Columna de Iván Poduje: Tren “fruna”

Desde que el tren entre Santiago y Valparaíso dejó de funcionar en 1992, debido a su baja demanda, todos los gobiernos se han propuesto reactivarlo con tecnología más moderna y un trazado que reduzca los tiempos de viaje. Esta semana fue el turno del presidente Boric, aunque con varias diferencias con sus antecesores.

La primera es casi surrealista: tu tren “Santiago Valparaíso”… no llegará a Valparaíso, sino a Viña del Mar, donde tendrás que hacer transbordo con el Metro regional o “Merval”. Esto desató la furia del gobernador, alcaldes y empresarios de Mundaca. Además, el proyecto de Boric no es un tren rápido, sino un servicio similar al que quebró en 1992. Ocuparía el mismo trazado propuesto por William Wheelwright en 1852 cuando la tecnología impidió la construcción de largos túneles, lo que obligó a un enorme recorrido. de Hasta Útil para entrar por La Calera.

Al utilizar la ruta Wheelwright, el viaje entre Santiago y Viña tomará una hora y media, y si el destino es Valparaíso, con transbordo a Merval, se agregarán 30 minutos más. Resumen: dos horas de viaje, que es lo mismo que tarda un autobús y más que lo que tarda un coche. Este es un gran problema, ya que estudios realizados en versiones anteriores del tren concluyeron que para ser competitivo debería tardar menos de una hora.

¿Tiene sentido gastar 1.320 millones de dólares para arreglar una línea existente si te llevará lo mismo que un autobús y más que conducir? No lo creo. Además, el Estado cuenta con proyectos que cubren los tramos más atractivos de la ruta presentada. En Santiago se construirá un tren suburbano entre Quinta Normal, Quilicura y Lampa, y en Valparaíso se proyecta una ampliación del Merval hasta La Calera. En ese contexto, para que el tren Boric funcione, la tarifa tendría que ser muy baja, lo que elevaría el subsidio creando otro Transantiago, cierto riesgo teniendo en cuenta que el padre de esa criatura, quien es el actual ministro de Transporte Juan Carlos Muñoz , ha liderado esta curiosa idea del tren.

Pero todo son especulaciones, ya que el gobierno no informó cuánto costará el pasaje entre Santiago y Viña. Tampoco presentó un historial más preciso del trazado, sus costes, ingresos o rentabilidad y no podía ser de otra manera, si tenemos en cuenta que esta idea surgió en mayo de 2022, cuando el ministro Muñoz desautorizó a su homólogo de Obras Públicas, que quería implantar un tren realmente rápido

Con tan poco tiempo es imposible desarrollar un proyecto serio que limite la inversión o demande riesgos. Entonces, ¿por qué se anunció? Al parecer el objetivo no era mover a la gente, sino cambiar la agenda, tras el desastre generado por el indulto a los criminales del estallido. De todos modos, el final de esta historia no dependerá del gobierno actual. Recién en ocho años más podría estar operando esta versión Fruna del tren rápido, siempre y cuando el próximo presidente esté de acuerdo, y no lo descarte para promover un tren rápido de verdad que pueda competir con los buses y los autos.

En lugar de esta venta de humo, el presidente podría haber anunciado proyectos de mayor beneficio social, como una red de centros cívicos con clínicas, nuevas comisarías y áreas deportivas para los barrios más afectados por la delincuencia. O un programa de transformación de basureros en áreas verdes y baldíos en colegios Bicentenario para compensar la severa crisis que afecta a la educación pública. También podría subdividir las tierras públicas y entregar títulos de propiedad a las familias sin hogar, como lo hizo el presidente Frei Montalva con su extraordinaria Operación Sitio.

Estos proyectos pueden no tener la mística de los trenes, pero tienen dos ventajas importantes. La primera es que resuelven problemas prioritarios para los ciudadanos, como vivir en barrios seguros, acceder al sueño de tener casa propia y poder enviar a sus hijos a escuelas que generen movilidad social. La otra ventaja es que el gobierno puede inaugurar o dejar las obras muy avanzadas en su período, entregando un legado concreto, en lugar de un anuncio que muy probablemente quedará en nada.