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Columna de Teodoro Ribera: Definiciones de Chile ante la UE

Martina E. Galindez

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Durante su visita a Israel en junio, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, señaló que ese país y Europa -que han registrado un Acuerdo de Asociación a principios de siglo y un Plan de Acción renovado en marzo- están unidos por una comunidad de intereses en los valores democráticos, pero también en la necesidad de una mayor cercanía “para contrarrestar peligros como el progresivo desmantelamiento de las democracias”.

Es muy probable que este impulso de la UE por buscar una mayor densidad y un carácter estratégico en las relaciones bilaterales con Israel se deba a la crisis política que atraviesa el primero con la invasión rusa de Ucrania. Ante esto, es concebible que la diplomacia israelí haya entendido la importancia y proyección estratégica de estar del lado de la UE, sin muchas más condiciones que compartir con ella, por ahora, una misma visión: más seguridad, democracia y desarrollo.

Nuestro país también tiene, desde 2002, un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, que incluye un tratado de libre comercio global que entró en vigor en febrero de 2003.

A finales de 2021 se cerraron las negociaciones técnicas del nuevo acuerdo, y aunque en estos meses se ha buscado limar algunos aspectos, en ningún caso hay voluntad por parte de la UE de reabrirlo o volver a nuevos rondas de negociación, ya que de ser así se abriría todo el texto. Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, quien tiene simpatía y amistad hacia Chile, precisó y reiteró que la UE no busca renegociar lo acordado y recomendó acelerar el paso.

Así, la demora de Chile puede convertirse en una trampa sin retorno, pues luego de sellado el tratado se inicia un proceso de revisión legal y traducciones a los idiomas de la UE, que llevará al menos un año. Solo entonces comenzará su tramitación en el Parlamento de la UE y dado que tendrá elecciones en mayo de 2024, el tiempo para revisar y votar el acuerdo es muy ajustado, con el agravante de que a finales de 2024 la UE tendrá una nueva Comisión , que no sabemos con qué objetivos internacionales asumirá.

No es una novedad que la base del desarrollo económico y social de Chile se sustenta en gran medida gracias a la amplia red de acuerdos comerciales que tiene el país. El acuerdo con la UE, por la amplitud de las materias que trata y los valores que lo impregnan, forma parte de una matriz de nuestra política exterior que le dio al país décadas de desarrollo.

En esta situación especial, la Unión Europea espera una pronta definición de Chile y ha manifestado su disposición de invertir más en el desbloqueo del Acuerdo de Asociación, para suscribirlo inmediatamente después del plebiscito. Por ello, nuestra Cancillería debería analizar con profundidad y sensibilidad el contexto político y los efectos colaterales, duraderos e indirectos que supondría posponer una decisión como esta. Es decir, Chile debe decidir si lo que quiere es ser un socio comercial más o un aliado estratégico de la UE en Iberoamérica, con el impacto y trascendencia que ello implica.

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