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Columna de Rafael Sousa: Qué tan conservador es nuestro ciclo conservador

Martina E. Galindez

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El genio constitucional ha regresado a su lámpara. No sabemos cuándo ni qué fuerzas podrían invocarlo nuevamente. Tampoco vale la pena torturarse pensando en su regreso, quizás inevitable. Por lo menos durante esta década, todo indica que habitará en la lámpara. Las amenazas y oportunidades en esta materia radicarán en los muy bajos quórums con que hoy se pueden reformar tanto la Constitución (4/7) como las Leyes Orgánicas Constitucionales (mayoría absoluta). Volveremos así a los ciclos electorales normales, en los que por primera vez veremos el efecto del voto obligatorio. Con las elecciones municipales y regionales más cerca de lo que parecen, y a sabiendas de su relevancia estratégica en la aspiración al premio mayor, la pregunta sobre el ánimo que dominará la opinión pública durante 2024, resulta ineludible.

El rasgo que primero salta a la vista es que, quienes sostienen posiciones conservadoras, hoy se sienten más afines a los tiempos. ¿Significa esto que Chile se ha vuelto conservador? No respecto de los valores que compartimos, sí en cuanto a nuestras prioridades. En todos habita -permítanme la simplificación- un conservador y un progresista. Algunos -los “ideologizados”- han amordazado a una de estas voces internas. Pero, aunque normalmente uno tiende a prevalecer, es en gran medida nuestra percepción del entorno la que nos lleva a reprimir uno u otro en distintos tiempos. Nuestro lado conservador se alimenta cuando la esperanza de progreso se ve más lejos que la amenaza del retroceso en aspectos vitales. La inseguridad nos hace sospechar de lo que no nos es familiar, y la sospecha nos vuelve conservadores. La posibilidad de perder bienestar y acceso material también. La mayoría coincidirá en que las percepciones sobre nuestro entorno actual están marcadas por esas variables.

Alguien podrá rebatir, con parte de razón, el punto a partir del resultado del reciente plebiscito, como una demostración de que no existe una mayoría conservadora. Pero lo que demostró el triunfo de la opción “En contra” es que el hecho de que las prioridades sociales se hayan vuelto más conservadoras no es condición suficiente para que una mayoría acepte este sello en otros aspectos. Puede haber mayorías para enfrentar con más dureza la delincuencia y la inmigración irregular, para dar un impulso al crecimiento o resguardar la posibilidad de elegir a un actor privado para administrar nuestras pensiones, salud o educación, pero no para poner en riego, por ejemplo, avances en materia de género.

La similitud entre la votación del Presidente Boric en segunda vuelta, y la alternativa “En contra” (salvo en una región, las diferencias no superaron los 5 puntos) debería llamar la atención de la derecha, respecto de un posible techo del voto disponible a alternativas conservadoras. Chile se encuentra en un ciclo conservador, pero no en un proceso de cambio cultural en esa dirección.

Por Rafael Sousa, socio en ICC Crisis y profesor de la Facultad de Comunicación y Letras UDP

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