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Economia

Mayor crecimiento, ¿suficiente para avanzar en las reformas?

Martina E. Galindez

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Que la economía finalmente muestre una pendiente de recuperación creíble nos saca del subterráneo para colocarnos recién en el primer piso de este edificio que se llama crecimiento y desarrollo económico. No podemos, en este momento, arriesgar nuevos avances, dado el desafiante escenario externo y febles síntomas de mejora.

En efecto, la economía parece haber entrado en una etapa de recuperación. Las cifras de actividad muestran que esta reactivación viene ocurriendo de manera relativamente sostenida desde hace varios meses, se acentuó en enero, y espero que febrero no nos decepcione. Nos encaminamos hacia un crecimiento sobre el potencial este año, muy por sobre el que están proyectando organismos internacionales y varias encuestas. Sin embargo, aquello no puede conformarnos.

“Parecería necesario pensar en proyectos menos ambiciosos que avancen en objetivos consensuados y de manera acotada, dejando para las próximas administraciones nuevos avances”.

En este proceso de ajuste de los desequilibrios macroeconómicos incubados por el estallido social y la pandemia, con la consecuente inadecuada reacción de las políticas públicas, recién en enero pasado recuperemos el nivel de actividad de fines de 2021. Han sido años complejos, con una histórica destrucción del empleo, inflación alta, incertidumbre política y enorme volatilidad financiera.

El deterioro del consumo privado fue más profundo de lo que pensábamos, en tanto que la inversión mostraba una preocupante pendiente negativa hacia fines de 2023. Aún queda mucho trabajo para recuperar el tiempo perdido, entendido como una mejora en el bienestar de las familias proveniente de la más antigua de las recetas: el crecimiento económico.

Crecer sobre nuestro potencial este año es necesario, diría casi indispensable. No haber iniciado el proceso de recuperación probablemente habría significado un deterioro socioeconómico difícil de soportar para la población.

Este 2024 estará lleno de desafíos desde el ámbito externo. Son muchas las cosas que pueden salir mal y varias pueden interrumpir el camino ascendente de la economía chilena. Pocas veces se habían reunido tantos riesgos externos en un periodo tan breve. La mejor manera de proteger esta recuperación es alejarnos de las discusiones usuales de países en desarrollo y dar cierre a las reformas estructurales que están pendientes. Sin embargo, aquello no significa firmar cualquier reforma. Primeramente, parecería necesario pensar en proyectos menos ambiciosos que avancen en objetivos consensuados y de manera acotada, dejando para las próximas administraciones nuevos avances.

En la reforma de pensiones, introducir mayor competencia parece de consenso, pero es fundamental también preservar ese valioso know-how de las administradoras de fondos e incrementar la contribución obligatoria. El aumento de la PGU, en tanto, tiene apoyo político, pero bastante menos técnico. Resultados intermedios parecen aconsejables en este ámbito. Para la reforma tributaria, el objetivo recaudatorio se reduciría bastante si también acotamos los beneficios sociales en salud y pensiones que ha definido el gobierno.

A estas reformas se suman las crisis de seguridad y laboral, y más recientemente la de vivienda, que está mostrando síntomas preocupantes. Sin medidas administrativas y financieras tempranas, esta última puede transformarse en una de las principales preocupaciones ciudadanas en poco tiempo más.

Son tantos los problemas estructurales que quedan por sanar y para los que sólo el crecimiento económico es el remedio, que lo más juicioso parece ser preservarlo y cuidarlo dado que, aun así, no estaría asegurado.

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