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Columna de Gabriel Zaliasnik: Anatomía de un instante

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Por gabriel zaliasnikProfesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, U. de Chile

Javier Cercas, en su ensayo en forma de crónica “Anatomía de un instante”, narra cómo Adolfo Suárez, el presidente del Gobierno español de la transición posfranquista, permanece sentado “solo, escultural, espectral en un desierto de asientos vacíos”. en el Congreso durante el fallido golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Las balas golpistas zumban a su alrededor mientras los parlamentarios se esconden debajo de sus pupitres.

Evoco esa imagen ante las palabras del expresidente Ricardo Lagos, quien con la misma valentía cívica que en su tiempo lo llevó a desafiar a la dictadura, ahora cuestiona el proyecto de extrema izquierda contenido en la propuesta de nueva Constitución.

En un instante, compuesto por una secuencia de gestos, el expresidente “hacía frente”, como dicen los jóvenes, a la amenaza que suponía el proyecto de Constitución partidista. Así lo evidencian sus advertencias iniciales en abril llamando a la Convención a comprender el sentido de su tarea y los riesgos de una propuesta sin equilibrio de poderes que apresaba al sistema de justicia (“discutir ya si el Poder Judicial es poder o no, a me incomoda”), su irónica negativa a asistir al acto de entrega del proyecto por las “necesidades de capacidad sanitaria” aducidas por los convenios refundacionales, y su precisa carta tras la temeraria cadena nacional del presidente Boric.

A diferencia de otras voces de centroizquierda, que de inmediato se tiraron al suelo o se escudaron en modestas prebendas políticas del gobierno, Lagos alzó la suya y señaló las razones por las que fracasó la Convención Constituyente. Dejó al descubierto lo obvio, que este proyecto es peligrosamente inviable. Ni la consigna vacía de “aprobar para mejorar” puede salvar el desastre ya que los cerrojos constitucionales lo impiden. El indispensable consentimiento indígena para muchas reformas, incluida la restauración del carácter unitario de Chile, el abandono de la idea extranjera de plurinacionalidad, es un nudo ciego imposible de desatar.

Por otra parte, el carácter de Estado social y democrático de derecho, que líricamente se propone, en la práctica es letra muerta. En efecto, salvo un mayor desarrollo de los derechos fundamentales para hablar de un Estado social, nada nos permite reconocer la fisonomía de un Estado democrático de derecho. La cooptación de la justicia a través de un consejo ad hoc controlado políticamente implica la destrucción de la democracia tal como la conocemos. Un gobierno con mayoría coyuntural en un Congreso casi unicameral, que controla sin controles el proceso de nombramiento y remoción de los jueces, su evaluación y la designación de los tribunales electorales, estará en la práctica a un paso de una autocracia.

En palabras de Lagos, “los países no nacen en un instante”, pero hay momentos que marcan la diferencia. El expresidente ha sido parte de algunos de ellos.

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