Jornada 40 horas: bienvenida flexibilidad

Juan Pablo Lira

Unánime fue la aprobación del proyecto de ley que reduce la jornada ordinaria de trabajo de 45 a 40 horas, en la Comisión de Trabajo del Senado. Esta es sin duda una señal positiva para los que creemos en la conciliación de la vida laboral y familiar.

Por supuesto, existen riesgos asociados con este tipo de reformas. Por ejemplo, el aumento de los costos laborales para las empresas puede tener un impacto en los salarios y el empleo. Sin embargo, según la evidencia, para mitigar los efectos no deseados debemos enfocarnos en dos tareas: implementar la regulación de manera gradual y aumentar la productividad de los trabajadores.

En cuanto al primer elemento, parece haber bastante consenso en que la implantación de la reforma en un plazo de cinco años será suficiente para que las empresas se anticipen y adapten su estructura de costes. Sin embargo, puede ser pertinente abrirse a la discusión de ampliar los plazos del gradualismo y del ajuste voluntario, considerando la sensibilidad del sector a choques de este tipo.

La segunda tarea es aumentar la productividad. Para lograr incrementos en la productividad, la implementación de la reforma debe complementarse con medidas encaminadas a flexibilizar la jornada laboral. El Gobierno se abrió a incorporar nuevas medidas de flexibilización al Proyecto de Ley, y estableció la posibilidad de ampliar la base de cómputo de 5-6 días (establecida en el Código de Trabajo vigente), a cuatro semanas y con un máximo de 45 horas semanales a través de convenios colectivos entre empleado y empleador.

Sin embargo, si analizamos la experiencia comparada con países que implementaron reformas de similar magnitud -y que, para mitigar en lo posible los efectos perniciosos, planificaron mecanismos flexibles de implementación-, parece que la indicación incorporada por la Comisión puede tener un alcance limitado. impacto. .

Es ilustrativo el caso de Portugal, que cuando implementó su reforma laboral en 1996, tenía una productividad horaria similar a la de Chile hoy. Para minimizar los efectos no deseados, aplicaron la reforma con medidas de flexibilidad, estableciendo que las 40 horas semanales deben computarse en periodos de cuatro meses. Los estudios sobre los efectos económicos asociados a la reforma en Portugal concluyen que medidas de este tipo ayudaron a las empresas a adaptarse a los nuevos costes laborales y mitigar efectos no deseados a nivel de empleo.

Así lo hicieron también países de la Unión Europea (Francia, España, Alemania, Países Bajos, Suecia y Dinamarca), donde la base para el cómputo de la jornada laboral puede pactarse en períodos de hasta 52 semanas, a través de convenios colectivos. Esto es 13 veces más de lo propuesto por la Comisión.

Parece que la flexibilidad llegó para quedarse. En este sentido, y de cara a lo que trae la discusión del proyecto en la sala, puede ser positivo tomar la evidencia disponible sobre cómo medidas más amplias de flexibilidad ayudan a reducir los efectos no deseados, aumentar la productividad y, por supuesto, conciliar el trabajo con uno. de las instituciones más importantes de nuestra sociedad: la familia.

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