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En pocos días se incendió la zona centro sur del país. Hasta el momento, es el segundo megaincendio más agresivo tras los hechos de 2017, con casi 300 mil hectáreas quemadas. Bomberos, brigadistas, aviones e innovaciones no son suficientes para controlar los focos de las llamas.
Aunque el 90% de estos eventos son causados por la actividad humana, las sequías, el aumento de las temperaturas y las olas de calor resultantes del cambio climático están aumentando en frecuencia, intensidad y extensión. Ante esta tormenta perfecta, las soluciones de prevención más habituales son los cortafuegos y las franjas libres de vegetación, pero existen otras intervenciones a nivel territorial -complementarias-, como pastoreo preventivo y capacitación comunitaria, los que han tenido buenos resultados en España y Chile, respectivamente.
Claudia Alonso, investigadora del Centro de Clima y Resiliencia (CR)2 explica que el 60% de los incendios ocurren en la interfaz urbano-rural. Dice que el país tiene un plan de ordenamiento territorial que da las bases para ordenar el paisaje y el territorio tomando en cuenta los riesgos de cada geografía, pero se debe cambiar la forma de construir en estos sectores, donde hay mucha infraestructura material liviana. , que contribuye a la propagación del fuego.
Alonso comenta que un caso de éxito a replicar fue la reconstrucción de Santa Olga en la Región del Maule, que luego de ser destruida por los incendios forestales de 2017, se construyó con estructuras de cemento, y bajo la óptica de infraestructura resistente al fuego. “Tiene un parque, un bosque nativo, que se utiliza para hacer frente a grandes incendios. Esto podría escalar”, plantea.
Zonas libres de vegetación
El jefe del departamento de prevención de incendios forestales de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), Rolando Pardo, explica que tienen varios programas de prevención y líneas de acción, entre ellos 24 equipos de campo para conocer las causas de los hechos. Del análisis de 590 incendios, concluyeron que la gran mayoría está asociada a actos negligentes en el manejo de fuentes de calor o equipos.

Esta información sirve de base para implementar las rutas y programas de trabajo de Conaf. Entre los más efectivos, señala, está el trabajo con las comunidades y los cortafuegos, que evitan que las llamas se propaguen a zonas pobladas.
“Los cortafuegos son superficies de terreno en las que se elimina la vegetación hasta el suelo mineral, con un ancho promedio de un metro a 10 metros y con ellos se busca que no haya continuidad entre árboles, arbustos y pastos, lo que requiere un manejo asociado con podas en la parte baja de los árboles y relevos para eliminar esa continuidad”, explica Pardo.
Los cortafuegos, las áreas libres de vegetación y los espacios de amortiguamiento, forman parte del programa de forestación preventiva de CONAF, donde se trabaja con el Ministerio de Obras Públicas, empresas eléctricas, empresas forestales y municipios, en el análisis de riesgo para definir las áreas que requieren de este tipo. de solución
Dice que hoy hay 3.100 kilómetros de cortafuegos en el país y el plan es ejecutar 1.100 kilómetros en 2023 entre las regiones de Coquimbo y Magallanes, para proteger los centros de población y mantener las vías libres de vegetación para que sean verdaderas rutas de evacuación en caso de fuego. .
Los cortafuegos se realizan entre noviembre y febrero, y aunque son efectivos para mantener a raya el fuego, no todos pueden ser permanentes ni son una solución para ningún territorio. “Si lo hacemos en Valparaíso, dentro de una semana estará poblado con nueva infraestructura”, advierte Pardo.
Explica que los propietarios de bosques nativos o plantaciones deben tener un plan de manejo que incluya cortafuegos, el cual debe cumplir con un lineamiento técnico que se definió en conjunto con la industria y la academia. “La meta de aquí a 10 años es que todas las propiedades forestales que tengan planes de manejo deben usar estas medidas técnicas, pero a partir de la emergencia actual, tenemos que ver si son suficientes para contener o mitigar los incendios forestales”, dice Pardo. .
La gran complicación, añade, no tiene que ver con los propietarios, “sino con los inversores forestales que plantan una plantación y solo esperan tener la máxima rentabilidad al final de la rotación, es decir, en 20 o 25 años, y en el proceso no realizar acciones mitigadoras como firewalls”.
Ante este tema, Alonso, de (CR)2, afirma que la separación entre los bosques exóticos y las casas debe ser de al menos cinco kilómetros, porque cuando suben las temperaturas “se disparan las esporas de los pinos”, como sucedió en 2017, dice.
comunidades preparadas
Pardo comenta que una de las acciones más efectivas es trabajar con las localidades y destaca el programa de Conaf “Comunidades preparadas frente a incendios forestales”, que busca generar resiliencia y resistencia ante estos eventos.
