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¿Quién fue Luis David Cruz Ocampo?
Cuando se acercaba el fin de la Segunda Guerra Mundial, Luis David Cruz Ocampo fue enviado a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS) para abrir la embajada chilena en ese territorio. En medio de tiempos convulsos, el abogado oriundo de Concepción armó sus maletas y, junto a su esposa Amelia López de Heredia y sus cuatro hijos, emprendió rumbo a Moscú. Sin embargo, sus labores diplomáticas se verían atravesadas por la historia de amor de su hijo, Álvaro Cruz López de Heredia, quien contrajo matrimonio con la ciudadana soviética Lida Lesina.
A pesar de que Cruz Ocampo no era un político, fue elegido para la diplomacia por su vasto conocimiento en derecho internacional y su amplia trayectoria en la vida académica y cultural. El abogado fue uno de los miembros fundadores de la Universidad de Concepción en 1919 y de la revista Atenea, donde escribieron destacados escritores como Pablo Neruda, Margarita Aguirre, Gonzalo Rojas y Amanda Labarca.
La Biblioteca Central del Campus Concepción de dicha casa de estudios lleva su nombre y su historia diplomática es inmortalizada en el libro Un embajador chileno contra Stalin: Luis David Cruz Ocampo, escrito por Cristián Medina, doctor en historia y académico de la Universidad San Sebastián (Concepción), y Erna Ulloa, doctora en historia y Vicedecana de la Facultad de Comunicación, Historia y Ciencias Sociales de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC).
“Acá se dio la tormenta perfecta”, dice la coautora sobre la trepidante historia del embajador en tierras soviéticas. En conversación con Culto, revela los detalles que dan vida al que fue uno de los escándalos diplomáticos de la época, que incluyó a personajes como Josef Stalin y Juan Domingo Perón.
Durante el gobierno de Juan Antonio Ríos, en 1944, Luis Cruz Ocampo “es nombrado como embajador en el Vaticano. Él llega en un periodo súper complejo, en términos de guerra. Estando allí, el gobierno chileno comienza a reanudar relaciones consulares con la Unión Soviética, que era una de las grandes potencias del momento. Después de la muerte del presidente, Gabriel González Videla le solicita que se vaya a Moscú, para abrir la embajada chilena en ese país en junio 1946”, comienza relatando Erna Ulloa.
Recordemos que la Segunda Guerra Mundial se extendió desde 1939 a 1945, y enfrentó a potencias como Estados Unidos y la URSS contra el nazismo alemán. “Cruz Ocampo llega a un régimen estalinista, con Josef Stalin gobernando la URSS, por lo tanto, se encuentra en un minuto bastante álgido políticamente, pero en donde Chile, paralelamente, estaba teniendo muy buenas relaciones diplomáticas”, explica la académica.
Debido a las consecuencias de la guerra, varios de los embajadores y sus familias se hospedaban y realizaban sus labores en el Hotel Nacional en Moscú, ante la falta de infraestructura para casas particulares u oficinas. Es ahí donde Álvaro Cruz López de Heredia, hijo mayor del embajador chileno, se enamora de Lida Lesina, la institutriz de los hijos del embajador italiano. “Era una mujer preciosa y muy culta. Ellos se casan a fines de 1946 y fue motivo de alegría. Nada iba a presagiar el conflicto diplomático en que se iba a transformar”, dice Erna Ulloa.
El novio pensó que sería una gran idea pasar la luna de miel en Chile, así que la pareja comenzó los preparativos para el viaje. No obstante, los funcionarios del Comisariato de Relaciones Exteriores de la URSS no permitieron la salida de Lida Lesina.
“Además, en febrero de 1947, el régimen soviético estableció un decreto que prohibió los matrimonios entre ciudadanos de la URSS —en especial mujeres— con extranjeros, con efecto retroactivo. De hacerlo serían considerados traidores a la patria”, explica la coautora de Un embajador chileno contra Stalin: Luis David Cruz Ocampo.
Tras una serie de reuniones, la negativa se mantuvo, a pesar de la inmunidad diplomática que poseía él y, por extensión, su familia. Al otro lado del océano, el entonces presidente de Chile, Gabriel González Videla, rompió relaciones con la Unión Soviética en 1947, hecho que devino al año siguiente en la promulgación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, conocida como Ley Maldita.
