nos cuenta en otro artículo Daniela Marabolí, nutricionista y asesora de la marca Bioestream. También contribuye a la inmunidad porque induce la formación de proteínas y, por otro lado, su ingesta adecuada se asocia a un papel preventivo en algunos tipos de cáncer. En última instancia, su presencia se asocia a la prevención de diversas enfermedades crónicas, como la hipertensión arterial, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, la osteoporosis e incluso la obesidad.
Para que la vitamina D se active en nuestro organismo, necesita del sol, más que nada de sus rayos ultravioleta B. La Asociación Española Contra el Cáncer sugiere que una exposición solar diaria de entre 8 y 15 minutos, siempre con un factor de protección solar, es suficiente para generar la vitamina D que tu cuerpo necesita.
“Se recomienda tomar una pequeña cantidad de sol, obviamente no en las horas más fuertes -donde puede acabar dañando la piel- para que esa conversión de vitamina D sea correcta”, añade Bastías.
Ante la pandemia, Arturo Borzutzky, de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica, citado por el Instituto de Salud Pública (ISP), señaló que la radiación solar UVB promedio anual en Chile varía mucho según la zona: mientras que en Parinacota es alta (5,03), en la Región Metropolitana es intermedia (3,15) y en Magallanes muy baja 1,11. Esto significa que los habitantes de latitudes muy al sur tienen un alto riesgo de tener una deficiencia severa.
Todo ello, a su vez, está ligado al fototipo de piel de cada persona. Es decir, una persona con fototipo 1 (tono de piel muy blanco) optimizaría en mayor medida la producción de vitamina D que una persona con fototipo 6 (tono de piel más oscuro).
Pero además del sol, la vitamina D también se puede encontrar en diversas fuentes de alimentos. “Para tener un sistema inmunológico saludable, es necesario tener una dieta balanceada, que incluya todos los grupos de alimentos, ojalá todos los días”, dice la nutricionista. Por eso destaca la importancia de las frutas y verduras, por su contenido en vitaminas, minerales y antioxidantes.
“Dado que el aporte de vitamina D en la dieta normalmente no cubre los requerimientos, es recomendable consumir alimentos suplementados como los lácteos, que además aportan calcio y proteínas”, menciona. Otras fuentes de vitamina D son las proteínas de alto valor biológico, como los huevos, otros lácteos como el queso y la mantequilla, las carnes blancas como el pescado y el marisco, así como las legumbres, que aportan proteínas y minerales.
Como comentábamos antes, en las zonas más al sur, donde hay menos sol durante el año, puede haber más problemas para obtener esta vitamina. “En la zona de los polos hay un déficit mayor, por lo que debemos generar una búsqueda más activa y buscar alternativas para suplirlo”, comparte Bastías, quien también forma parte del Directorio de la Sociedad Chilena de Alergia e Inmunología. .
Una preocupante investigación realizada antes de la pandemia, y liderada por el INTA, la U. Católica y la U. Finis Terrae, reveló que los niveles de vitamina D eran deficitarios en la población de distintas ciudades, como Antofagasta, Santiago y Concepción, donde el 70% de la población mostró cantidades bajas. ¿Cuánto es normal? Según el estudio, una persona con un nivel suficiente de vitamina D tiene 30 nanogramos por mililitro (ng/mL) en la sangre. Entre 30 y 20 ng/mL ya hablamos de un nivel insuficiente, y por debajo de 20 ng/mL es un déficit.
Sin embargo, tener estos datos no significa llegar y complementar por tu cuenta. El especialista en inmunología advierte que es muy importante hacer un análisis que revele el estado de estas moléculas orgánicas. Este es un examen que puede ser solicitado y monitoreado por la mayoría de los médicos, por lo que puede ser realizado por un pediatra, en caso de querer ver los niveles de sus hijos.
Durante los periodos más largos de confinamiento, la vitamina D estuvo en primer plano por razones obvias: estar en casa, exponerse poco al sol, generaba preocupación tanto en la comunidad médica como entre las personas.
