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Columna de Óscar Guillermo Garretón: La mala siembra

Martina E. Galindez

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En la madrugada del viernes, ese medio sueño que mezcla últimos sueños y primeros pensamientos, me trajo la figura de Giorgio Jackson, el bizarro robo de la computadora y la pregunta: ¿y ahora qué hacemos? Amanecí con la sensación de presenciar la cosecha de mucha mala siembra.

Durante años predicaron que la política era un montón de corruptos despreciables al servicio de intereses espurios, defensores de lo que debería ser demolido: la constitución, las AFP, las isapres, la policía reputaba para ser asesinos, la represión de las “acuerdos de libre comercio legítimos”, los obstáculos de los obstáculos a los objetos de libre acceso a los migrantes que querían alcanzar Chile, la economía privada, los acuerdos de libre comercio privado “, los obstáculos, los obstáculos, los obstáculos a los obstáculos de los obstáculos, los obstáculos de la libertad de los frees de los medios de comunicación”, los accesorios privados “. Urando las consecuencias y, todos, justificando la violencia. Eran años y convencidos. Gobiernan hoy por una razón.

Pero con una rapidez asombrosa, la opinión pública tomó conciencia de lo mal que les iba como gobernantes y del futuro país que llamaron a aprobar a través de una Convención Constituyente donde se impuso una refundación espantosa. Mientras tanto, los más arrogantes cuestionaban a otros actores políticos -incluso de izquierda- desde la arrogancia de la superioridad moral que sentían tener: sembraban rencores y resentimientos. Triunfó el Rechazo, pero la desconfianza y el resentimiento seguían latiendo en la sociedad, no sólo en los “otros” políticos, sino también en los nuevos.

Faltaba lo peor. La caída del velo de superioridad moral corrido por “los acuerdos” de sus fundaciones. El país conoció con asombro los operativos de saqueo de los recursos públicos en una escala que superó todos los casos conocidos de corrupción y tráfico de influencias en una democracia. No era un caso ni una persona; había razones para verlo más como una organización corsaria, construida sistemáticamente. Así lo expresaron incluso figuras del oficialismo.

Los ojos se volvieron hacia la Revolución Democrática, por la militancia del grueso de los implicados. Y de ahí se fueron a Giorgio Jackson, su soberbio líder, había un trecho muy corto por recorrer. Apretó con él el ajuste de todo tipo de cuentas.

En medio de esta crisis, ocurre el robo de computadoras y la caja fuerte. Todo se convirtió en vodevil de cuarta categoría. A nadie le importa la verdad judicial de lo sucedido. La opinión pública hizo su juicio y dictó sentencia. Comenzó la cosecha de esa incesante siembra de desconfianza, polarización, descalificaciones y escándalos. Se siente la pregunta oficial: “¿Y ahora qué hacemos con él?”. Sólo lo protege el torpe pedido de renuncia que le hizo la UDI.

Pensando en el ser humano, creo que solo desaparecer de la escena por un tiempo lo salva. Que el olvido haga su trabajo y prescriba tus deudas. Chile necesita con urgencia sembradores de buenas semillas para cosechar futuras, compartidas.

Por Óscar Guillermo Garretóneconomista

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