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Relato de la muerte del expresidente Sebastián Piñera

Martina E. Galindez

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Ni siquiera en su quinto día de vacaciones Sebastián Piñera podía estar quieto. Ese martes, el 6 de febrero, tomó desayuno en su casa de bahía Coique a las 9.30, pensando en salir a andar en lancha con sus nietas por el lago Ranco. El paseo no era tan inusual. Un día antes, arriba de la misma embarcación, había pasado frente al camping de Futrono para saludar a un grupo de amigos. Quedó una foto de ese encuentro, donde sale Ignacio Guerrero. Que ese último empresario saliera en la imagen no era fortuito. Él y su hijo Bautista, de 23 años, se estaban quedando como invitados en la casa del expresidente.

A pesar de llevar varias semanas moviéndose, incluyendo viajes a Sao Paulo y una escapada a Tantauco, Piñera no quiso descansar ese martes. Incluso, a pesar del clima. Ese día, en ese rincón lacustre de la Región de Los Ríos, según reportes meteorológicos, hubo lluvias intensas y vientos de 28 kilómetros por hora que, aun así, no fueron razones suficientes para que quisiera cambiar de planes. Pasaba que Piñera, su hermana Magdalena, Guerrero y su hijo querían ir a saludar a José Cox a su casa en Ilihue. En auto era un viaje de casi 50 minutos hacia esa parte de la ribera sur del lago Ranco. En helicóptero, en cambio, el traslado no demoraba más que 10. Piñera no sólo sabía pilotear desde hace más de 20 años, sino que también tenía ahí una de esas aeronaves. Era un Robinson R44 de segunda mano, que había comprado a medias con Andrés Navarro al documentalista Sergio Nuño.

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Por eso, el viento y la lluvia no lo intimidaron. A las 12.50, vistiendo una camisa celeste, shorts azules y anaranjados y unas sandalias negras plásticas, Piñera se subió al Robinson y llevó al grupo a Ilihue, donde los esperaban Cox y su esposa, Loreto Alcaíno.

Un poco antes, por protocolo, les explicó a los tripulantes qué pasaba si el helicóptero se caía. Repasaron las maniobras en caso de un accidente y cómo abrir la puerta.

La visita donde los Cox terminó en un aperitivo, dicen invitados. Piñera no bebió, pero sí comió tortilla de papas. Tenía hambre, dicen, porque se repitió la porción y quiso regresar a almorzar a su casa.

Mientras tanto, afuera, la velocidad de los vientos aumentaba de 28 a 46 kilómetros por hora a las 14.30, según el registro del portal Accuweather: justo cuando el grupo despegaba, en medio de la lluvia, para regresar a bahía Coique.

No alcanzaron a elevarse mucho, ni siquiera a alejarse demasiado, cuando la diferencia de temperatura entre el frío exterior y el calor interior empañó los vidrios de la cabina. Por eso, y por lo complejo del clima, intentaron volver. Ahí pasó. Cuando solo llevaba 90 segundos en el aire, el helicóptero comenzó a caer, girando en 90 grados.

La caída terminó cuando la parte derecha de la cabina impactó el lago, a 150 metros de la orilla. Los vecinos que almorzaban a esa hora lo escucharon a la distancia. Sonó como un gran choque de autos, pero era otra cosa: la cara del Robinson en la que iba Piñera colisionando contra el agua y las hélices siendo frenadas por el Ranco. En esos segundos de confusión, dice alguien que escuchó el relato de los pasajeros, el expresidente, aún amarrado a su asiento, exclamó: “¿Qué pasó?”.

Lo que pasaba en esos momentos era que el Robinson se hundía.

Bautista Guerrero fue el primero en reaccionar. Abrió la puerta trasera izquierda y salió a flote. El segundo fue su padre, que iba adelante, en el asiento izquierdo. Al final, cuando el helicóptero ya estaba siendo tragado por el Ranco, Magdalena Piñera cruzó la puerta izquierda y emergió a la superficie.

Sebastián Piñera fue el único que no salió.

El expresidente, a sus 74 años, seguía hundiéndose con el helicóptero en el lago.

Los teléfonos ya estaban sonando. Primero, a las 14.37, en el Servicio de Salud de Los Ríos, cuando una persona llamó para alertar al SAMU por un helicóptero que había visto caer en Ilihue bajo y, luego, a la Capitanía de Puerto de Lago Ranco, a donde llamó el empresario Juan Pablo del Río para avisar sobre el impacto que había presenciado. Ese fue el punto de partida.