“Su déficit puede favorecer las fracturas óseas”, dice Reyes, nutricionista de la Clínica Universidad de los Andes. “También controla muchas actividades biológicas adicionales relacionadas con los sistemas inmunológico y cardiovascular, la función de la piel y los músculos, el control del crecimiento celular y muchos otros procesos biológicos”.
Los casos severos de carencia, según Bastías, son pocos en nuestro país, ya que el raquitismo —enfermedad asociada a esta baja— alcanzó su punto máximo durante la década de 1930. En ese momento, según un artículo publicado por el Revista Chilena de Pediatría, se inició una investigación exhaustiva para tratarla y prevenirla. Por otro lado, el inmunólogo describe que lo que podría sentir una persona con deficiencia severa de vitamina D es debilidad muscular, dolor en las articulaciones o calambres en general.
“Actualmente se ha demostrado que los pacientes con niveles bajos de vitamina D tienen mayor riesgo de presentar un cuadro grave de covid-19”, añade Reyes. En estos tiempos, cuando la pandemia aún no da mucho respiro, es importante monitorear sus niveles.
Una de las líneas de acción tras el preocupante estudio que detectó este déficit en diferentes puntos del país es a través de la leche. El objetivo que se plantea es fortificarlo, independientemente del contenido de grasas o proteínas. “Lácteos son una manera fácil de llegar a la población en general, y como tiene poca grasa, lo ideal es que sea al menos semidesnatada, para que su absorción sea más fácil y eficaz”, Rodrigo Valenzuela, coautor del estudio y doctor en Nutrición y Alimentación y director de el Comité Científico de Productos Lácteos.
Bastías profundiza en que, más que la vitamina D, tenemos que ser conscientes de que todas las vitaminas son necesarias para que el sistema inmunitario funcione de la mejor manera posible. Esa es la importancia de una dieta equilibrada: sin esta variedad, los oligoelementos —como las vitaminas A, las diferentes B, C o D— pueden ser deficitarios en nuestro organismo y generar así problemas.
Además de una dieta equilibrada y una exposición solar moderada, el deporte o el ejercicio también juegan un papel importante en este engranaje, ya que “permite descomponer ciertas sustancias protectoras”, apunta el inmunólogo. “Alimentación saludable y vida saludable” es una frase real, ya que “es lo que más ayuda a una persona sin patologías de base a tener un sistema inmunológico saludable”.
Desafortunadamente, el simple hecho de tomar suplementos de vitamina D no nos proporcionará, por sí solo, una protección contra el invierno y las infecciones respiratorias. Para ello, es importante tomar precauciones en casa, sobre todo en esta época en la que varios niños ya están de vacaciones de invierno.
Una de las repercusiones del confinamiento son los virus respiratorios, que están causando un gran dolor tanto a padres como a médicos. “En parte, los brotes están ocurriendo porque los niños estuvieron encerrados por mucho tiempo. Fueron dos años en los que casi no hubo circulación viral y ahora que se ha vuelto a la normalidad, con colegios, salidas y reuniones sociales, estos virus están circulando nuevamente y por eso vemos más niños y adultos con contagios”, dice Bastías. .
La calidad del aire, que ha empeorado, y las visitas a lugares concurridos y cerrados también tienen un lugar en el éxodo habitual de circulación del virus. Todo esto aumenta exponencialmente el riesgo de contagio. Las siguientes son recomendaciones finales del inmunólogo relacionadas con los niños y las vacaciones de invierno.
- Evita los lugares cerrados o concurridos, donde haya poca ventilación o haya mucha gente, porque esto favorece las infecciones respiratorias.
- Evita los cambios bruscos de temperatura, porque eso también influye. El resfriado puede generar una parálisis de los cilios respiratorios en las vías respiratorias, las pequeñas vellosidades que nos ayudan a limpiar los virus.
- Priorizar calefacción bastante limpia —eléctrica, si es posible— para evitar la contaminación interior. Prefiere las estufas o calentadores eléctricos antes que los de gas o de parafina, ya que emiten menos contaminación. Si es posible, no use leña.
- Ventilar bien las casas, al menos un par de veces al día.
- Mantener una dieta sana y equilibrada, potenciando el pescado, los huevos, las frutas y las verduras.
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