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Jaime Abedrapo y ¿en dónde están los cristianos?

Martina E. Galindez

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En Navidad, los cristianos renuevan las esperanzas de amor, justicia y paz. Cada año en el pesebre recordamos el nacimiento de Cristo, y con ello renovamos en nuestro corazón nuestros compromisos con quienes sufren guerras, persecuciones, masacres; también con los que tienen hambre; o con quienes sufren la indiferencia de un mundo banal y carente de sentido.

En un mundo que ha registrado aproximadamente 60 conflictos sangrientos, sólo escuchamos el silencio desolador de los gobernantes de los estados nacionales supuestamente herederos de la tradición cristiana. Algunas son causas directas de atrocidades y muchas se deben a no tomar medidas para lograr un mundo en paz.

El Papa queda cada vez más huérfano en sus oraciones, mientras Europa continúa su desconexión de los valores de la verdad, la esperanza y la fe. De hecho, exhiben una tendencia a interpretar el cristianismo con un espíritu de identidad supremacista, impotentes para abordar las causas de la violencia armada, que en gran medida están siendo promovidas por su propia industria militar y los intereses geoestratégicos de las corporaciones privadas.

En este sentido debemos preguntarnos: ¿dónde están los cristianos? Ya que son ellos quienes, desde primera línea, deben responder en Occidente a la barbarie entre ucranianos y rusos, presentando caminos de paz; ¿Dónde están y qué están haciendo ante la crueldad que azota a los palestinos?

En definitiva, ¿será que no se aprecia la renovación de la esperanza porque es el cristianismo el que ha ido desapareciendo progresivamente, siendo una de las características centrales de la posmodernidad? Por tanto, la justicia y la trascendencia tienen cada vez menos relevancia y con ello se apaga el mensaje de amor de Cristo.

Mi respuesta es “No”. Debemos depositar esperanza en esta Navidad en cada uno de los cristianos. La renovación de la fe está en nuestra libertad, que permitirá a los gobiernos de turno despertar sobre la existencia de mínimos universales expresados ​​en leyes y responsabilidades que apuntan a respetar la dignidad de las personas.

En consecuencia, como cristianos no debemos desanimarnos por un marco institucional inoperante, como el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ni por los coloridos gobernantes que se han impuesto en varias democracias occidentales. Personalidades que cuestionan permanentemente los valores de la democracia y las virtudes cardinales de la política (prudencia, justicia, fortaleza y templanza). En este sentido, algunos pueden estar depositando sus esperanzas de paz en esas luces (OVNIs – drones) que merodean por el cielo de Nueva York, pensando que la humanidad no tiene sentido, ya que se autodestruirá, sin embargo, esta columna de opinión pretende objetar para sincronizarnos con otros que empujan hacia el despertar de los valores e ideales del cristianismo dormido.

Por Jaime Abedrapodirector del Centro USS para el Derecho Público y la Sociedad