A las 14:49 cayó el primer tono de emergencia al cuerpo de Bomberos de Lago Ranco. “10-14 Ilihue Bajo. Concurre R1, B1, B2. Cero cuatro, se trataría de helicóptero caído en predio”, dice la transmisión radial. En clave de bomberos, R1, B1 y B2 son los vehículos que acudieron a la emergencia: una camioneta y dos carros bomba. 10-14 es una alerta de una aeronave caída.

Un minuto después, la central le indica más información a los rescatistas: “6-0 R1, B1, B2, Se trataría del predio de la familia Santa Cruz”. El carro bomba número dos pide una aclaración, pero en la central no tienen más datos. “¿A qué altura en kilómetro de Ilihue Bajo?”, preguntan. “Es la familia Santa Cruz. Solo me dieron esa información”, le responden. Luego se enteraron en la Gobernación Marítima y en la Armada. La alarma también alcanzó a Ricardo González, un buzo de la unidad de bomberos que trabaja como constructor civil en la Municipalidad de Ranco. Ahí comenzó a rondar la pregunta. ¿Era el Robinson de Sebastián Piñera el que se había caído?

Los primeros en saberlo fueron José Cox y su hijo, quienes partieron en una lancha roja y beige. También llegó una blanca, del ejecutivo del mundo financiero Ignacio Morales, que veraneaba allá y quiso ayudar con el accidente. Flotando sobre el agua estaba Magdalena Piñera, junto a Ignacio y Bautista Guerrero. Los Cox los subieron a la lancha y José Cox Alcaíno se lanzó a bucear buscando a Sebastián Piñera. Pero no estaba ahí, ni en ninguna de las partes en las que alcanzó a mirar. En ese momento decisivo, decidieron regresar a Ilihue sin el piloto, mientras cinco marinos se trasladaban al lugar del accidente y un grupo de bomberos hacía lo mismo sin saber con precisión dónde había ocurrido.

A partir de las 14.55 la noticia, que aún era un rumor, se expandió por los teléfonos de varias autoridades. A Miguel Meza, el alcalde de Lago Ranco que estaba de día libre, le llegó un mensaje de WhatsApp a un grupo de emergencias comunales. Hablaban de un accidente en helicóptero. Cuando salió de su casa, esa noticia creció: parecía que era el helicóptero del expresidente.

Tres minutos después, al exministro Luis Mayol le entró la llamada de un sobrino que estaba de vacaciones en Lago Ranco, para contarle lo que había visto.

“Tío, se cayó al lago el helicóptero de Piñera”, escuchó.

Mayol cortó la llamada y abrió el chat de exministros de Piñera en WhatsApp. A pesar de lo que le habían contado, quiso ser prudente. Sólo preguntó si alguien sabía del estado de Piñera. Fue el primer mensaje que alertó a los excolaboradores que algo había ocurrido.

La información también llegó a la Academia de Guerra Naval, en Valparaíso. A las 15.00, minutos después de que el Presidente Gabriel Boric se retirara del edificio donde se había reunido a propósito de los megaincendios con la ministra de Defensa, Maya Fernández, el almirante Juan Andrés de la Maza, comandante en jefe de la Armada, recibió una llamada. Era la Capitanía de Puerto de Lago Ranco para darle a conocer la información preliminar que manejaban sobre el accidente del Robinson. Maya Fernández seguía ahí. Estuvo con el almirante durante esa comunicación y, también, para la que ocurrió tres minutos después: cuando Hugo Rodríguez, comandante en jefe de la FACH, lo llamó para contarle que, según el sistema de radar de aeronáutica, el helicóptero placa CC-PHP, perteneciente a Piñera, había dejado de emitir su señal.

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Maya Fernández llamó al Presidente Boric a las 15.12. El Mandatario, que iba rumbo a La Moneda, ya estaba al tanto, porque su equipo más cercano le había compartido la información policial que estaba disponible. Los detalles, eso sí, le llegaron de a poco. Primero el accidente del helicóptero, luego la cantidad de ocupantes, después que tres estaban a salvo y sólo uno seguía desaparecido: Sebastián Piñera. En los siguientes minutos, Boric llamó al comandante de la Fach para que gestionara el avión que trasladaría los restos del expresidente a Santiago.