Así, la labor de Luis Cruz Ocampo en tierras soviéticas había terminado: debía regresar a Chile con su familia. Sin embargo, no dejaría solo a su hijo. “No estamos hablando de un régimen democrático, sino del régimen estalinista”, recuerda la académica Erna Ulloa.
“En medio de reuniones y solicitudes, se dan cuenta de que el caso de Lida no era el único, y que existían los casos de más de mil mujeres soviéticas que estaban casadas con ciudadanos extranjeros, que tampoco pudieron salir del país. Algunas de estas mujeres desaparecieron, fueron llevadas a campos de concentración. Aquí había una separación familiar”, explica.
Se comienza a hablar entonces de violaciones a los derechos humanos, un concepto nuevo que se estaba gestando en la recién creada Organización Mundial de las Naciones Unidas. “La argumentación de Chile va por dos lados, la violación a los derechos humanos – que aún no existían —, y una violación a las prácticas relativas a la inmunidad diplomática”, precisa Ulloa.
Dentro del grupo encargado de la elaboración de la Declaración Universal de Derechos Humanos se encontraba, para su suerte, un chileno: Hernán Santa Cruz Barceló, un enlace clave para el desenlace de esta historia. Luis Cruz Ocampo se contacta con él, pero ambos no logran elevar una solicitud de Lida y las otras tantas mujeres soviéticas a la Asamblea General de la ONU.
“Paralelamente a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, también estaba trabajando la Comisión Jurídica y Social de la Mujer. De esa forma, se les hacen llegar los casos. Esta comisión aprobó la iniciativa chilena y transmitieron sus observaciones a la Comisión de Derechos Humanos para que esto fuera estudiado”.
El asunto llegó a la prensa. “Embajador Cruz Ocampo. Prisionero del amor… y del odio”, escribía La Semana Nacional el 24 de mayo de 1947. “Hay para ello razones de Derecho Internacional que protegen muy claramente el nuevo estado civil de la esposa del hijo de nuestro Embajador”, agregaron.
Pero en 1948 la familia se separa. El exembajador, su esposa y sus tres hijas regresan a Chile y Álvaro y Lida permanecen en suelo soviético, con la amenaza del régimen estalinista sobre ellos. “Ha recibido directas y veladas amenazas de muerte si no rompe inmediatamente todo vínculo con su marido chileno… ya nadie de los parientes de Lidia se atreve a visitarla por temor a las represalias de la policía soviética, que día y noche nos vigila … Las antiguas amigas de Lidia la llaman continuamente por teléfono para insultarla y gritarle traidora”, dijo Luis Cruz Ocampo a la prensa en 1947.
A modo de represalia, “Chile declaró rehenes a Yukov y 40 sociéticos mientras la URSS retenga a la morocha Lidia Lesina”, consigna también un periódico de la época.
“Cuando Luis David Cruz Campos vuelve a Chile —está muy poco tiempo acá— lo nombran para ser parte del equipo diplomático ante la Tercera Asamblea de las Naciones Unidas. Junto a Hernán Santa Cruz, hacen presente lo que está pasando. Finalmente, se logra por primera vez que la Asamblea General de Naciones Unidas, en su sesión plenaria de 1949, emita una resolución condenatoria a la actitud soviética en la resolución 285, y que llamaba a la URSS a dejar sin efecto la medida que prohibía la salida de ciudadanos y ciudadanas que hubiesen contraído matrimonio con algún extranjero”, relata Erna Ulloa.
Pero eso no garantizaba nada. “El propio Luis Cruz Ocampo y su esposa empiezan a hablar con una serie de políticos, e incluso llegaron a hablar con Juan Domingo Perón, para que intercediera con Stalin, que se negaba a dar cumplimiento a la resolución”.
Tras la muerte de Josef Stalin en 1953, el ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética, V.M. Mólotov, permite la salida del matrimonio del territorio. Así, después de siete eternos años, termina la lucha del diplomático Luis Cruz Ocampo contra los soviéticos para salvaguardar la integridad de su hijo y de su nuera.
El libro Un embajador chileno contra Stalin: Luis David Cruz Ocampo (2023), publicado por la Editorial de la Universidad de Concepción, ahonda en esta historia llena de “intriga, conflicto y amor”, como la define una de sus autoras, Erna Ulloa.
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