Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Expertos

¿A quién se le habrá ocurrido el cuento de los expertos? No son tiempos, son confusos en sí mismos, de tanta sofisticación. Por qué pensar que alguien de quien se dice que tiene experiencia y cualificación es óptimo, incluso teniendo en cuenta dónde se ha formado. “Excelencia” es una de esas palabras clave a las que recurren las universidades para enganchar a los ingenuos aspirantes a entrar en sus aulas. Esto antes de que lleguen. Una vez dentro, si no son tontos, comprobarán que la media baja manda. De lo que se sigue que la excelencia como marca de pericia es relativa. Estos otros criterios -la antigüedad como signo de prestigio, por ejemplo- probablemente se han vuelto igualmente dudosos. En la Universidad de Chile hay quienes están convencidos de que nos remontamos a un establecimiento fantasma de 1622 (no a los 180 años que cumplimos recientemente), por lo tanto, seríamos más antiguos que Harvard, donde también han bajado los estándares. Tan ridículo, también las muchas otras insinuaciones asociadas con el culto a los expertos.

También pasa con este gobierno y su gente. Hace un año se llenaron la boca con el recambio que vendría -todos esos “currículums impresionantes”, ¿los recuerdas?-, era como esperar a Pericles y una nueva Edad de Oro. Desde entonces han seguido con la historia: “el poeta Presidente”, “el hombre culto”, “el artista que lleva dentro”, hasta se ha dicho “abogado”. Expertos, nadie sabe cuántos hay en el país; pateros, un monton.Y hablando de abogados, que los etiquetan como tales y por eso el tema no es que los quieran menospreciar, pero obviamente no es lo mismo un constitucionalista en Chile que un concertista de piano en el resto del planeta A menos que haya alguien que todavía merezca el título de “maestro”, o eclipsar a Jaime Guzmán u otros. Sí, tal vez, los militares tenían aún más claridad sobre quiénes eran los expertos, y por eso la Constitución persiste. ¡Qué vergüenza!

Y es que los nombramientos que hacen las cámaras para integrar comisiones constituyentes, con una o dos excepciones, qué garantizan más allá de que los seleccionados sean cercanos a los partidos, que regresen a la cuota del desacreditado consensualismo (50%/50 %) , y que en más de un caso confunden ser “experto” con tener cobertura mediática? Si esto último es cierto, es como creer que quienes inventaron este estribillo fueron periodistas, redes sociales o estrategas de la comunicación. Y, cuidado, por último, que lo de los expertos, históricamente entre nosotros, no ha sido muy feliz. Pensemos en las misiones internacionales, el sindicalismo, el desarrollismo y los tecnócratas, desde los años 50: hasta hoy antipolíticos y fuertemente ideológicos. Así las cosas, puede ser que Rábago García, “El Roto”, dibujante del diario El país tener razón: “¡A la mierda los expertos, queremos sabios!”

Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

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