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Equivocada estrategia para enfrentar al gobierno

Martina E. Galindez

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La relación entre el gobierno y la oposición no ha sido fácil, pero en estas últimas semanas -especialmente luego del escándalo de las fundaciones y el robo de computadores que quedó al descubierto en el Ministerio de Desarrollo Social así como en otras reparticiones del Estado- el clima se ha enrarecido aún más, especialmente por las fuertes diferencias que han surgido entre la UDI y el Ejecutivo. La tienda gremialista ha optado por desplegar una estrategia frontal; en una carta enviada por 23 diputados del partido al Presidente de la República se formulan graves acusaciones en contra del ministro Giorgio Jackson -entre otras cosas se lo acusa de haber “orquestado un esquema de defraudación a través de fundaciones”, y de estar “directamente involucrado en el sospechoso robo de los 23 computadores”-, solicitando por lo mismo su remoción en un plazo perentorio. La UDI incluso condicionó los diálogos con el gobierno en relación con una serie de reformas, bajándose de hecho de la mesa técnica de pensiones.

Por su parte, el jefe de Estado, en su reciente gira por Europa, acusó a la oposición de estar buscando una desestabilización permanente de su gobierno. “El oponerse a absolutamente todo y tratar de desestabilizar al gobierno de manera permanente, como ha sido la tónica en el último tiempo, no contribuye a la solución de los problemas”, reprochó el Mandatario.

Es inevitable que la serie de escándalos que han sacudido al país genere repercusiones políticas, donde lo esperable es que la oposición busque exigir responsabilidades y clarificar los hechos ante el país. Con todo, es importante que la estrategia que se siga al respecto no termine desnaturalizando el rol de la oposición y afectando los procesos institucionales del país. Llegar hasta el punto de condicionar el diálogo con el gobierno a menos que se destituya a un ministro supone un tipo de ultimátum que, además de crispar fuertemente el ambiente, detiene o interfiere en forma importante en las negociaciones que se llevan a cabo en una serie de materias -están en curso reformas de enorme envergadura en el ámbito previsional, tributario e Isapres, además de la agenda antidelincuencia-, que independientemente de las objeciones que se puedan tener respecto de las propuestas que ha hecho el gobierno, requieren ser debatidas en su mérito.

Pero además de estas consideraciones, tampoco se entienden las razones de la UDI para empecinarse en lograr a toda costa la salida del ministro Jackson, pues es un hecho que el secretario de Estado ya se encuentra fuertemente desgastado, y con la crítica que el partido ya había hecho para efectos de relevar la responsabilidad política del ministro, el punto ya estaba hecho. Las otras colectividades de la oposición de hecho no han acompañado a la UDI en su estrategia de condicionar los diálogos con el gobierno, por lo que el partido debería evaluar la pertinencia de seguir por este camino más bien solitario y al parecer no suficientemente meditado, cuando ahora algunos dirigentes reconocen que los términos en que se redactó la carta al Presidente pudieron haber sido más prolijos. Si la idea es buscar una diferenciación con el resto de las fuerzas opositoras -en especial con el Partido Republicano-, con este proceder más bien está entregando argumentos para quedar como una colectividad obstruccionista.

El obstruccionismo es justamente uno de los males que debe ser evitado en nuestra política. La reciente encuesta CEP nuevamente ha mostrado que los partidos políticos y el Congreso se encuentran al final de la tabla en cuanto a confianza ciudadana, por lo que resulta indispensable evitar caer en disputas que solo podrían profundizar estos sentimientos. Por lo demás, si uno de los problemas que más denunció la actual oposición mientras fue gobierno es el obstruccionismo de que fue objeto por parte de quienes hoy están en el poder, es importante tener cuidado de no caer en los mismos vicios.

Naturalmente que el gobierno también debe cuidar la relación con las fuerzas opositoras, por lo que tampoco resulta pertinente que el Mandatario acuse sin más que hay un intento de desestabilizar su gobierno. Tales acusaciones desconocen el rol de contrapeso que los partidos de oposición están llamados a jugar en cualquier democracia -algo que el propio Presidente por lo demás reconoce-, y el que existan legítimas diferencias en torno a la orientación de una serie de reformas es parte de las reglas del juego, de allí la necesidad de negociarlas.

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