“Con las condiciones meteorológicas asociadas al cambio climático, los incendios van a ser cada vez más agresivos y con mayor capacidad de daño, lo que pondrá estrés al sistema de protección civil. Por eso, hay que enseñar y dar herramientas a las familias”, afirma.
La iniciativa está dirigida a comunidades que viven en la interfaz urbano-rural que se encuentran en “alto riesgo” y que cuentan con cierto nivel de organización. Consta de al menos cuatro talleres y actualizaciones anuales, donde se les enseña a preparar sus viviendas y el entorno, cómo reaccionar como comunidad ante un incendio forestal y establecer procesos de evacuación y refugio ante un evento.
El programa inició en 2014 ya la fecha han capacitado a 237 comunidades con las que trabajan de forma permanente, a las que se suman un promedio de 40 cada año en todo Chile. “Es un trabajo de mediano a largo plazo, una comunidad está completamente preparada después de cuatro o cinco años de capacitación”, dice Pardo.
En cuanto al impacto, aunque prevén tener una evaluación durante 2023, el experto señala que el éxito se puede medir en localidades que no han registrado eventos en los últimos tiempos, como San Pedro de Melipilla y otras del Biobío y La Araucanía. “Incluso hay casos de vecinos que se protegieron en comunidades que ya estaban preparadas, como fue el caso de Popeta”.
Entre las localidades que ya tienen cuatro años de capacitación, Pardo menciona a la comunidad de Águila Sur, quienes “establecieron sus propios sistemas de detección de incendios, tienen fuentes de agua, los vecinos están preparados y tienen capacidad de reacción, y todos los años construyen cortafuegos. . Ese es el objetivo que buscamos, que sean más autónomos en prevención y protección”, dice el ejecutivo.
Dice que si bien hay recursos para implementar el programa, hay zonas donde hay desinterés, como la Región Metropolitana y otras “donde en invierno se olvidan que son un sector de riesgo”, a diferencia de las localidades de Ñuble, Bíobío y La Araucanía”, donde hay mucho interés.
pastoreo preventivo
Claudia Alonso de (CR)2 señala que España tiene grandes hitos en la prevención de incendios, donde una de las iniciativas clave es el pastoreo preventivo, en el que se utilizan rumiantes -como cabras, vacas y ovejas- en determinadas zonas y épocas del año , a los que se alimentan de los pastos que en verano estarán secos y serán malezas combustibles. “En España, el pastoreo preventivo es una política pública”, dice.
Un ejemplo es la iniciativa Bandadas de Fuego -Ramats de Foc- llevada a cabo por la Fundación Pau Costa, en Cataluña, España. Guillem Canaleta, técnico especialista del proyecto, dice que en ese país hay varias comunidades que implementan esta solución, entre ellas Cataluña, Madrid, Cantabria, Extremadura, Andalucía y Canarias.
Canaleta explica que Rebaños de Fuego es una estrategia de gestión del riesgo a través del pastoreo en zonas de fuego, que son identificados por los bomberos de Cataluña. La iniciativa busca promover la continuidad de la actividad ganadera, integrando los rebaños a la gestión del riesgo.
También tiene un impacto en la economía local, ya que los productos derivados de su actividad y que cumplen con los requisitos establecidos por el programa se comercializan con el sello Rebaños de Fuego, lo que significa que el consumidor paga, por ejemplo, por la carne que le llega. de animales que contribuyeron a tener paisajes resilientes al fuego y así, “involucramos a la sociedad en la gestión del riesgo”, explica.
En la prevención del riesgo de incendios, tiene como objetivo reducir el 90% del crecimiento herbáceo anual y el 65% de la flora arbustiva. Para que esto suceda, el ganado debe alimentarse de hierba en la primavera española, es decir, entre febrero y mayo, época en la que se produce la mayor parte de la producción vegetal.
Manadas de Fuego empezó en 2016 y hasta la fecha apoya a 45 ganaderos que operan en cuatro espacios naturales protegidos de Cataluña, pero “estamos en fase de expansión y el objetivo es acabar el año con 50 y llegar a más espacios naturales protegidos”, apunta el experto. En Chile, Juan Pablo Jara, asesor de Conaf en manejo de pastoreo preventivo, señala que se trabaja con el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIA) en un proyecto de pastoreo preventivo en la zona de Cauquenes de la Región del Maule, que espera iniciar este año.
“Esta metodología se utiliza en los países mediterráneos, en Portugal, España, Italia, en el norte de México y California, donde se trabaja a nivel de políticas públicas. Si no se hace se genera despoblamiento rural y si se hace de buena manera genera fijación laboral”, comenta.
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