Los Piñera se enteraron en paralelo. Cecilia Morel estaba con algunos de sus nietos en la casa de bahía Coique cuando los Cox le dieron la noticia. Una hija de Magdalena Piñera Morel, que estaba ahí, llamó a su madre para avisarle. Magdalena Piñera Morel recibió la información en Caburgua, donde vacacionaba con su hermana, Cecilia. La llamada entre ella y su hija fue tan confusa, que la hija mayor de Sebastián Piñera colgó y llamó a Loreto Alcaíno. La esposa de Cox no sólo le confirmó el accidente. También le dijo que tres de los cuatro tripulantes habían podido salvarse. El único que no aparecía aún era su padre. Había una posibilidad de que estuviera muerto. Por eso, le dijo, tenía que ser fuerte. Cuando cortaron, las hermanas Piñera Morel le pidieron a un primo que las llevara en auto hacia Ranco, unos 220 kilómetros al sur de donde estaban.

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Ya en Lago Ranco, una patrulla de Carabineros llegaba donde los Cox. A pesar del accidente, ninguno de los tripulantes rescatados quiso constatar lesiones por las heridas y cortes que mostraban, dice un funcionario de Carabineros.

También llegó un equipo del Grupo Especializado en Rescate y Salvamento Acuático (GERSA) de la comuna. En la casa de los Cox el capitán de puerto, Luis Romero, supo que la persona que aún está bajo el agua era Sebastián Piñera. Romero compartió la confirmación a sus superiores y al delegado presidencial de Los Ríos, Jorge Alvial. Este último lo reportó al Ministerio del Interior.

En ese minuto, los bomberos y los marinos ya habían llegado a la casa de Cox. Tenían un problema logístico grande: no contaban con los dos buzos que exigen los protocolos de rescate. Sólo estaba Ricardo González, el bombero que ejercía como constructor civil. Todos los demás disponibles cumplían funciones en otro procedimiento. Difícilmente lograrían llegar antes de dos horas. Mientras tanto, instalaron un puesto de mando en la playa, frente a la casa de Juan Pablo del Río.

Todos asumieron que la misión era recuperar un cuerpo desde el fondo del lago.

Andrés Chadwick estaba en Panguipulli cuando supo lo que le había sucedido a su primo. Desde ahí, con un teléfono que no paraba de sonar, partió a la casa de los Cox, donde asumiría la coordinación del operativo. Antes de salir, lo llamó Juan Antonio Coloma, que registraba 10 llamadas perdidas en la pantalla de su celular. El senador UDI se enteró por uno de sus hijos del accidente en Lago Ranco. Mientras las familias del piñerismo reaccionaban a la noticia que crecía y crecía, Sebastián y Cristóbal Piñera Morel seguían en Santiago. Lo mismo que el exsocio y amigo cercano de Piñera, Ignacio Cueto, que almorzaba en el restaurante Miraolas de Vitacura cuando decidió responder una llamada de José Cox. En cuanto cortó, el gerente general de Latam fue a buscar una maleta a su casa y se dirigió al terminal BFO de Aviasur. Allá tenía un avión privado que comparte con sus hermanos. En ese lugar, Cueto se reuniría con los dos hijos de Sebastián Piñera y Pablo Rossel, exmarido de Magdalena Piñera Morel, para volar hacia Osorno.

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En el lago Ranco aún esperaban por el segundo buzo. La Armada había detectado un objeto a 28 metros de profundidad. Amarraron un pedazo de concreto y lo lanzaron al lago con una cuerda que, en el extremo superior, estaba atada a una boya blanca que entregaron los Cox para marcar el punto en donde proyectaban encontrar el helicóptero perdido. No era difícil intuir el punto: una mancha de combustible blanquecina rodeaba el sitio del impacto.

Finalmente, decidieron intentar el rescate con un solo buzo. Cuando lo autorizaron, Ricardo González se lanzó desde la lancha, de espaldas al Ranco. Bajó tres metros afirmado a la cuerda y luego se soltó para bucear. A las 15.46 observó una mancha blanca al fondo del lago. Cuando se acercó, entendió que era el Robinson. Estaba de costado, con la punta hacia el norte, y tenía una puerta -la que daba a la superficie- abierta. Ahí, también, estaba un cuerpo que vestía la misma ropa que llevaba el expresidente. González vio las sandalias negras, los pantalones azules y anaranjados, la camisa celeste; era Sebastián Piñera. Estaba boca abajo y recostado sobre el lecho del lago. Tenía los brazos extendidos, pero con los codos a la altura de los hombros y la pierna izquierda flectada: la posición en la que quedaría alguien tratando de escapar hacia la superficie.

