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Columna de Gabriel Zaliasnik: Borrando a Ana Frank
Es muy conocida la historia de Ana Frank, la niña judía que, junto a su familia, vivía escondida de los nazis en el tejado de una casa en Ámsterdam. Una vez descubiertos en el escondite, fueron enviados a diversos campos de concentración. El único superviviente del exterminio fue su padre, quien publicó el diario personal de Ana, donde ella relata su vida escondida durante el Holocausto judío. Ana Frank se convirtió así en un poderoso símbolo del genocidio nazi, y su diario de vida fue lectura obligatoria en la escuela durante mucho tiempo.
Sin embargo, esas enseñanzas parecen atrapadas en el armario de la historia occidental. De lo contrario no se explica cómo, a partir de la barbarie yihadista desatada por el grupo terrorista Hamás el fatídico 7 de octubre de 2023 en Israel, las ciudades de Europa, los campus universitarios norteamericanos y no poca parte de los actores políticos de izquierda, han permitió, si no alentó, el resurgimiento del antisemitismo con especial virulencia. Este fenómeno denunció esta semana el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, al condenar el pogromo antijudío desatado tras la disputa de un partido de fútbol entre el Ajax holandés y el equipo Maccabi Tel Aviv de Israel, en las calles de la misma. Ámsterdam, donde buscó refugio Ana Frank y su familia, nos obligan a dimensionar hasta qué punto están en juego la racionalidad liberal y los valores democráticos occidentales.
En palabras de Alejo Schapire, en su reciente ensayo titulado acertadamente “El secuestro de Occidente”, estamos en presencia de una revolución política y cultural, una suerte de nueva religión surgida en las universidades y cuyo clero, disfrazado de “ diversidad”, utiliza métodos inquisitoriales para reprimir la disidencia. Con dogmas, sectarismo y una visión maniquea, divide el mundo entre opresores y oprimidos, promoviendo políticas identitarias de todo tipo. En el fondo, protegido por este tribalismo neofascista, “la promesa maximalista de diversidad y tolerancia ha dado origen a un entorno brutal donde prospera la censura”. Estamos en presencia de una ideología que imagina un universo paralelo, en el que nada es real y donde la historia se reescribe fraudulentamente día a día. Así, la alianza alguna vez impensable entre una izquierda radical hegemónica y el fundamentalismo islámico es hoy una realidad no sólo en las calles de Europa. El wokismo ha puesto en aprietos a la democracia liberal, eludiendo su responsabilidad sin autocrítica alguna -Chile es un ejemplo-, reprochando en cambio los nacionalismos y populismos de derechas que hoy le confrontan. La victoria de Donald Trump en Estados Unidos es una prueba irrefutable de ello. También es cierto en otra área -la defensa de Occidente-, la resiliente batalla de Israel para poner fin a la amenaza existencial del yihadismo islámico patrocinado por Irán, evitando así el intento de olvidar y borrar a Ana Frank.
Por Gabriel Zaliasnikprofesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, U. de Chile