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Columna Joaquín Vial: “Costos ocultos de medidas populares”

Martina E. Galindez

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En los balances de este año se menciona que entre las pocas promesas materializadas del gobierno destacan cambios muy populares en la legislación laboral, como la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales y el aumento del salario mínimo. Sin embargo, hace un par de semanas el Banco Central nos recordó que estos cambios no han sido inofensivos, ya que, entre otras cosas, explican parte de los recientes aumentos de la inflación. Pero este no ha sido el único ni el más importante coste que han generado estos cambios.

El último Informe de Política Monetaria (Monetary Policy Report) también presenta un novedoso análisis del efecto sobre el empleo de los aumentos legislados del salario mínimo. Utilizando datos de 61.000 empresas, el análisis deja claro que aquellas con una mayor proporción de trabajadores afectados por el aumento del salario mínimo han visto aumentar sus salarios alrededor de un 8% en comparación con el resto. Esto, a su vez, tuvo un “efecto espejo” reflejado en una caída del empleo en esas mismas empresas, también del 8%, respecto al resto. Además, esa brecha ha ido aumentando a medida que pasan los meses.

Las empresas más afectadas son las más pequeñas, que si bien representan el 9% de las ventas totales, contratan al 30% del total de trabajadores. Estos últimos tienden a estar menos cualificados que la media.

En otras palabras, el aumento del salario mínimo ha permitido que los trabajadores de bajos ingresos, que han logrado mantener su empleo, experimenten un aumento significativo de sus salarios, pero a costa de una disminución de los puestos de trabajo disponibles para los trabajadores menos calificados en las empresas. . relativamente más pequeño. Estos últimos son el lado oculto de esa medida. Por supuesto, la cara más visible es precisamente los precios más altos que los consumidores deben pagar para financiar estos aumentos salariales, como nos recordó el Banco Central.

Se habla menos de reducción de jornada, porque su aplicación está más retrasada en el tiempo, pero sus impactos a largo plazo son considerables. A primera vista, 4 horas semanales parece poco (11% de la jornada laboral), pero sumadas en un año equivalen a más de 20 días laborales no trabajados, pero sí remunerados. Es decir, duplica con creces el coste para las empresas del periodo legal de vacaciones (al menos nuestros legisladores -de todos los colores- podrían haber dejado la opción de elegir entre más días de vacaciones o menos horas de trabajo semanales, digo).

Eso es mucho y debería afectar negativamente a los salarios reales en el largo plazo, así como a la creación de empleo formal. Algo de esto fue anticipado por la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad en su informe de 2020.

Lo más complicado de todo esto es que estos cambios ocurren en medio de un período de estancamiento económico, baja inversión y caídas de la productividad.

Cuando la economía crece, las ventas de las empresas aumentan y, con algunos ajustes y sacrificios, se pueden acomodar costos más altos sin poner en peligro su viabilidad económica, como fue el caso a principios de la década de 2000.

Pero cuando no hay crecimiento y además unos costes se acumulan sobre otros (no hemos hablado de aumentos de las cotizaciones a las pensiones, ni de negociaciones sectoriales, ni de otros cambios en la legislación laboral), la situación puede volverse insostenible para muchas empresas, sobre todo si son pequeños o medianos.

No es casualidad que las tasas de empleo no se hayan recuperado a niveles previos a la pandemia y que la informalidad laboral esté creciendo significativamente, al menos en los datos que reflejan los aportes previsionales.

Por otro lado, no hay que perder de vista el contexto histórico global: mientras legislamos aumentos de costos laborales en Chile, En los países avanzados se están realizando enormes inversiones para automatizar procesos y sustituir mano de obra (robotización) para hacer frente a la caída de la fuerza laboral por razones demográficas. Estas tecnologías, una vez inventadas, estarán disponibles en todo el mundo, dejando en una situación muy incómoda a las empresas y trabajadores de aquellos países que están imponiendo restricciones y rigideces en sus mercados laborales, sin tener en cuenta los efectos económicos de éstas. medidas.