González dio vuelta el cuerpo, lo tomó desde el torso y lo acostó sobre el helicóptero. Cuando comenzó a sentir que el lago lo succionaba, tomó al expresidente por el tobillo derecho e inició su ascenso de 28 metros. En la superficie, con Sebastián Piñera aún sumergido, el buzo tuvo un gesto de delicadeza. Decidió entregarlo por el lado izquierdo de la lancha de la Armada, para evitar que la escena pudiese ser observada desde la orilla. Los marinos lo tomaron y lo introdujeron en una bolsa plástica.

Lejos del lago, en Santiago, todas las preguntas apuntaban hacia dónde trasladar los restos del piloto malogrado del Robinson. El delegado presidencial Alvial se coordinaba con el subsecretario Manuel Monsalve y con la jefa de asesores de Interior, Pía Mundaca. También fue incluida la fiscal regional, Tatiana Esquivel, quien indicó cómo proceder.

El accidente alteró los ritmos de La Moneda. Luis Cordero fue el primer ministro en aparecer en los patios de Palacio a las 16.14. Iba a una reunión con la ministra Tohá. El resultado de lo conversado ahí se comunicó 15 minutos después: habría una vocería, sin preguntas, de la propia ministra del Interior.

La confirmación oficial de la identidad del cuerpo sólo le llegó al Presidente a las 16.35. El delegado Alvial fue quien informó a Boric que Piñera era la víctima pendiente y que su cuerpo había sido recuperado.

En esos momentos el exmandatario iba en la lancha de la Armada hasta el muelle ubicado a metros de la Tenencia de Carabineros de Lago Ranco. Cuando el ruido que causaba la noticia ya no podía ser frenado, la oficina del expresidente dio a conocer formalmente su deceso. Sacaron un comunicado a las 16.56. Dos minutos después, la ministra Carolina Tohá llegó al set televisivo de La Moneda para referirse a la tragedia.

Dijo que estaban conmocionados y se detuvo en un hito de la biografía de Piñera que pocas veces había sido relevado por sus adversarios en los momentos más duros de su administración: que Piñera había sido elegido democráticamente no una, sino que dos veces para asumir la presidencia del país. Por lo mismo, Tohá dijo que se le haría un funeral de Estado: “Tendrá -aseguró- todos los honores y reconocimientos republicanos que merece”.

Sebastián Piñera regresó a tierra firme a las 17.38. Lo descendieron en la Tenencia de Lago Ranco, mientras vecinos grababan y viralizaban la escena con sus teléfonos, detrás de sus ventanas. El expresidente terminó sobre una camilla al interior de la Capitanía de Puerto, que funcionaba desde hace unos meses en tres contenedores, a la espera de que les construyeran un edificio.

Uno de los primeros en llegar al lugar fue Andrés Chadwick, quien incluso alcanzó a estar unos momentos a solas con el cuerpo de su primo. Antes había pasado por la casa de Piñera, en bahía Coique. Poco después llegaron Ignacio Guerrero, las hijas del expresidente Magdalena y Cecilia y, luego de aterrizar en Osorno y trasladarse hacia Futrono, también se sumaron sus hijos Sebastián y Cristóbal, junto con Ignacio Cueto.

Mientras Gabriel Boric se encontraba en la impensada posición de decretar tres días de duelo, a través de una cadena nacional, por el fallecimiento de un presidente al que se había opuesto ásperamente en el Congreso como parlamentario, y la fiscal Esquivel cerraba los detalles para realizar la autopsia en Valdivia, Cecilia Morel apareció.

Llegó a la misa por su esposo en una Kia Caravan azul marino, conducida por la escolta del exmandatario. La realizaron en la capilla El Reflejo, un antiguo galpón de madera frente de la entrada del condominio bahía Coique. La ceremonia estuvo a cargo del obispo de Valdivia, monseñor Santiago Silva, y duró 35 minutos. Silva, frente a una viuda desconsolada, recordó que el matrimonio iba a misa todos los domingos cuando vacacionaban ahí.

Sebastián Piñera siguió en la tenencia, acompañado de familiares y amigos cercanos, hasta que la Fiscalía autorizó su traslado al SML de Valdivia, a 95 kilómetros. La caravana partió a la capital regional a las 21.00 y llegó poco después de las 22.30. Allá su autopsia demoró un par de horas antes de que pudieran comunicarle a la familia la causa de su muerte.

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Todos regresaron a la casa de bahía Coique alrededor de la 1.00 del miércoles, sabiendo que Sebastián Piñera no había muerto del impacto del choque, o de un infarto, sino que de una asfixia por sumersión. Al final, lo que el buzo había intuido en el fondo del lago era cierto: el expresidente perdió la vida cuando no pudo moverse. Cuando, a pesar de su intento por salvarse, ya no le quedaba aire para hacerlo.

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